El desarrollo de las presentes líneas lo vamos a concretar diciendo: todo sistema de gobierno totalitario desconoce, atenta, destruye, impide y corrompe la justicia.
Hace milenios San Agustín de Hipona, quien siempre se distinguió por defender la libertad y la existencia de una sola voluntad, expresaba: “que la única diferencia existente entre una asociación política y una agrupación de delincuentes era la justicia”.
Aquellos sistemas cuya forma de gobernar sea absolutista es, según el parecer de San Agustín, una asociación de agraviadores de la ley que actúa y detenta el poder por encargo del líder, que resulta ser el jefe de esa proterva hermandad.
El primer paso de la Cuarta Transformación de la Nación cimentó la plenitud de su poder político en la realización de acciones tendientes a nulificar los verdaderos controles legales e institucionales, tan es así, que su líder Andrés Manuel López Obrador de manera vergonzosa expresó: “a mí no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”.
Esa forma de prescindir los destinos de nuestra Nación por parte de quien fuera el Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, convirtió su poder en un poder irresponsable, insensato y arbitrario o, lo que es lo mismo, ofensivo al Estado de Derecho, a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y a sus Leyes Secundarias.
Después de proponer y obtener su Reforma al Poder Judicial Federal, Andrés Manuel López Obrador, en sus tribunas mañaneras proclamó: “el pueblo sabio (que soy yo) ha actuado con una gran responsabilidad política, moral e histórica de todo aquello que ha acontecido”. Quedo así aperturado y expedito el camino para la impunidad política. Así quedó “jurídicamente” organizada la gobernanza del crimen al servicio de la voluntad de Andrés Manuel López Obrador y sus secuaces, como un Estado de excepción permanentemente liberado de los cotos que con anterioridad le imponía la Carta Magna y la Ley de Amparo Reglamentaria de los artículos 103 y 107 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Desde ese preciso momento la Cuarta Transformación de la República se convirtió en un Estado exento de control e inmune a la ley y a la justicia.
Desde el Movimiento de Regeneración Nacional, Andrés Manuel López Obrador proclamó a los cuatro vientos que “a mí no me vengan con los cuentos de que la ley es la ley”. Nunca cambió en su forma de pensar para destruir a la justicia y a sus instituciones.
México en muy cercana fecha tendrá jueces, magistrados y ministros de todo talante, cualquiera que sea su moral y conocimientos. Ya lo dijo un general de tres estrellas “queremos formar una milicia de abogados, una milicia de la justicia, unida a los ideales firmes de la Cuarta Transformación de la Nación para llegar al Estado que cimentó nuestro caudillo López Obrador”.
La pregunta sin respuesta es ¿Porqué se perdió la regla general que refiere: “donde quiera que exista un derecho y ese derecho sea vejado habrá que hacer valer ineludiblemente una defensa imprescindible para tutelar absolutamente ese Derecho”?.
Es cuánto.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho Penal
del Colegio Nacional de Abogados Foro de México, A.C..