Palabra de Antígona| Sara Lovera*
La semana pasada conté protestas articuladas desde las mujeres, ante la falta de escucha sobre su condición y la limitadísima importancia que los gobiernos, especialmente los de Morena, no les dan. Protestas contra la impunidad, falta de pagos, asesinato de médicas, carpetas de investigación inconclusas y actitud provocadora de las fiscalías que le echan la culpa a las víctimas de feminicidio. Esta situación está haciendo mella en serio.
En lugar de diálogo, hay indiferencia, discursos, justificaciones vacías y policías. Vi dos encapsulamientos en la Ciudad de México y un desalojo violento en el Lunes del Cerro, cuando la saxofonista María Elena Ríos sacó una manta denunciando al gobierno feminicida.
Alzaron su voz las futbolistas por discriminación y fueron encapsuladas por las Ateneas. También lo hicieron las colectivas anarquistas por la detención y apresamiento de dos mujeres, durante el desalojo de una oficina de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en abril, y otras tantas en Sonora, Monterrey y Morelia.
A tiempo, sucedió un hecho extraordinario que narra la periodista Soledad Jarquín Edgar de la decidida y permanente protesta ante la estulticia: “Una manta de 25 metros de largo con la leyenda ‘Oaxaca Feminicida’ fue desplegada la tarde del sábado en el atrio del emblemático templo de Santo Domingo de Guzmán, lo que sorprendió a cientos de turistas que pasaban por ahí, pero el más sorprendido fue Alejandro Murat Hinojosa, cuando una feminista logró la foto con él, mientras portaba un cartel con la cifra macabra de los feminicidios ocurridos en lo que va de su mandato —más de 667— y logró agriarle el último convite que presidirá como gobernador en las fiestas de la Guelaguetza”.
Se sumaron las voces, de muchas mujeres, indignadas, por el lamentable espectáculo de las votaciones-afiliaciones de última hora para elegir delegados y delegadas para el congreso nacional que prepara el partido gobernante, donde hubo, como antes, quema de urnas y “acarreos”. Son los nuevos heraldos de la democracia.
Panorama de conflictividad que debería preocupar a las autoridades. Hubo reclamos en Oaxaca de las empleadas del Programa de Apoyo a las Instancias de las Mujeres en las Entidades Federativas (PAIMEF), quienes durante seis meses no reciben salario, porque no hay los únicos recursos para la prevención de la violencia que recibían las secretarías o institutos de la mujer. Sus jefas no protestan, sólo aguantan.
Ante esas demandas, la cantaleta que escuchamos todos los días es: “No somos iguales”, eso “era antes”, ahora “no hay impunidad”. Igualmente, la semana pasada, el presidente Andrés Manuel López Obrador fue cuestionado por la periodista Reyna Haydee Ramírez, reportera independiente de Sonora. Escribieron algunos periodistas que lo “saco de sus casillas”, tras evidenciar que todas las mañanas periodistas “a modo” les siembran preguntas, les permiten hablar y a otras y otros los callan.
Insuficiente este espacio para contarles todo lo sucedido ante la impericia y la indiferencia. El enojo está llenando las plazas. Lo de Jalisco y la “autoinmolada”, además arrancó una protesta por change.org, del ciber espacio. Los diarios, virtuales y físicos, detallan los horrores, encarnados o con cifras, del tamaño del feminicidio y los agravios contra las mujeres: violaciones, abusos, hostigamiento, en todas partes.
Encima, las crónicas del abandono de la política de género y los recortes presupuestales que en seis meses han puesto a agonizar a refugios y programas, como ese de la Ciudad de las Mujeres, un proyecto integral no sólo contra la violencia de las más pobres en Tlapa, Guerrero, sino para sacarlas de la oscuridad, donde en la montaña las niñas son vendidas y maltratadas. Tres años y nada. Veremos…
*Periodista, directora del portal informativo semmexico.mx