El reciente tropiezo en cuestiones de justicia —-aunado al desprestigio causado—- de Alejandro Gertz Manero, me hace dedicarle estas líneas en homenaje a su edad y a su controvertida manera de procurar justicia y luego recular. Pero para lograr ello, primero es menester referir que la Fiscalía General de la República y la justicia que dice procurar, requieren apremiantemente realizar un viraje de 180 grados a fin de evitar su hundimiento.
Ojalá éste no se dé, a pesar de las definidas terquedades, propias de la edad de ciertas autoridades.
Cuando un hombre a mi edad se entrega con pasión a la justicia, lo hace porque estima que ha seleccionado la vereda correcta que le indican; no sólo su experiencia, la cual, data desde el año de 1965 a la fecha, su escala de valores, sino sus más definidas emociones y preocupaciones por esa justicia que se procura en la actualidad en México, por ello, desencantado de la escalofriante praxis de cómo se procura ella, decidí acudir a los conocimientos de un ilustre taurófilo, amén de excelente abogado, me refiero por desde luego a Don Julio César Orozco Posadas.
Sólo mi dilecto amigo Julio César, me podría orientar en las dubitaciones que al respecto tengo referente al tema de cómo solicitarle el retiro al susodicho Fiscal, a fin de evitar más yerros en la justicia, por lo que en un sólo acto, aromático café de por medio, me dijo: Mi niño, en el medio del cuál provengo existe una expresión la cuál dice “hay que cortarle la coleta”. Éste decir proviene de la cepa del mundo taurino y la cuál para entenderla nos hace remontar a los finales del siglo XVIII, es un expresar que forma parte de los complementos y rituales de la vestimenta de un torero.
En aquellas épocas era habitual que los hombres lucieran melena, la historia así nos lo ha documentado, ese cabello largo tenía como fin primordial salvaguardar la nuca en caso de un traspiés frente al toro en los lances de la faena, costumbre de los toreros, era recogerse el pelo mediante un trenzado o coleta, para con posterioridad, enrollarlo con unas cintas a modo de moño. Ahí nació el apelativo de moña.
Valga explicar también, mi niño que en las postrimerías del siglo antepasado, y debido a que cada vez eran menos los toreros que se dejaban crecer el pelo, comenzó a utilizarse una coleta postiza llamada “castañeta”. Esta coleta de “quita y pon” era cortada cuando se abandonaba el toreo y de ahí deviene la expresión de “cortarse la coleta” como sinónimo de retiro.
Los errores históricos jurídicos o de análisis perpetrados por Alejandro Gertz Manero, son de su exclusiva responsabilidad y de ninguna manera de nadie más. Que lamentable resulta que el Primer Fiscal General de la República no reciba ni honores ni aplausos de la Nación entera.
En el momento crítico en que vivimos de ésta Cuarta Transformación de la República, dadas las innumerables injusticias, de promesas incumplidas y de violación de los más elementales derechos constitucionales, a través de anticonstitucionales e ilegales decretos para reducir prestaciones laborales, me conforma contar con amigos como Julio César, quien me ilustró en ciertas situaciones de la tauromaquia a fin de desviar momentáneamente mi pensamiento sobre la cruda realidad que padecemos en el ámbito de justicia.
Julio César me recordó el retiro de un grande, escenificado en la Monumental de Monterrey del maestro Eloy Cavazos, en aquella tarde que resultó de apoteosis para el torero regiomontano, quien recibió por su faena en esa tarde, cuatro orejas y dos rabos: Eloy cerró con broche de oro una muy larga y brillante trayectoria en los ruedos. Fué una tarde de ensueño, en donde la hija de Eloy le cortó la coleta, emotivo momento que hizo llorar a muchos.
Hay otros grandes retiros que no tuvieron la emotividad de aquella tarde apoteótica en Monterrey, ellos fueron por honestas autocríticas en los casos de Juan Belmonte y David Silvetti, a quienes la gloria les negó el trance de cortarse la coleta. Ambos se suicidaron después de efectuar esa autocrítica de referencia. Algunos taurófilos estiman que el buen torero piensa: “antes de que me corran, me voy”.
Por último, hay otro medio el más indigno de aquellos que en la obscuridad cuelgan el terno y jamás se sabe de ellos, se van como las chachas, sin decir adiós.
La ocasión es propicia no para defender ni ofender a Don Alejandro Gertz Manero, es para preguntarle ¿Cómo va a efectuar su despedida?. Cómo los grandes, lo dudo.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de
Derecho Penal del Colegio de Abogados de México.