Eduardo Sadot
Es famoso el cuento de las ranas en una olla de agua hirviente, si se ponen cuando está fría el agua, no perciben que la temperatura aumenta, así, pueden cocerse sin darse cuenta, pero si las meten a el agua hirviendo sí, brincan y huyen.
En México ha sucedido algo similar, todo comenzó con la primer mentira, con aquella de “soy honesto” diciéndolo la misma persona que se ostenta honesta, pasó inadvertido – por la necesidad, en el inconsciente colectivo de seguir a quien ofrezca honestidad – sin cuestionar la primer mentira, por el hartazgo de no ver en el horizonte honestidad – le creemos al primero que nos diga que lo es, sin cuestionar si lo que nos dice es verdad o no y de ahí, el principio de si me crees la primer mentira me creerán todo.
El primer engaño y la primera traición, comenzó con eso, luego el “solo traigo doscientos pesos”, después en la cara de todos “no es necesario más que un par de zapatos ¡viendo el cambio de zapatos y ropa diario! Siguieron creyendo que con un par de zapatos basta mientras la familia imperial con tenis de miles de pesos – ahí también justificaron los abusos familiares por ser menor de edad – la evidente atención del infarto en un hospital costoso en lugar de un hospital público, y la gente ni cuestionó y lo creyó, luego hasta un accidente doméstico del hijo, que acudiera también a un hospital privado, sin que nadie lo cuestionara, después de eso, ¡todo lo creerán!.
El hartazgo llevó a la desesperación y búsqueda de quien fuera honesto y la masa ciudadana se dio por satisfecha en sus anhelos, que alguien les dijera “soy honesto” sin cuestionarlo y sin ver evidencias, porque no aceptarlo como verdad era seguir en la desesperanza y era un lujo que el populacho y gran parte de la ciudadanía no se podían permitir, era lanzarse al abismo de la orfandad, era aceptar la imposibilidad de que pudiera existir “una persona honesta” era mejor creer, que aceptar que no habían entre los mexicanos alguien que garantizara “la salvación”
De ahí se generó todo lo que vino después, los amigos, los compromisos que aprovecharon la popularidad y a su abrigo crecieron en política, muchos que sin eso, con su caudal de perversidad y corrupción, nunca habrían llegado a donde llegaron.
Ese populacho huérfano de justicia, hundido en la pobreza ve en la entrega de dádivas la solución fácil e inmediata a sus necesidades, así fueran centavos era el recibir en mano propia lo que nunca recibieron de nadie y “el benefactor” engaña otra vez, haciéndoles creer que “es él” quien hace el sacrificio y otorga las dádivas a su nombre, “para que sea a él” a quien le agradezcan y le deban los beneficios, callándose todos “convenientemente” el origen de las dádivas, que viene de los impuestos de los causantes cautivos, que subsidian el dinero.
Luego “mano generosa… mano poderosa” las dádivas fueron cargos y candidaturas, sin importar capacidades, solo servilismo, ¡la patria no importa! la ¡administración no importa! mientras sirva para acrecentar y conservar el poder así, ya la nueva casta empoderada y “borracha de poder y dinero” ellos solos harán hasta lo imposible, para que no los muevan de ahí. Así, el discurso a la burocracia “si perdemos la elección te corren” así que ve con tu familia y tus amigos para que apoyen y los apoyos se reparten entre incondicionales.
Así se robaron todo, lo de mantenimiento. lo del FONDEN ahora en inundaciones y huracanes tan necesario, los fideicomisos, Organismos autónomos, Poder Judicial, elecciones, derecho a modificar la constitución, vidas, libertad, seguridad, y además aliados a la delincuencia, ¡todo! Y si los gobiernos de los Estados quieren migajas de poder y dinero, que garanticen el voto a favor de MORENA y hasta los hacen embajadores. Hasta ahí vamos y hasta donde vamos a llegar ¿y hasta cuándo?.
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