Eduardo Sadot
Poco conoce la población en su mayoría de política, a pesar de que se diga que México es un pueblo politizado, sí, pero eso no le hace ni conocedor ni experto en temas que en el fondo son de su más profundo interés, la diferencia entre la información (doxa) y el conocimiento (epistemología) es la superficialidad de información o profundidad de conocimientos, desgraciadamente, la mayoría de los mexicanos solo conocemos lo elemental de los temas, sin profundizar en el análisis o pasarlos por el tamiz de la crítica y revisión cuidadosa, ello, por falta de tiempo, interés o elementos de juicio.
En los países democráticos evolucionados, en muchos casos fundamentalmente en los sistemas parlamentarios – que aunque el mexicano no es un sistema parlamentario cuya particularidad es que los funcionarios del gobierno “función ejecutiva” de los primeros ministros, surgen de su legislatura o parlamento, a diferencia de México, que es electo por todos los ciudadanos, la Constitución establece: que el Poder Ejecutivo llamado presidente de la república, cuya función sustancialmente ejecutiva o administrativa, es electo por voto directo y popular. Nos cuesta trabajo entender – quizá nuestra cultura futbolera influya en nosotros – que nos hemos vuelto radicales o somos chivas o americanistas hasta la muerte, que por similitud transmitimos ésa afición – que raya en el fanatismo – a los temas políticos y partidos políticos, sin comprender sus diferencias y confundimos el tema de ideologías con dogmatismo, es por eso que cuesta trabajo ver juntos a partidos que tradicionalmente hemos visto antagónicos. Me explico, se puede tener una ideología definida coincidente con un partido político, pero se debe tener presente siempre que el comportamiento de los partidos, no necesariamente coinciden en la práctica con sus simpatizantes o su militancia y habrá que reflexionar y revisar cuidadosa y responsablemente cuando es el caso y cuando no lo es. Cuando estamos frente a principios ideológicos inclusive prácticos – realpolitik – y cuándo se están adaptando principios ideológicos o cuándo, se ha pasado a la parte dogmática – de fanatismo y aceptación de creencia irracional – sin realizar un análisis y autocrítica en aras del perfeccionamiento o del aprovechamiento de una oportunidad o ventaja cuyo fin sea superior – la Patria – o si responde a un criterio de vulgar oportunidad en la lucha por alcanzar el poder o surge como respuesta al clamor social de un cambio con transparencia, responsabilidad e inclusión.
El caso de Uruguay, lograr en una alianza la unidad en la diversidad entre 37 partidos y en México, lograrlo con menos partidos es un reto, manteniendo sus identidades ideológicas, para consolidar una alianza, aclarando las reglas aliancistas para el acceso al poder, ah pero también dejar claras las reglas en el ejercicio de la administración pública, privilegiando las necesidades sociales, el clamor social – como el manifestado el 26 de febrero – exigiendo la viabilidad de la alianza con responsabilidad y compromiso.
Esa es la tarea de unirse en alianza, que impulsan y construyen los partidos de oposición, sus líderes y la sociedad civil, que se ha manifestado y alzado con su participación en una convocatoria por preservar la democracia, la armonía, y reconstruir el camino del crecimiento y desarrollo de todos los miembros de la sociedad, sin distingos de clase ni discriminación de sectores, México está en el proceso de definiciones, que pueda alumbrar un sistema mixto o ecléctico mezcla de parlamentarismo y republicanismo, pero no el bipartidismo que pretende en Palacio. De ése tamaño es el reto, para todos.
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