Eduardo Sadot
Son tantos los mexicanos asesinados, que pareciera que se ha reforzado la frivolización de la muerte, signo de los tiempos modernos con la ayuda de los medios de difusión y los programas de violencia que han acostumbrado a la sociedad a ver la muerte en los asesinatos como parte de la vida cotidiana. Uno dos o cincuenta muertos son igual de graves o trascendentes o intrascendentes, las cifras, por muchas que sean, a la distancia terminan atenuando o agravando el impacto social, dependiendo de la cercanía de las personas de donde se den los hechos, no impacta igual el asesinato de una o miles de personas del otro lado del mundo, que la muerte de una sola persona vecina o cercana al lugar donde se habita.
También varia su impacto dependiendo de los rasgos de similitud o identidad entre los individuos, no afectará de igual manera la muerte de un médico dedicado a atender a los pacientes de la pandemia, entre los médicos, que a un periodista asesinado y su efecto entre los periodistas y, en consecuencia, tampoco será igual para los diversos sectores de la sociedad.
Es por eso, que la muerte de un periodista alarma, alerta, llena de tristeza y temor o compasión a quienes ejercen la misma profesión. Pero las condiciones o magnitud de los homicidios y la manera de que sea expuesto el hecho a la sociedad, puede provocar indiferencia o enardecer a una comunidad o a un país.
La lista de periodistas asesinados es muy larga hasta los tres últimos asesinados en lo que va de éste año 2022: José Luis Gamboa, en Veracruz, del diario digital, Inforegio el 10 de enero; Margarito Martínez Esquivel, de Tijuana Baja California, del Semanario Zeta, asesinado el 17 de enero de éste año; Lourdes Maldonado, en Baja California, del Semanario Zeta, asesinada el 23 de enero también de éste año. Todos en un lapso menor a los catorce días.
Atrás de cada crimen, hay una hija, un hijo, una esposa, un esposo, una madre un padre un compañero, un amigo huérfano, no necesariamente un hijo, porque la orfandad – que es la carencia de alguien – produce el efecto igual de soledad y desamparo en las personas que le conocieron, apreciaron o amaron.
Pero la orfandad social por la ausencia de un periodista, puede ser menos sufriente afectivamente para la sociedad inclusive que un artista querido socialmente, pero el daño y vació es mayor, porque lo que escriba, diga en audios o en imágenes, son el reflejo cotidiano de un periodo de la historia de un pueblo, de una comunidad o de un país, de una época, cuyo testimonio a la larga, conforma la memoria colectiva y la historia.
A veces la sociedad se muestra impasible ante la muerte de periodistas, quizá no les toque las fibras más sensibles del sentimiento, pero no por eso, esos asesinatos, les hace menos trascendentes.
Muchos de esos asesinatos, son producto del odio, la división y el rencor sembrado desde Palacio, en las consciencias de quienes no ejercitan sus mentes en la crítica, el análisis y la reflexión, son los fácilmente impresionables, que reaccionan impulsivamente al primer estímulo de sus emociones, muchos de los asesinos, son manejados desde mentes perversas que conscientemente saben y conocen las consecuencias nefastas de sus palabras y su efecto asesino, no verlo así, es querer ocultar lo inocultable. Finalmente, los asesinos saben que recibirán abrazos, lo que campea en el fondo es: si matan a periodistas que son conocidos más que el ciudadano de a pie, que esperan los albañiles que sufren el cobro de piso los sábados, el día de su raya.
sadot16@hotmail.com
Twiter: @eduardosadot
Instagram: eduardosadotoficial