Eduardo Sadot
Leonardo Nierman, grande pintor, grande mexicano, grande universitario, grande estudiante de ciencias políticas, musico, escultor, deja una obra grande como él.
Nierman hijo de Clara Mendelejis y Chanel Nierman, esposo de Esther Ptak padre de Claudia, Mónica y Daniel.
Ese tipo de familias judías, como cualquier familia judía, de la cultura del esfuerzo, acostumbrados a sobrevivir, frente a las amenazas naturales de las miserias humanas, de las maldades humanas, esas que nos lastiman que nos ofenden que son cosas imperdonables entre los humanos, que nos llenan de remordimientos, que nos hacen conservar, en el fondo del corazón las culpas humanas, ajenas porque no lo hicimos, pero la identidad colectiva nos señala.
Sus pinturas particularmente reconocibles, de colores vivos, que dibujan espacios, evocan la estratósfera, seguramente inspirador de cineastas, desde el ancestro de George Lucas de “La Guerra de las Galaxias” al Stanley Kubrick de “Odisea 2001”.
Nierman fue el inspirador de muchos pintores de banqueta que copiaron su técnica, se pusieron de moda en los 70´s los pintores con aerosoles, algunos de ellos como Sadot que murieron jóvenes, sensibilidad plasmada en paisajes lunáticos, planetarios, paisajes del mundo de espacios imaginarios siderales, planetas fugases, haces de luces y colores, en medio de la noche, color volumen, torrente e inspiración, lluvia de formas y color.
Mirar, observar apreciar la obra de Nierman, transporta al espacio sideral, dispara la imaginación, detona los sueños, en un viaje de introspección etérea.
Los colores de sus pinturas son combinaciones vivas mezcladas con el negro de la noche y el arcoíris de un universo cromático, que invita al movimiento universal
La obra de Nierman es única e inconfundible, enorgullece a los mexicanos y forma parte de ese orgullo colectivo, de quienes lo conocen, lo reconocen y se reconocen en sus obras.
Su universalidad artística contraste con su modestia personal, un pintor consolidado desde joven, con sólida formación universitaria, sensible artísticamente y cauto ideológicamente.
Lo mágico de su obra, es cómo transporta al observador a la contemplación introspectiva desde los rincones del pensamiento individual, soñar con los ojos abiertos mientras nos lanza su obra al universo infinito.
Forma parte de los artistas plásticos mexicanos, que vivieron la transición del Siglo XX al XXI y, que se identificaron y sufrieron, todas las manifestaciones sociales, en el mundo, desde los horrores de las guerras europeas, pasando por las conquistas de la humanidad, una generación que vivió creyendo que habíamos superado el infierno de las pandemias y la conquista del espacio con la llegada a la luna, la irrupción de la comunicación celular hasta estrellarnos con la realidad infinita de la pequeñez de la humanidad inimaginable de una pandemia. Nierman nos deja huérfanos de sus obras, prisioneras en su paleta y, de sus vivencias que se llevó a la tumba.
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