Cuando pienso en la humanidad y sus calamidades, el recuento de los factores que nos dividen parecen interminables; religión, política, raza, genero, territorio, posesiones, riqueza, poder, mercado, virtudes, moral, costumbres, idioma, percepciones y hoy día más que nunca el acopio de pendejos.
Considero también que la ignorancia no es algo malo ya que puede corregirse, sólo hace falta una chispa de curiosidad con pizcas de voluntad e inquietud para iniciar el verdadero camino al conocimiento y a la única libertad posible. Pero hay quienes no obstante su inteligencia no pueden, no quieren, no les interesa, incursionar en tal periplo.
Si tan sólo la humanidad se reconociera en lo que realmente importa, conscientes e inconscientes.
Sin embargo todo está predispuesto para enarbolar nuestras diferencias, desde la estética hasta la sapiencia.
No importa que hipócritamente personas que dicen buscar la igualdad siempre terminan abrevando de las diferencias, así tenemos a católicos, cristianos, judíos, musulmanes, protestantes, luteranos, adventistas, socialistas, comunistas, republicanos, demócratas, etc, etc, todos y muchísimos más qué, en la búsqueda de la homogeneidad, encuentran siempre la discriminación.
Nos educamos atados a la magnificación de las diferencias, las competencias, los liderazgos, la compasión, el agrupamiento, la selectividad, la certificación, las calificaciones, todo aquello que reditúe finalmente una diferenciación entre mejores y peores. Nada que ver con la individualidad, el criterio, la empatía, el conocimiento… la edificación de la consciencia.
La gran mayoría parece estar dispuesta a lo que sea necesario para destacar en lo que irónicamente es la normatividad en la inconsciencia, católicos contra protestantes, marxistas contra troskystas, socialistas contra comunistas, neoliberales contra neoconservadores, pristas contra panistas, perredistas contra petistas, morenistas contra priistas, etc, etc. cada par son lo mismo, pero viven de crear grandes expectativas para marcar la engañosa diferencia.
Y cuando alguien verdaderamente asoma la linea de las “normas”, las alarmas suenan a sus alrededor por alterar la homogeneización de la estupidización reinante.
Lo iconos corrompidos de la conformidad, resignación, moral, legalidad se esgrimen con entusiasmo draconiano contra cualquiera que pretenda una verdadera revolución de ideas.
Más vale seguir pastando discriminación para alimentar el ego de una estúltica existencia plana que nos hermana en la estupidez.
¿Para que ir contracorriente? la mayoría parece tan feliz, que sería una idiotez dentro de la idiotez generalizada pretender cambiar el rumbo.
Reunámonos pues alrededor de los trozos que imbécilmente nos hermanan.
-Victor Roccas