Centenares de trajes, camisas y zapatos. Pero pocos, muy pocos pantalones hay en el vestidor de Andrés Granier, ex gobernador de Tabasco, a quien sólo le faltaría decir que estaba “bolo” –borracho, en el slang de esa entidad– cuando él, sus familiares y colaboradores asaltaron las arcas federales y estatales.
Como ciudadanos, hemos asistido frecuentemente al afloramiento de repugnantes ejemplos de corrupción, germinados en esa zona en la que confluyen el desarrollo de las políticas públicas y la actividad económica privada.
Nos desconcertamos ante ello, pero también ante la reacción de los partidos políticos cuando uno de los suyos es investigado, pues a toda costa tratan de deslegitimar la investigación atribuyéndola a oscuros fines conspirativos, y proceden entonces al ataque personal a los investigadores y, por si fuera poco, a cuestionar a las instituciones de persecución penal así como de los instrumentos de investigación, sin importar el perjuicio que ello puede generar en la lucha contra el crimen en general y el organizado en particular.
En el caso de Granier, nadie discute que la presunción de inocencia es más que un derecho subjetivo, ya que tiene la condición de premisa indispensable de una sociedad civilizada, pero las pruebas hasta ahora acumuladas en su contra son apabullantes. Y lo mejor –o peor, si se mira desde otra perspectiva– es que él mismo las ha aportado.
La conducta que hoy enjuicia la sociedad, antes de que puedan o deban hacerlos las instituciones, no es la del ciudadano Granier, sino la del gobernador de Tabasco de 2007 a 2012. Contra el ciudadano Granier no hay nada que no sea el mal gusto de presumir su fortuna ante sus empobrecidos guardaespaldas, que lo grabaron y difundieron sus boludeces.
Pero en el caso del político que gobernó a la entidad del sureste lo que existe es presunción de ausencia de responsabilidad y, sobre todo, de probidad.
Una deshonestidad que, incluso, puso en peligro la vida de muchos tabasqueños.
INUNDACIONES Y SALUD
La fallida Administración de Andrés Granier culminó con el resquebrajamiento del sistema de salud pública. Las noticias que de Villahermosa y de otras ciudades de esa entidad llegaban a todas partes era que no había medicamentos, ni siquiera recursos para alimentar a los enfermos hospitalizados. No había ya dinero en las arcas. Presumiblemente habían sido robados. La vida de muchos tabasqueños estuvo entonces en riesgo.
Pero el mayor escamoteo de recursos públicos, cuentan en Tabasco, se dio cuando en 2007 la entidad enfrentó las peores inundaciones que se recuerden –merced a la corrupción en CFE, pero esa es otra historia–, dejando como saldo más de un millón de damnificados y pérdidas económicas por el orden de los 33 mil millones de pesos.
Esta catástrofe fue una de las más conocidas en la historia reciente, no sólo por el daño causado, sino también porque trajo mucha controversia ya que muchas entidades, estados e incluso países aportaron grandes sumas cantidades de dinero como apoyo al estado, el cual el gobernador dijo invertirlos en un plan hídrico para evitar una próxima inundación en el estado, el cual en su sexenio nunca se llevó a cabo dejando dudas de sobre el destino de enormes cantidades de dinero.
Posteriormente en 2008 volvió a enfrentar inundaciones en la región de Los Ríos y, en 2009, en la región de la Chontalpa.
El famoso plan hídrico, a final de cuentas, consistió en millares de costales de arena colocados a la ribera de los afluentes. Nada más.
Muchos trajes, muchas camisas, muchos zapatos, pero pocos pantalones los de Granier quien ha montado toda una estratagema para hacer creer que sus colaboradores y aún los colaboradores de aquellos son víctimas de violaciones a sus derechos humanos, cuando él fue el principal violador de esas garantías al poner en riesgo no sólo el patrimonio, incluso la vida de muchos de sus dizque gobernados, ¿o no?
Índice Flamígero: En el municipio quintanarroense Solidaridad, el candidato priísta a la alcaldía, Mauricio Góngora, ha dado muestras de conocer, como pocos, los nuevos recursos de comunicación política. Buena parte de su penetración está dada en las llamadas redes sociales, donde acumula seguidores y apoyos que se verán en las urnas el próximo 7 de julio. Bien.