Luis Farías Mackey
08 x 21
No es problema de gustos o afición, es de significado.
Las palabras pesan, a veces hieren, otras matan. Las hay que estigman, condenan, pero casi siempre confiesan y delatan.
Deja hablar de más a alguien y solito se condena .
Creemos que la palabra se devalúa por su uso excesivo, pero quien se desdora no es el vocablo, sino quien no lo respeta.
Porque las palabras, como las personas, demandan comedimiento.
Lo dijo de elegante manera Homero: cuida lo que salgan del surco de tus dientes.
Pues bien, cuando el presidente de la República dice: “no me gusta la palabra tolerancia, me gusta la palabra respeto”, aduce a gustos y confiesa convicciones y insondables contradicciones.
Respetar y tolerar, aunque no lo crea López Obrador no son sinónimos. Optar entre una y otra, dice más de que jamás hubiese querido delatar.
Respetar es venerar, considerar, tener miramiento o deferencia hacia alguien.
“¿Me van a respetar?”, gritó en instintiva reacción cuando se vio rebasado el sábado pasado en Huachinango, Puebla.
Quizás no pedía pleitesía, pero si miramiento a la ya traída y llevada “investidura” que cada día más se convierte en armadura y cara dura, y no en dignificación.
En aquel aciago sábado en Huachinango, no era el drama humano de los damnificados lo que preocupaba al presidente, cuanto el acato a su persona, de allí el “¿Me van a dejar hablar? ¿Me van a escuchar? ¿Van a guardar silencio? ¿Me van a permitir hablar? ¿Me van a respetar?”
Palabras contradictorias de quien es refractario a toda deliberación y pluralidad, de quien un monologo interrumpido frente al espejo de sus mañaneras.
Tolerar es distinto a respetar, aunque lo implique. Va más allá.
Quien tolera respeta, es decir, reconoce y considera a su otredad, pero, además, la conlleva con paciencia, aunque no la apruebe expresamente; la resiste y soporta sin rivalizar; pondera sus ideas, creencias o prácticas, aún y cuando sean contrarias a las suyas. Vive la pluralidad y el disentimiento, con respeto, sí, pero, más allá, con apertura, que las murallas respetan, pero no dejan pasar ni el aire.
Respetar es considerar; tolerar es avenirse.
El respeto aduce al otro en tanto entidad, la tolerancia en cuanto pluralidad y contrariedad inmanentes.
Se puede respetar al otro y no a sus ideas.
Por el respeto y salvación del alma ajena se quemaron en las llamas de la Inquisición cientos de miles de seres humanos.
López Obrador suele apostillar “con el debido respeto” antes de drenar toda su intolerancia contra quien se le ponga enfrente o ponga él enfrente.
Se puede, pues, con “todo respeto” no tolerar el parecer ajeno, cerrar toda interlocución y hasta matar por disentir.
Y ya lo hizo ver en su último libro Jesús Silva Herzog Marquez, no hay democracia sin contrapesos, no contrapesos sin pluralidad, ni pluralidad sin tolerancia.
Con todo respeto sea dicho. Digo.