* Rubén Núñez y coacusados tienen problemas por su incapacidad para el mimetismo: no visten traje y corbata como Juan Díaz de la Torre, Carlos Romero Deschamps -o como lo hizo Joaquín Gamboa Pascoe-, pero todos, absolutamente todos disponen de las cuotas sindicales como Dios les da a entender, y no por ello lavan recursos de procedencia ilícita
Gregorio Ortega Molina
La disputa promovida en torno a la reforma educativa determina, ya, el futuro de México, porque el tema que se discute nada tiene que ver con los contenidos de los libros de texto gratuitos, pero sí favorece el encono entre mexicanos, sólo hay que releer la adjetivación con la que se refieren a los maestros de la CNTE, por idénticos pecados a los que cometen otros distinguidos representantes sindicales mexicanos.
La supuesta reforma que incendia al país no existe, porque está mal conceptuada y pésimamente presentada.
El primer paso debió consistir en reformar totalmente la Ley Orgánica de la SEP, pero como quisieron conservar intocada su relación con el SNTE, que todavía es abrevadero de poder político por los votos que asegura, y porque tuvieron pereza de diseñar y construir un adecuado proyecto administrativo para esa Secretaría, se conformaron con pensar que todo quedaba solucionado con una mano de gato.
Rubén Núñez y coacusados tienen problemas por su incapacidad para el mimetismo: no visten traje y corbata, como Juan Díaz de la Torre, Carlos Romero Deschamps -o como lo hizo Joaquín Gamboa Pascoe-, pero todos, absolutamente todos disponen de las cuotas sindicales como Dios les da a entender, y no por ello lavan recursos de procedencia ilícita.
A los líderes de la CNTE los identifican con rostros de malhechores, porque los consideran desharrapados, chusma, “proles”, léperos, y no tienen una hija como la de Romero Deschamps, que sube fotos al Face para demostrarse, a ella misma y a los mexicanos, que hay otras maneras de vivir que andar defendiéndose en Nochixtlán.
¿Podría, Aurelio Nuño Mayer, dormir una noche en las condiciones en que lo hacen miles de maestros rurales, para después levantarse a enseñar? ¿Enviaría a sus hijos a una escuela con piso de tierra y sin baños? Este es el aspecto administrativo que deben resolver antes de entrarle a la reformulación de los contenidos de los textos gratuitos.
Aquí llegamos al nudo del conflicto. Jaime Torres Bodet -seguramente acompañado de un grupo de maestros de la Escuela Normal Superior y de otras instituciones de alto nivel académico- impulsó, en un mundo de libertades, un hecho inusual: que los contenidos de los libros de texto gratuito aseguraran el triunfo ideológico del proyecto de la Revolución.
Pero así como ciertos artículos de la Constitución del 17 fueron impugnados, hasta conculcarlos y dejarlos con una redacción anodina, han luchado por destruir un proyecto educativo igualitario, que nunca pudo tener éxito, porque un maestro rural con hambre no puede enseñar cómo construir, pero quizá sí cómo combatir, o cómo arrebatar instrucción, conocimiento, futuro, porque presente, hoy, no tienen.
Para mayor confusión, ahora los acusan de maoístas y promotores del pequeño libro rojo de El Gran Timonel, cuando en realidad son tigres de papel. Ninguno, por donde se le vea, es “Presidente Gonzálo”.