La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Todo era cuestión de aguas, sí, de que volvieran a su nivel
Previo a la decisión, sobre la entidad en la que Tesla invertiría en una mega fábrica, el presidente López Obrador, volvió a perder la oportunidad de guardar silencio y sentenció que dicha factoría debía ser instalada en el centro o sureste del país, ya que, en Nuevo León, no hay agua suficiente.
Desde luego, ciertas filtraciones indicaban que, el norteño estado, sería el elegido por Elon Musk, para producir los sofisticados autos eléctricos, lo cual no agradó al tabasqueño, que impulsaba a Hidalgo (y el AIFA), como el lugar idóneo para la súper inversión.
El asunto era sencillo, de decantarse por la zona metropolitana de Monterrey, el gobierno federal negaría los permisos de la CFE y de CONAGUA, lo que daría al traste con el proyecto, con lo cual, los neoloneses, se quedarían con un palmo de narices.
Sin embargo, la apuesta presidencial fue muy alta y el blofeo no funcionó, en virtud de que el magnate habría revirado con uno más contundente: aceptan mis intereses o los dólares emigran a otra región del mundo.
Así las cosas, después de una video conferencia con el también dueño de Twitter, el asunto quedó zanjado y, finalmente, se cumplió lo que se pronosticó desde un principio.
Si el señor presidente, entendiera la lógica de funcionamiento de los enclaves económicos, se habría ahorrado la exhibida y que todos preguntemos: ¿quién manda aquí?