Con sus formas irreverentes que tanto molestan a nuestra mecánica y sobre actuada clase política, Javier Corral tomó protesta como gobernador de Chihuahua y, como lo hizo en campaña, prometió en plena ceremonia, cárcel a quien haya quebrantado la ley en el gobierno anterior. Corral, de entre todos los gobernadores que han llegado al poder en los últimos años, es aparentemente quien menos compromisos tiene con cúpulas del poder.
Ha sido de los pocos políticos que se han atrevido a retar a las televisoras mexicanas, quienes han sido acusadas de controlar los hilos de la política en nuestro país; y éste no es un detalle menor pues todos hemos sido testigos de cómo personajes de alto perfil han doblado las manos ante tal poder.
De manera que el gobernador Corral tiene ante sí la oportunidad, de mostrar a los demás gobernantes que no debe haber medias tintas en hacer cumplir la voluntad de un pueblo que clama justicia.
En un país gobernado por simulaciones, de cumplir con lo prometido, su carrera política puede tomar tintes interesantes encausándose hacia la dirección que los mexicanos quieren para su país, y las acciones que esperan de sus funcionarios; muchos mexicanos que no siguen la política poco saben de él, pues en nuestro tele novelero país mediante su veto, las televisoras han creado su versión del ostracismo griego.
Cuantas veces no hemos oído exclamar a alguien, “no creo, no salió en las noticias”.
¿Será Javier Corral el involuntario caballo negro del pueblo mexicano o será otro más de sus simuladores?
No nos falles Javier.
Jorge A. Barrientos
El mexicano está tan ávido de hombres medianamente buenos en la política– no decimos buenos porque sería pecar de optimistas–, que cualquiera al que se le percibe poquito menos contaminado, deseamos que haga buen papel en su desempeño. La mayoría de los mexicanos, estamos como los fanáticos religiosos que todas las expectativas y las esperanzas las depositan en una deidad imaginaria, que consideran tan real como si la estuvieran viendo o palpando. Es la necesidad imperiosa que se tiene de tener a alguien en un cargo público que no sea tan inmensamente corrupto y nefasto; es una sed como la del naufrago perdido en el mar, o como alguien que se ha perdido en lo más alejado del desierto. ¡ Es realmente patético… !
De acuerdo con usted Rodrigo, pero no es tanto por necesidad si no mas por la esperanza en que de un momento a otro una nueva generación de políticos venga a cambiar la imagen decadente que la gente tiene de sus dirigentes, hay que recordar que ya México ha tenido excelentes políticos y funcionarios, no tiene porque no haber nuevamente, solo hay que recuperar el rumbo.
saludos y gracias por su comentario