FRANCISCO RODRÍGUEZ
Michael Korda definió con precisión las cinco etapas del poder: desearlo, pelearlo, obtenerlo, ejercerlo y finalmente, disfrutarlo. Es en relación al cuarto proceso, ejercerlo, donde se presentan las mayores dificultades, pues es ahí donde están las más grandes divergencias, dado que las acciones ejecutivas del ejercicio definen para qué se quiso lograrlo.
A últimas fechas se han pasado por las armas de la crítica los modos y maneras que, en un sistema político con poderes divididos durante los 25 años recientes, se logró finalmente concentrar en una sola persona la suma del Ejecutivo, más el Legislativo e inexorablemente, el Judicial. No podía ser de otra manera, el poder monolítico se impuso en México, como habían sido los usos y las costumbres de todo el proceso posrevolucionario. Pero…
El Ejecutivo es un desastre en el ejercicio a falta de rumbo, de programas y de propósito. El Legislativo, con mayoría aplastante en la Cámara de Diputados y suficiente en la de Senadores, subutilizado, al servicio de corcholatazos, ocurrencias y sin sentidos. El Judicial, sumergido en un mar de corrupción y prevaricato, puesto para lo que sigue.
En los bolsillos de la gente, en desmedro de las esperanzas depositadas en la última elección general, se siente un cúmulo de desconfianza y de incertidumbre sobre la razón de tanta acumulación de poder, toda vez que las grandes o pequeñas decisiones obedecen a la revancha política, al desatino o al resentimiento social.
En seguridad pública, la GN apunta a un rotundo fracaso
Nadie en su sano juicio puede argumentar razones sólidas de la concentración del poder en México, después de un largo vacío de vida nacional regido bajo la batuta de un solo dedo. La pregunta sigue siendo: ¿para qué se quiere el poder?, si está a la deriva, ejercido con las mismas conductas y procedimientos de los que dicen que se fueron.
El país está ensangrentado. Los delitos provenientes de la delincuencia organizada, el narcotráfico, las bandas asociadas o complicitadas con los poderes públicos siguen actuando como si nada hubiera cambiado en el panorama político. La concentración de Fuerzas Armadas en la Guardia Nacional ha sido un rotundo fracaso.
A falta de programas de seguridad pública y nacional, todo se ha convertido en bastonazos de ciego, reduciendo al Estado y al poder a una especie de fantasma que ronda por los rumbos del país sin objetivo y sin resultados. Las cifras criminales rebasan con mucho a los países que transitan en medio de guerras civiles y de crisis humanitarias.
Giras, pretexto para el abandono de responsabilidades
La corrupción impera incontenible en todos los ámbitos de la vida pública. El cáncer se ha extendido sin recato, a todo lo que da, en donde se vea. Las comisiones, entres y moches, al igual que el soborno y la extorsión ya tienen una carta de naturalización que se pretende, sin éxito, ocultar.
No hay ni una pizca de gobernabilidad democrática ni de vida institucional, salvo las que la administración presume con sus “otros datos”. Los poderes, las instancias y las delegaciones, andan como burro sin mecate, mientras el Titular del Ejecutivo se la pasa en giras inacabables, como si constituyeran un pretexto ideal para el abandono de sus responsabilidades.
La obra pública y el empleo consustancial han sido dejados en manos de los aparentes adversarios neoliberales del régimen, en mayor medida que cuando ganaban las elecciones con sus candidatos títeres. El Estado ya no pegará ladrillos, ahora se dedicará a cubrir los déficits presupuestales, acudiendo a la cacería de brujas sobre los causantes cautivos, empresarios menores y proverbialmente generadores de empleo.
Caciques sindicales, como Johnnie Walker: tan campantes
La administración, estrenada como agencia expendedora de chatarra, ha fallado hasta en una simple venta del avión presidencial y de toda la flota aérea del Estado. Se está fallando en todo. Se esgrimen conceptos ridículos sobre la seguridad nacional, en pro de la construcción inopinada de un aeropuerto en Santa Lucía.
Los caciques sindicales, atrabiliarios y defraudadores de las grandes riquezas nacionales, andan campantes, como Pedro por su casa, blindados y exonerados por el propio gobierno que prometió en campaña vengar las afrentas. Aunque se diga lo contrario en los shows mañaneros decadentes, son los amos de la democracia sindical, adalides de la patria.
El país, azotado por el estancamiento y la recesión económica
Más del noventa por ciento de las universidades públicas, en paro generalizado y en protesta por el abandono presupuestal de las obligaciones estatales. La educación superior naufraga sin remedio, mientras la educación obligatoria se pone en manos de vándalos con cabezas de chorlitos.
Los líderes venales siguen siendo objeto de reconocimiento, como las concesiones peñistas de las noventa y seis termoeléctricas que construirá, anticonstitucionalmente, el SME de Martín Esparza en el Valle de México. Como los negocios de los contratos colectivos en las industrias eléctricas, ferrocarrileras, refresqueras, y todo lo que usted añada.
La economía pública, el manejo presupuestal, los programas económicos, a pique. El país azotado por el estancamiento y la recesión, reconocidos oficialmente, deberán abrir paso a la escasez y la hambruna que se espera tras el fracaso de las medidas agropecuarias para desincentivar la producción del campo, los mares, las costas y el territorio.
Sin inversión pública, tampoco ha habido inversión privada
A la escasez de dinero circulante, la falta de medicinas y vacunas, la ausencia de programas productivos, hay que sumar que el país está de rodillas ante Trump, sin deberla ni temerla. Todo, a la expectativa de un Tratado comercial que beneficia sólo a pequeños grupos de exportadores automotrices y de cultivos por arriba del poder adquisitivo de la mayoría de la población.
La falta de inversión pública ha jalado hacia la nulidad a la inversión privada. Los empresarios nacionalistas no tienen para dónde hacerse en este mar de confusión. A falta de pequeñas garantías de conducta gubernamental, lo que quieren es que esta pesadilla termine, y puedan llegar otros que sepan de qué se trata un ejercicio real de gobierno.
No hay signos vitales en la Nación. Los que había ya no están. El sistema está en agonía, aquejado de una parálisis institucional, social y productiva como nunca se había visto en regímenes autoritarios, monocordes, presidencialistas de viejo cuño, reaccionarios y aletargados.
AMLO concentró todo el poder y no le sirve para nada
Entonces, la pregunta subsiste: ¿para qué se quiso concentrar el ejercicio del poder, si no sirve para nada? Los viejos errores de los sistemas caducos y decadentes suenan hoy como grandes logros de estadistas consumados.
Lo que hay es una feria de pueblo desangelado, una carpa ñoña que quiere presentarse como una Transformación que ni quienes la proclaman saben con qué se come.
Definitivamente, muchos, millones piensan que estábamos mejor, cuando pensábamos que estábamos peor.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Hace poco más de un mes, Jan Jarab, representante en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH), pidió al Legislativo ser contrapeso, pues todo estará perdido si un solo hombre ejerce los tres poderes. Citando a Montesquieu afirmó: “Todo estaría perdido si el mismo hombre —ya sea de nobles o de pueblo— ejerza esos tres poderes de hacer las leyes o ejecutar las resoluciones públicas y el juzgar los crímenes”. + + + Ante la controversia que se suscitó a raíz de la propuesta de Ley contra el uso de facturas falsas y las empresas fantasmas impulsada desde el Senado de la República, que generó desconcierto y mucho temor entre los contribuyentes al equipararlos con los verdaderos delincuentes que evaden la ley, el presidente Andrés Manuel López Obrador escuchó la preocupación y reclamo de millones de contribuyentes del país, que demandaron que fuera justa y no criminalizara en automático y por errores a quienes sí cumplen y pagan religiosamente sus impuestos. AMLO instruyó a las autoridades de Hacienda para trabajar y llegar a los acuerdos necesarios con el Congreso, parar lograr los cambios necesarios en la iniciativa presentada. Sin duda se trata de una decisión que no solo nos habla de que en México se vive en un Estado de Derecho, sino que se confirma que el Presidente escucha y atiende las demandas de toda la gente.
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