No se acordaban que entregaron los bancos, los ferrocarriles, la industria eléctrica y por poco la petrolera al extranjero, hoy se acordaron de un nacionalismo que nunca tuvieron y resulta que les preocupaba que el gobierno más nacionalista que ha tenido el país en los últimos 50 años pudiera entregar los cielos mexicanos al extranjero, no se acuerdan tampoco que la aerolínea más grande de México en estos momentos prácticamente pertenece a capital extranjero.
Acusaban al gobierno de Andrés Manuel López Obrador de querer permitir el cabotaje en detrimento de una aviación nacional, que prácticamente ni existe, y no existe porque esos que hoy se dicen preocupados por la misma, se encargaron de destruirla, una aviación nacional que como muchas cosas en México era un botín sexenal para que el presidente en turno junto con sus amigos hicieran pingües negocios y así era la historia de cada sexenio, aerolíneas iban y venían, han sido más de 20 líneas áreas las que en menos de 30 años han aparecido y desaparecido del espacio aéreo mexicano, pero de eso no se acuerdan, no comentan nada ni critican nada, menos importan los pasajeros y empleados que han sido perjudicados por la zozobra en esa industria, pasajeros con boletos, viajes y planes que nadie les pagará y trabajadores con jubilaciones, vidas y proyectos que nadie les resarcirá.
Entre ese desastre de industria que era la aviación está el caso de Mexicana de Aviación que sea tal vez el mejor ejemplo de como la corrupción y las complicidades pudieron afectar a la aviación mexicana sin que nadie hiciera nada al respecto, ya la historia se ha compartido bastante así que baste decir que menos de 5 años, dos presidentes de la república y un empresario tranzas, fueron suficientes para acabar con la segunda o tercera aerolínea más antigua del mundo.
Y que cuando Felipe Calderón declaró el entierro de la misma nadie se quejó, nadie se rasgó las vestiduras preocupado por la aviación nacional y nadie, excepto algunos trabajadores, salió a gritar que se estaba realizando un fraude y una injusticia, fraude por el que no se sabe si los culpables como Gastón Azcárraga algún día pagaran.
De manera que ahora que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador propone comprar la marca para bien de México y hace una especie de “guiño, guiño” a los trabajadores para que recuperen algo de lo desaparecido, aquellos que antes callaron y hoy incluso siguen aplaudiendo a quienes los despojaron, se quejan de cuantas barbaridades se les ocurren.
Tal vez la única observación al proceso sea que pensando precisamente en el bienestar de los trabajadores se presente un poco más de capital pues motivos y bienes para justificar el aumento en el pago los hay, título de concesión, rutas y slots podrían ser intangibles que permitan a las autoridades otorgar a los trabajadores un cierre más decoroso, de ese ciclo tan doloroso.
Y a los extraterrestres, primero investiguen, después opinan.