Magno Garcimarrero
Abordemos ahora el peliagudo tema de las nalgas como centro de salud; por esta ocasión como una monografía, a pesar de que el objeto de nuestra investigación siempre se presenta en pareja.
Y bien, propongamos el siguiente teorema: La jeringa es a la nalga lo que la oración a los santos.
La salud ha sido preocupación de la humanidad desde siempre; pero el desconocimiento de las causas de las enfermedades, le llevó a dar características mágicas a los padecimientos y a buscar la salud en embrujos, danzas curativas, limpias con hierbas y huevos, retablos, rezos, milagros; hasta que apareció la jeringa; sin olvidar que se pasó por etapas de pócimas, emplastos, ventosas, sanguijuelas, etc.
Hasta cierta época lo que más se aproximó a la inyección fue la lavativa que, si bien ya andaba mejor orientada, tenía la falla de ir demasiado al centro del problema, generando con ello el rechazo de quienes por razones masculinas que otras, prefirieron esperar el avance de la medicina para acceder a la salud mediante métodos menos ofensivos a la hombría de bien.
Así pues, con el invento de la jeringa, la nalga se convirtió en el punto más eficaz por donde podía llegar la salud al resto del cuerpo. La dualidad Nalga-Jeringa se hizo inseparable para todo galeno o boticario que procurase una pronta recuperación. La medicina administrada por esa vía recibió el nombre de intramuscular.
Pero, comentario al canto, dicho nombre es incorrecto según nuevos descubrimientos, pues si la nalga sirve para las inyecciones, es precisamente en razón de que está conformada por gran cantidad de tejido adiposo que le hace blanda y mullida, cualidades indispensables para que la aguja no encuentre obstáculos y las sustancias curativas puedan ser inyectadas con fluidez.
De ahí la equivocación de llamar intramuscular a algo que no tiene nada que ver con los músculos, sino por lo contrario, requiere de mantequita para que resbale bonito.
Los hechos apoyan nuestras afirmaciones: se sabe que el campeón rompedor de agujas y jeringas es el musculoso ex artista, ex terminator y ex gobernador, Arnold Schwarzenegger, protagonista principal de Connan el Bárbaro, quien con la mínima apretada nalgar le basta para hacer pedacitos el adminículo de que hablamos.
El segundo lugar lo tiene Silvester Stallone más conocido como Rambo I, II, III, IV, V, hasta LXXIV; estos dos casos han demostrado sin lugar a dudas que el músculo es un impedimento y no una vía adecuada; en cambio la miel sobre hojuelas para las inyecciones, es nada menos que Jennifer López, por lo que en honor a la verdad científica, proponemos aquí mismo se cambie el nombre y en lo sucesivo se le llame vía jenniferina; aunque, si hubiere de su parte alguna oposición, podríamos pedir el madrinazgo de Shakira para llamar a esa vía shakirina, aunque yo no lo recomendaría mucho en función de que esta última se mueve demasiado, lo que requeriría de mucho pulso y puntería.
Es necesario resaltar el aspecto jurídico, político (de política internacional) y ético de la dualidad jeringa-nalga, pues en cuanto la jeringa se independizó de la nalga y se introdujo en la vena, comenzaron los problemas de la drogadicción; es decir, se puso en peligro la salud pública.
¿Qué persona decente se inyectaría droga en la nalga? -ninguna. En este aspecto los glúteos conservan su ética tradicional; lo mismo puede decirse del aspecto político y otro tanto del derecho… como del izquierdo.
Una nueva corriente científica le ha pretendido negar importancia a la nalga como centro de salud, proponiendo que las inyecciones se apliquen en el brazo, y se sabe que incluso ciertas vacunas antirrábicas se aplican en la barriga.
Posiblemente por eso se llaman antirrábicas: contrarias al rabo. desafortunadamente la pandemia COVID 19 ha universalizado la aplicación de inyecciones abajito del hombro, dejando para otros menesteres la zona glútea que, para el alivio familiarmente cariñoso, sigue y seguirá siendo el centro de salud por excelencia.
M.G.