Rúbrica
Por Aurelio Contreras Moreno
Por donde se le mire, el más escandaloso fracaso del gobierno que encabeza Cuitláhuac García Jiménez tiene que ver con la violencia contra las mujeres, cuyo combate su administración se autoimpuso como tarea central desde el arranque del sexenio.
Los números del fiasco no dejan mentir. De acuerdo con los datos de la Coordinación de Unidad de Género de la Universidad Veracruzana, de enero a octubre de este año se han registrado 458 agresiones a mujeres, se denunciaron 569 desapariciones femeninas, y se perpetraron 77 feminicidios y 66 homicidios de mujeres.
Se trata de cifras de horror que reflejan fielmente lo que ha representado el gobierno de Cuitláhuac García Jiménez para las mujeres veracruzanas. Por mucho que haya varias ocupando cargos públicos –y por esa razón, convenientemente en silencio respecto de lo que antes denunciaban a gritos-, eso no significa nada si en los hechos la violencia está peor que nunca. O bien, si esas mujeres funcionarias o representantes populares lo único que hacen es prestarse a ser marionetas de los juegos de poder de los políticos varones.
En esos términos puede entenderse la barrabasada con la que el gobierno veracruzano en pleno –el titular del Ejecutivo, el Secretario de Gobierno, la Fiscal del Estado, la Presidenta del Poder Judicial- buscó despojar de su sentido y significado al Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer: una “caminata por la integración familiar”.
El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer se rememora desde 1981, cuando la Organización de las Naciones Unidas determinó conmemorar el asesinato de las hermanas Mirabal por órdenes del dictador Leónidas Trujillo en República Dominicana, en 1960. Crimen cuya brutalidad significó el inicio del fin de ese régimen. Un asesinato de mujeres es el origen de esta fecha.
Pero para el gobierno veracruzano la prioridad era desaparecer de la discusión pública el tema de la violencia contra las mujeres y los feminicidios, del cual no quiere que se hable ni de chiste. Y para ello recurrió a una narrativa completamente conservadora y de derecha: la de “fortalecer los valores de respeto y sana convivencia desde el seno familiar”, con una caminata insulsa, desprovista del significado profundo de la fecha y que solo exhibió la banalidad y ausencia de rumbo de una administración supuestamente “progresista”.
No es la primera vez que desde el actual gobierno acuden a ese discurso. A principios de noviembre, en plenas celebraciones por el Día de Muertos, el secretario de Gobierno Eric Cisneros declaró que para la “disminución del fenómeno social” de la violencia contra las mujeres las acciones gubernamentales se dirigían hacia “una cultura de integración familiar partiendo de nuestros orígenes y de las cosas que tenían nuestros ancestros. El Día de Muertos es una de las festividades más importantes, si no es que la más, de todos los mexicanos. Practicarla, recordarla, integrar a la familia… ustedes van a ver qué bonito”.
Con muestras de altares, caminatas en parques y discursos huecos es como el gobierno de Veracruz dice que combate la violencia hacia las mujeres, mientras neutraliza las áreas responsables de su atención al mantenerlas sin titular o colocando incondicionales a sus órdenes e intereses políticos.
Pero no hay manera de ocultar este desastre, que perseguirá a todos y todas quienes lo consintieron con sus obras u omisiones, su silencio o su tibieza.
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