Joel Hernández Santiago
El gobierno mexicano se empeña en demostrar a los mexicanos que las relaciones con el gobierno del presidente Joseph Biden, de Estados Unidos de América, están bien; que “aquellos que pensaban que habría problemas con el nuevo gobierno se quedaron chatos” según filtró el mismo gobierno de nuestro país luego de una breve llamada telefónica de Biden a AMLO el 22 de enero pasado.
Pero la expectativa es vigente: ¿Cómo serán las relaciones de trabajo entre el gobierno demócrata de Biden y el gobierno de la 4-T de Andrés Manuel López Obrador? Todavía es insuficiente el tiempo transcurrido desde que dejó la presidencia el amigo del presidente mexicano, Donald J. Trump para saber con precisión cuál será la ruta de esa relación.
Biden llegó arrasando y el mismo día de su protesta, el 20 de enero. Inmediato emitió órdenes ejecutivas para desactivar algunas de las políticas más controvertidas y que con mayor ímpetu enarbolaba el republicano Trump. La primera de ellas tiene que ver con México y es el suspender la construcción del muro entre los dos países por considerarlo un gasto innecesario.
Esto es bueno para México, pero Biden no lo hizo en base a acuerdo o diálogo con el gobierno mexicano –no tenía que ser—. Lo hizo para darle un coscorrón a su antecesor.
Lo mismo ha ocurrido con la suspensión de la amenaza en contra de los jóvenes “Dreamers” –que son los estudiantes de origen extranjero, particularmente latinos y más particularmente de origen mexicano—de expulsarlos del país sin reconocerles su nacimiento en Estados Unidos.
El tema migratorio es otro de los asuntos que tienen que ver con México y del que el nuevo presidente estadounidense dice que habrá que hacer una revisión cuidadosa en tanto que por lo pronto se suspende aquello de que quienes llegaran a solicitar asilo a EUA, deberían esperar el resultado de su solicitud –que podría tardar años—en suelo mexicano. Lo que fue aceptado por el gobierno de la 4-T en tiempos de Trump.
La frialdad del gobierno de Biden hacia el gobierno mexicano –que no el pueblo de México, cosa distinta— parece estar a la vista.
Una de las primeras llamadas que por protocolo hizo Biden, fue la de llamar al gobierno de Canadá, con el que, junto con México, tiene firmado el famoso Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Le habló al primer ministro de este país, Justin Trudeau, al día siguiente, el viernes 22, llamó a AMLO.
Todavía un día antes el presidente mexicano dijo que no era necesario hablar con Biden, toda vez que “ya hablamos dos veces antes de su protesta, no es necesario”. Pero en cuanto ocurrió la llamada, con bombos y platillos llenaron medios y redes sociales con “la buena nueva”: habían hablado… “Y no creo cometer una indiscreción si digo que el presidente Biden me dijo que el gobierno de Estados Unidos destinará 4 mil millones de dólares a Centroamérica”.
“Le agradecí por su decisión de llevar a cabo una política migratoria qué incluye reconocer la ciudadanía estadounidense millones de mexicanos que viven y trabajan en Estados Unidos … Nos pusimos de acuerdo porque vamos a trabajar de manera coordinada en todo lo que tiene que ver con la migración, y también hablamos de esta terrible pandemia que está afectando en todo el mundo, el Covid.” dijo AMLO. Desde la Casa Blanca no se comentó gran cosa de esta llamada.
Sin embargo esto que aclara el interés de los estadounidenses en estos temas, no perfila cómo y cuál será el modelo de colaboración entre ambos gobiernos.
A Biden le preocupa el tema migratorio. Sobre todo el que cruza de Centroamérica por México hacia EUA. Aunque no queda claro cómo será el flujo migratorio de mexicanos hacia aquel país; cuáles son o serán los acuerdos en esta materia; cuál será el beneficio para los mexicanos -16 millones- que viven en EUA…
Al gobierno mexicano le interesa mostrar a los mexicanos que las relaciones con el nuevo gobierno de EUA no están dañadas luego de la reticencia del presidente mexicano para establecer contacto con el presidente electo demócrata y de haber apoyado abiertamente la reelección de Trump.
Biden será cuidadoso en mantener una imagen de buen vecino para sus ciudadanos y con los ciudadanos mexicanos. Pero él y su gente anotaron “la amistad” entre Trump y AMLO, y los apoyos mutuos que se brindaron, en particular durante la campaña electoral en EUA.
Dos o tres llamadas de unos cuantos minutos no definen el camino que seguirán las relaciones. Lo que está claro, siempre, es que Estados Unidos –cualquiera que sea su gobierno, demócrata o republicano—tienen sus propios intereses y buscan hacerlos prevalecer a toda costa.
Biden quiere garantizar la seguridad nacional de su país; quiere garantizar estabilidad en la zona; quiere mantener una sana relación con sus vecinos, toda vez que son parte esencial de su propia estabilidad de gobierno… Lo demás es parte del espectro de intereses de cada parte.
Esto es que, con base en datos publicados por el Buró de Estadísticas del Transporte (BTS) de Estados Unidos y en un análisis de Business Inteligence de Grupo T21 (BI T21), estos indican que en el primer trimestre del 2020, el valor del comercio entre ambos países fue de 147 mil 776 millones de dólares, por ejemplo.
Esto para los dos países es muy importante, pero sobre todo para México que vive una crisis económica de gran calado y que podría tener consecuencias funestas para el futuro del país y, por supuesto de la 4-T.
Esto es lo que importa. Como también muchos otros aspectos de la relación con ese país, que incluye lo dicho: migración, base legal y justa para trabajadores indocumentados; terminar con amenazas de aranceles especiales en favor de EUA y mucho más. A AMLO le importa, sobre todo, la estabilidad de su gobierno y la prevalencia de su 4-T.