Claudia Rodríguez
Entre el bombardeo informativo y la realidad
La ola generalizada entre los adolescentes y jóvenes mexicanos con cierto grado de instrucción para contemplar bajo sus esquemas de pronósticos personales, el no participar en la reproducción humana, ya no sólo es por la incertidumbre que les genera la vulnerabilidad del planeta y el basurero ardiente y descontrolado en que se está convirtiendo con las consecuencias anómalas del presente inmediato, sin necesidad de esperar el futuro; su angustia expectante los hace pensar si tendrán un trabajo y estabilidad económica propia y, si la hasta ahora inexistente garantía de no violencia, los mantendrá a salvo de sus entornos.
La tecnología infaltable en las manos de estos chicos los tiene al tanto de información inmediata de todo tipo, incluyendo política, social, económica y hasta la costumbrista nota roja; lo que agrega a sus planes de vida futura una carga importante de pesimismo y ansiedad en su desarrollo. Aunado al escenario exterior, viven los propios obstáculos del refugio familiar, en donde las disoluciones matrimoniales son cada vez más frecuentes –de acuerdo al INEGI, de 100 parejas que contraen matrimonio, 41 terminan divorciándose.
Temor por desaparecer
Save the Children, presentó a un mes de las pasadas elecciones federales de 2018, un estudio revelador sobre como los niños y jóvenes de México están conscientes de lo que sucede al interior y al exterior de su casa; así como qué es lo que más les preocupa o atemoriza. Sufrir un secuestro es su mayor miedo, ya que advierten que las notas o alertas de personas desaparecidas son cada vez más frecuentes y saben incluso de los destinos fatalistas de muchos de ellos.
Los más jóvenes no dejaron de listar que también les angustia la inseguridad y la violencia, los problemas diarios que viven con sus familias como los de salud, falta de dinero, la discriminación y hasta el maltrato.
Los adolescentes, incluso citan más que su aspiración de llegar a ser alguien o hacer algo en el futuro, su incertidumbre sobre el mismo.
Si escucháramos esas voces como sociedad y lo hiciera el propio Gobierno, se entendería la gran vulnerabilidad de los pequeños en las calles y en muchos hogares.
Tarde o temprano van por ellos mismos
Quienes hoy tenemos la tutela de menores, hemos de asumir una gran responsabilidad por su seguridad. Sabemos que el Estado, los gobiernos y los elementos de seguridad, no son suficientes para salvaguardar su dignidad y sus vidas, y hacemos de custodios en la medida de lo imposible. Sí, muchas veces empeñamos más de nuestros propios recursos humanos y materiales por resguardarlos seguros, pero así no se vive, se sobrevive.
Les fallamos. Más los más jóvenes tienen también que hacer su parte. Tienen que ser propositivos, tolerantes, valientes, no vacilantes sobre el futuro y hacer lo que les corresponde por cambiar la situación. Son el agente activo que viene y sostén de los que están por venir. No se pueden dar por vencidos.
Acta Divina… El 30 de abril del presente, el mandatario federal Andrés Manuel López Obrador, encabezó un encuentro con niñas y niños de México en el Patio Central del Palacio Nacional en donde señaló: “Nos da mucho gusto convivir con ustedes, por la frescura, por la felicidad que representan las niñas, los niños. Estamos haciendo un esfuerzo para garantizar el bienestar de todo el pueblo, sólo queremos que sean atendidos con privilegio las niñas, los niños de México. Para eso estamos trabajando”.
Para advertir… Encerrados y tras una pantalla de cualquier tamaño, especie y función, es el mecanismo de seguridad por muchos implementado para mantener a salvo a sus hijos del peligro. No es un control total ni eterno. Se tienen que enfrentar a la realidad tarde o temprano.
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