Durante mucho tiempo he sido simpatizante de los movimientos magisteriales resultantes de la mal llamada reforma educativa, me sentí identificado con sus reclamos e insatisfacción porque tales eran similares a los de muchas otras personas qué, sin contar con la ventaja de pertenecer a un gremio, han sufrido injusticias generadas por un estado corrupto, y una idiosincracia indolente, adoctrinada, sumisa, inculta e inconsciente.
Por ello cada día me es más decepcionante constatar que las luchas magisteriales aun cuando en su ideología son claras, justas en objetivos, es el factor humano, en este caso los mismos maestros quienes las dinamitan desde su base.
Sin entrar en repetidos detalles de lo que la reforma educativa ha significado para miles de maestros, lo verdaderamente escalofriante es lo conducente a la educación, o falta de ella, que se dispensa a los niños y jóvenes mexicanos. Repetido hasta el cansancio ha sido el hecho de que poco a poco la gratuidad de la educación institucional, consagrada supuestamente en la muy manoseada constitución mexicana, ha desaparecido, ya sea mediante cuotas o inscripciones promovidas por supuestas mesas directivas, asociaciones de padres de familia o franca y llanamente exigidas por las mismas instituciones educativas del estado o federales, amparadas por supuesto por esas mismas Secretarias de Educación.
Esos nidos de ratas llamadas secretarias de educación, en malsana armonía con los sindicatos, con la ayuda de supuestos grupos nombrados como pertenecientes a distintos movimientos magisteriales, y hoy por la incontrolable iniciativa privada, han facultado no sólo el deterioro laboral de maestros sino también, en el camino, permitido el daño de, lo que supuestamente es su vocación, la enseñanza.
Cada vez es más común ver instituciones privadas de educación básica, media y media superior, aparecen como moho entre la humedad, tampoco entraré en detalles sobre la valía de tales negocios, por que eso son y muy redituables.
La cuestión es tan sencilla como el hecho de que las instituciones oficiales cobran cuotas al igual que las privadas, pero sólo algunos padres de familia nos dimos por aludidos ante este hecho en principio. Hoy las cuotas oficiales en escuelas son de lo más normal, cuotas exigidas por esos mismos maestros que piden empatía por su lucha magisterial, cuotas condicionadas por esos maestros que a diario dicen estar consagrados a la educación, cuotas que afectan al bolsillo de familias que cada día estamos más desamparados ante gobiernos voraces.
Cuando un maestro, directivo de una escuela oficial, me dice que la inscripción es una exigencia de la secretaría de educación y que no puede hacer nada, sencillamente me hierve la sangre. Y cuando ese maestro, directivo de una institución de gobierno, exclama además que ese dinero no es para el plantel mismo, francamente dan ganas de tirarse del cabello.
Por ejemplo; la escuela de bachilleres estatal donde lamentablemente estudia mi hija cuenta con una gran mayoría de estudiantes zurdos, incluida mi hija, sólo en su salón hay aproximadamente 20 jovencitos zurdos de entre ¡55 alumnos!, y no hay un sólo pupitre para zurdos.
La cuota de inscripción es de $900.- ¡semestrales y sin incluir extras! y por supuesto este dinero no luce en al menos lo esencial, una pinche banca sobre la cual trabajar, y la excusa como siempre es que no hay presupuesto, que los padres debemos apoyar o resignarnos.
Otro ejemplo; en la misma institución oficial, un profesor se quejaba conmigo de la dificultad de trabajar con 50 alumnos o más, en un lugar mal ventilado, con una carga laboral extenuante y lo peor, sin tiempo para atender los requerimientos de atención de sus alumnos, pero eso si hay que pagar $900.- pesos semestrales.
Un último ejemplo; me comenta mi hija que visitó por primera y última vez los sanitarios de la preparatoria, las condiciones de insalubridad eran tales que omitiré comentarlos, y esto incluido en el precio de $900.- semestrales, que cobra una maestra del gremio a favor de una secretaria de educación que pertenece a un gobierno que finalmente nos ha chingado a todos.
Si además agrego que esto sucede en Veracruz, tendrá el amable lector bastante idea de lo que enfrenta cualquier familia ante la necesaria educación de un hijo.
Pero, reitero, mi solidaridad con los maestros cada día se descompone más y más, mis experiencias con los educadores durante mi infancia, juventud y edad adulta nunca fueron gratas, y lamentablemente las experiencias recientes en la educación de mi hija sólo han confirmado que los maestros, en su gran mayoría, no tienen nada que hacer en un movimiento de lucha social, en la recomposición del tejido social, en la concienciación de nuevas generaciones, muy al contrario pertenecen en cuerpo y alma al mismo sistema al que supuestamente enfrentan, incluso hay muchos tan cobardes que aceptan gustosos el lamentable rumbo de la educación en México porque su bolsillo así lo dicta, Igualmente existen otros tantos maestros más que si les llegaran al precio dejarían sus ideales dentro de un baúl junto con su dignidad y vocación.
Entretanto los ciudadanos comunes nos vemos enfrentados, además, al gigante de la corrupción, al embate de la casta dorada, al embrutecimiento dispensado por Iglesia-Televisión, al laberinto de las leyes, a un país que no es nuestro porque no vela por nosotros, por el contrario, nos persigue y hostiga constantemente.
Mi única arma, el único modo de enfrentar tanto desasosiego es procurando una verdadera educación a mi hija a pesar de maestros, gobierno, estado, iglesia, oligarquía, hedonismo, crematística, pero sobre todo a pesar del mismo ser humano.
-Victor Roccas