Leo al gran Salvador Camarena compartiendo sus deseos para con la nueva presidente y qué más quisiera que así funcionasen las cosas. Más no voy a pecar hoy, al menos por hoy, con las mismas buenas intenciones en la voluntad de otros.
Crecí en un haber político de esperar todo del gran dador, del poder sabio e inmarcesible, de la justicia personalizada, de la verdad encarnada, de la voluntad, bondad y pureza del o la presidente de la República.
Pero ya no tengo edad para creer.
Así que no voy a pedir ningún deseo a Claudia Sheinbaum. De pedirle algo sería que no engañe, no traicione y no falle; pero luego caigo en cuenta que mis deseos son sus obligaciones primigenias: cumplir y hacer cumplir la Constitución. De eso se trata todo.
Y así entiendo que nuestras cartas de deseos deben ser para con nosotros mismos, como ciudadanos de esta Re—pública.
Sólo nosotros podremos que cumplirnos nuestros deseos.
¿Queremos un buen gobierno? Exijámoslo, no lo deseemos en ñoña voluntad a un tercero.
¿Queremos un México justo, con condiciones de vida digna? Tenemos que construirlo nosotros mismos, no esperarlo de gobierno alguno.
¿Queremos un México regido por la ley? Tenemos que darnos ley y someter al gobierno y a nosotros mismos a ella.
¿Queremos buen gobierno? Seamos primero ciudadanos, no súbditos ni clientelas, menos adoradores y mucho menos crédulos.
¿Queremos democracia? Exijamos partidos, no negocios personales; candidatos, no burócratas de partido; proyectos, no publicidad; deliberación, no canciocitas; respeto, no ninguneo; no caras famosas pero tontas; no mentiras ni espectáculo.
¿Queremos un buen gobierno? Empecemos por tratar al gobernante como funcionario público obligado a cumplir sus atribuciones conforme la ley y a rendir puntual cuenta de ello. Continuemos, en su caso, con enchapopotar y sacar emplumado por las grandes avenidas de nuestras ciudades a quien quiera convertirse en Dios y salvador, en lugar de obligado a una función pública. Condenemos la traición, los arreglos en lo oscurito, las porras en lugar del parlamento, la abyección y la soberbia, en vez de la civilidad y el respeto.
¿Queremos República? Seamos dignos de tenerla y mantenerla.
Hoy cambia un gobierno, un sexenio y nosotros mismos. De nosotros depende seguir esperando todo del gobierno, o empezar por exigir cumpla con su parte y nosotros con la nuestra. En el entendido que quien manda somos nosotros.
Estamos solos y sólo nosotros nos podremos salvar de nuestros salvadores y de nuestra tara de querer ser salvados.