Eduardo Sadot
México ha pasado paulatinamente de un país de jóvenes a un país de la tercera edad, las políticas de control de natalidad de los años ochenta y noventa – hoy abandonadas – surtieron algún efecto. El incremento de la expectativa de vida, el avance en las medicinas, el mejoramiento de la calidad de vida, ofrece a la humanidad un escenario sicosocial y económico diferente.
En generaciones anteriores los adultos de manera natural asumían la responsabilidad de las nuevas generaciones, era común el discurso de que la niñez y la juventud son el futuro de los pueblos, sí sigue siendo, pero el futuro de la niñez, de la juventud y de la madurez es la tercera edad. Por eso podemos afirmar que “Pensar en la tercera edad es pensar en el futuro” y todo lo que se implemente para la tercera edad, significa la comodidad y el confort en el futuro.
El estilo de vida de la tercera edad implica hábitos, costumbres, adaptación y nuevas actitudes.
Desafortunadamente no todos los políticos, aún los de la tercera edad lo entiende, muchos casos como el de Olga Sánchez Cordero se mantienen insensibles las causas populares y mucho menos a las necesidades de la tercera edad, a pesar de formar parte de ese grupo, recientemente la exministra y senadora sorprendió su insensibilidad e ignorancia hasta de sus antecedentes familiares, por ejemplo tuvo la ocurrencia mal intencionada de pretender imponer límite de edad al ejercicio de los notarios, aún cuando su padre, su hermano y su esposo son notarios y rebasan los setenta años, y que su padre a esa edad la mantuvo y gozaba plenamente de sus facultades para ejercer su función, pues esta mujer insistía en modificar los límites de edad.
El caso de ingratitud e ignorancia de Olga Sánchez Cordero, se reproduce en otras áreas del universo de la administración, pública o privada, entendible también quizá por alteración mental senil, pues no hay manera de encontrar otra justificación, pero no sucede así en todos los casos.
Pocos partidos políticos, como instituciones han reconocido la importancia de su aprovechamiento laboral y la experiencia que se desperdicia por falta de reconocimiento y de oportunidades.
Con el incremento de la expectativa de vida, hay muchos ejemplos del desaprovechamiento del recurso humano tan necesario y útil en la vida económica y política de un país.
Es el momento de retomar los beneficios de la experiencia y la condición de quienes después de los setenta años, se encuentran en condiciones de seguir aportando su trabajo en beneficio de la sociedad.
Es curioso también que en algunas universidades desprecien y desechen el valor de la experiencia de los adultos mayores, algunos casos insisten en impulsar el retiro de viejos maestros para “abrir espacios” a las nuevas generaciones, que hasta se presuma la llegada de jóvenes, cuando el magisterio es, una área que debe nutrirse de la experiencia de los adultos mayores.
En los partidos políticos como el PRI, es el momento de replantearse su reconocimiento y aportaciones, quizá sea el único partido que pueda plantear la necesidad de elevar a categoría de Sector, la secretaría de la tercera edad, Lucia Ramírez, en ello como en otras cosas el PRI mantendría su liderazgo en las causas sociales, así evitar condenarlos a la inactividad y por falta de ocupación a la muerte.
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