Entre las muchas cosas que en México parecen no funcionar, para otra cosa que sólo enriquecer a una gavilla de aprovechados que se ha enquistado desde hace generaciones en el poder, creo la educación es la más relevante, se nos ha referido hasta el hartazgo que es uno de los ejes centrales del desarrollo de este país, y lamento decirlo pero es cierto, mantener en el conocimiento marginal y bien adoctrinados a millones de niños, jóvenes y adultos ha resultado la base de la kakistocracia (el gobierno de los peores).
Para nadie es un secreto que un pueblo ignorante es un pueblo sumiso y por ende indolente, por ello la educación en México se ha convertido en rehén de los intereses siempre mezquinos de la oligarquía.
Para mi, como para muchas otras personas es muy triste atestiguar que la orientación vocacional es inexistente o mejor dicho inducida de forma conveniente a los intereses del “bendito” mercado.
El ideal sería la identificación, seguimiento y apoyo de aptitudes excepcionales en un individuo hacia áreas de desarrollo personal como meta del bienestar social, justicia y equidad, pero nada más alejado de está utópica idea, en nuestro México neoliberal la “orientación vocacional” se ciñe a las ofertas laborales, las actividades de moda y las ocurrentes proyecciones de un gobierno/empresariado entregado a la corrupción y sus ganancias… siempre sus pantagruélicas ganancias cobijadas en la más profunda podredumbre.
En la búsqueda de una “profesión” los jóvenes mexicanos se enfrentan a las más tristes de las disyuntivas; “¿tendré un buen salario al terminar la carrera?, ¿habrá suficientes plazas para estudiar y laborar?, ¿podré sobrevivir con esa profesión?”, y en este punto de inflexión se conjuntan toda una serie de errores en la enseñanza que inevitablemente desembocan en la total disonancia entre lo que se quiere en la vida y lo que realmente existe, así… con brutal honestidad.
Con un estado fracasado, un ánimo social ríspido, falta total de justicia social, desigualdad e inequidad, evasión constante de los derechos humanos, explotación laboral, desempleo e informalidad rampantes, la elección de una carrera u oficio es francamente una moneda al aire.
Entre las carreras o profesiones más demandadas las de medicina e ingeniería son punteras, y por ello se esperaría al menos un país altamente desarrollado en salud e infraestructura, pero no, evidentemente no es el caso, nuestro pobre país está prácticamente en las últimas en cuanto a sanidad social y en la infraestructura basta con recordar las glorias de la ingeniería que nos vienen recetando desde hace décadas.
Incluso tenemos una pseudo-orientación vocacional basada en modas, recuérdese el “boom” de las carreras dirigidas al mundo de la computación como la de programador, carreras que se vieron atestadas de miles de estudiantes a quienes se les prometía un futuro laboral en el próximo “Silicon Valley mexicano”, lo cual desde luego nunca sucedió porque este apenas es un país post agrícola, como bien define Alfredo Jalife-Rahme, gracias al ejercicio ineficiente de gobiernos rateros corrompidos por el empresariado salvaje.
Actualmente experimentamos la moda de la carreras turísticas, ya que nuestro glorioso gobierno nos ha convertido en un territorio completamente turístico en donde los mexicanos podemos aspirar a servir diligentemente a nuestros huéspedes, evitando al mismo tiempo complejos y onerosos gastos en investigación, tecnologías y desarrollo de otras áreas clave para cualquier otro país del mundo excepto México, por ello la importancia “estratégica” de nuestros niños aprendiendo el inglés, porque no es lo mismo decir ¡bienvenido güerito! que ¡Welcome Mr. Fuckme!..
Y estos son sólo unos ejemplos muy ligeros de una realidad que ha lacerado y será una lesión muy grave para el futuro de este país, pocas o ningunas de las carreras que se ofrecen en el decadente sistema educativo mexicano podrán cumplir en corto, mediano y largo plazo con su principal cometido; generar un desarrollo de la sociedad en la mayor cantidad de rubros y no sólo en los que están de moda o son generados por el relumbrón de ocasión.
Que triste es observar a un joven ilusionado verse obligado a estudiar algo que no le satisface completamente o para lo cual no es apto, por motivos socioeconómicos, geográficos, por modas, por cantidad de plazas y peor aún; por falta de información real.
Estamos en el siglo XXI, el siglo de las comunicaciones, de la exploración espacial, las inteligencias artificiales, el genoma humano, el siglo post-industrial mientras aquí en México soñamos con “mostrarles como movemos la pancita” a los turistas güeritos para que nos lancen una moneda.
Somos uno de los paraísos del turismo sexual en el mundo, hemos entregado no sólo nuestras riquezas naturales, también la posibilidad para desarrollar tecnología propia, la capacitación de nuestros profesionistas termina beneficiando a empresas extranjeras que explotan nuestros recursos como la minería, ya ni hablar del petróleo, gas y próximamente recursos hidráulicos. La fuga de cerebros es vergonzosa, los programas de apoyo, becas y “la carabina de Ambrosio” tiene la misma utilidad.
Hierve la sangre tan sólo de pensarlo, atestiguarlo es ya insoportable, los intelectuales, líderes de opinión, sesudos cantamañanas y agoreros se desgarran las vestiduras por la inseguridad y la violencia, pero el trasfondo de esto es la educación, siempre lo ha sido y terminará siendo el último clavo del ataúd de este cuerpo moribundo llamado México.
La falta de consciencia de cada uno de nosotros, ha derivado en la inconsciencia social y a su vez en la incapacidad para establecer un verdadero sistema educativo que ayude, ya no a está generación, a las generaciones futuras para vencer las ataduras dogmáticas de un grupito de oligarcas que han ejercido su voluntad sin misericordia.
Cuando generaciones futuras dejen de entregar su voluntad a otras instancias como iglesia, religión, gobiernos, líderes, doctrinas, consumo, ese día comenzara una verdadera revolución de consciencias y no una de esas inútiles revoluciones pacíficas o idioteces parecidas que sólo han sumido aún más la voluntad de los individuos en su propia decadencia.
La peor pérdida para México han sido sus recursos humanos, decenas de millones de personas desperdiciadas sistemáticamente para beneficiar a unos miles de hijos de la chingada que ni con su vida y la de sus malparidas descendencias pagarían el daño provocado a todo un país.
Así pues y con mucho ánimo dedico a todos esos empresarios, gobernantes, administradores, autoridades, líderes, candidatos, clero, textoservidores, intelectuales orgánicos, recicladores de basura política, redentores auto-proclamados, distractores de la consciencia y demás chuchos del sistema que nos tiene hoy de rodillas; un muy sincero ¡chinguen a sus putas madres!, porque las culpas han sido muy fácilmente repartidas y aceptadas entre el pueblo pendejo, pero la responsabilidad de ellos, los descastados miembros de la ¡pútrida elíte! mexicana, no se olvida entre quienes iniciamos hace tiempo el camino de la consciencia. Y si algún lector se siente ofendido por mi lenguaje florido, vulgar, o incluso por mentarles la madre a los arquitectos de nuestra decadencia social, por favor sírvase la parte que le corresponda de mi desprecio.
-Victor Roccas.