Es sobradamente sabido que el sistema neoliberal que nos golpeó y gobernó en el pasado reciente, tuvo bajo sus servicios múltiples Procuradores, Fiscales, Agentes del Ministerio Público, Policías, Ministros, Magistrados y Jueces de naturaleza sumisa y servil, esos ministriles se encontraban al servicio del sistema, al cuál invariablemente protegieron con sus resoluciones, a cambio de ello el neoliberalismo los promovía, pensando erróneamente que con eso a futuro alcanzarían lograr inmunidad e impunidad.
Esos funcionarios del ámbito de justicia, se encontraban ALIENI IURIS lo que significa en castizo lenguaje como “sometidos al poder de otro”.
A CONTRARIO SENSU en ésta Cuarta Transformación de la República, se pretende y aún no se logra a plenitud, que los servidores públicos en el ámbito en el que la ley debe de actuar deben de ser independientes y por sobre todo responsables.
Desde un punto de vista de sanidad constitucional, esos funcionarios no deben de ser independientes para actuar de manera injusta, corrupta, ignorante, o para abstenerse de cumplir y hacer cumplir a cabalidad los postulados insertos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, o para oponerse en su caso a los objetivos democráticos de ésta Cuarta Transformación y por sobre todo de la justicia que se prevé y exige en el espíritu de la Carta Magna.
En nuestras añoradas aulas universitarias, nuestros más grandes mentores entre los que por nombrar algunos destacan García Rojas Rojina Villegas, García Villalobos, Mondragón Guerra, Sánchez Cordero, De Buen Lozano, Lagunes, Castellanos Tena, Martínez Lavalle, Burgoa Orihuela, Hernández Silva, Franco Guzmán, y otros igual de grandes, siempre, pero siempre nos hicieron entender que la independencia es un requisito indispensable y debe estar obligadamente al servicio de la Democracia, de la Justicia, de la Legalidad y, por tanto, al servicio del pueblo, de la Soberanía que radica en ese pueblo. No obstante esos preclaros conocimientos fueron olvidados, desechados, pisoteados por la corriente del neoliberalismo, fueron desdeñados, ahora se sabe, por la influencia e infiltración de cáncer de la corrupción y de la narcopolítica.
Recordaré siempre mi última conversación en su casa de Michellet, con Don Luis de Gonzaga y Sevilla que fuera mi Presidente de la Academia Mexicana de Derecho Internacional. Me dijo con inocultable tristeza “el Derecho y la justicia se están perdiendo con el neoliberalismo, lo están venciendo las razones de Estado que mal argumentan”. Don Luis, otro de los más grandes, hasta la saciedad nos suplicaba a Humberto Hernández Haddad a quien esto escribe, estudiar el pensamiento del Ilustre Jurista Estadunidense Charles Evans Hughes, expuesto en su obra “Suprema Corte de los Estados Unidos”, 1946, editado en México posteriormente por el Fondo de Cultura Económica, quien claramente expuso: “Si se coloca en Tribunales a hombres consientes, escrupulosos, capaces e independientes, con recidumbre ideológica, tendremos jueces dignos”.
Bien puede decirse en similar orden de ideas que el neoliberalismo de aquella malograda y superada época afectó mucho nuestra justicia, en virtud de que nuestras instituciones encargadas del cumplimiento y ejecución de la ley no se encontraron libres del Control del Ejecutivo y de los Partidos Políticos. En ésta Cuarta Transformación se debe y así tiene que ser, sostener con firmeza los principios políticos fundamentales y propios de la voluntad popular, pero los funcionarios encargados de procurar e impartir justicia deben de encontrar absoluta libertad de cualquier influencia de las autoridades, de los partidos políticos o de cualquier presión visible o invisible del Estado.
Nuestro texto constitucional pone especial énfasis en la independencia. La proclama con firmeza y hace de ella la clave de la regulación de la justicia. Exige a jueces, legisladores y gobernantes su responsabilidad y su sometimiento exclusivo a la Ley.
Con el neoliberalismo nuestra Constitución fue olvidada, existía la superioridad política y jerárquica. Ahora ésta Cuarta Transformación está obligada y ello aún se espera, a retomar el camino. Aquí es donde va a residir la legalidad democrática: en el sometimiento a las leyes.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A.C..