CUENTO
Aquel chaparro y aquel otro se conocieron cuando estudiaban para convertirse en sacerdotes. Ambos desconocían que después de un tiempo terminarían renunciando a todo esto para entonces solamente dedicarse a ser amantes.
La tentación por la carne y la lujuria corporal habían sido más fuertes que aquel deseo falso de dedicar el resto de sus vidas a un Cristo que ya llevaba varios siglos aburrido sobre su cruz de madera.
“¡¿Qué clase de padre terrenal mandaría a su hijo a morir, como aquel Dios lo hizo?!” Nadie jamás se había cuestionado este tipo de cosas, nadie excepto aquel pobre infeliz, a quien el dolor le había obligado a razonar muchísimo.
Y este mismo infeliz sería el mismo a quien un día aquel chaparro conocería a través de una página virtual de maricones, que llevaba por nombre “Man Hunt”.
En esta página -como su nombre lo dice- los hombres podían entrar “a cazar” a sus anchas. Aquí casi no había reglas “para usar el rifle”. Por lo tanto, todos los maricones eran muy felices.
Y un día de agosto del año 2020, el infeliz que solía reflexionar mucho, decidió entrar un rato a esta misma página, tan sólo para ver si podía “dispararle” a alguien. “Hola”, escribió entonces al chaparro, a quien desde luego no había visto, pero que después lo haría, porque él mismo le enviaría una foto a su teléfono. “Me gustaría ser tu amigo”. En su perfil, el chaparro decía buscar “amigos”.
Después de intercambiar algunos mensajes por varios días, ¡todo empezó! El chaparro y el infeliz comenzaron a “conocerse”. El infeliz se resistía a tratar lo sexual. El chaparro, en cambio, no. Desde aquel primer día le preguntó al infeliz que qué era lo que le gustaba. El infeliz, dolido por su pasado y su presente, no supo qué responderle. ¡Cómo iba a decírselo! Que él no era meramente un maricón, sino que estaba muy confundido…
¡Qué solo se sentía el infeliz, quien no sabía cómo “tratar” a su nuevo “amigo”! El chaparro, desde un primer instante “pareció enamorarse de él”, ya que nunca dejó de escribirle muchos mensajes. Contento porque por vez primera en toda su miserable vida “alguien le prestaba algo de atención” el infeliz, sin darse cuenta realmente, se fue “enamorando” del chaparro; más su enamoramiento nada tenía que ver en la manera en que un hombre se enamora de otro, sino que…
¡Cuánto no le costaba al infeliz ocultárselo a su propia mente! El recuerdo de toda su infancia lo torturaba mucho, haciéndole ver y sentir que él no era digno de la atención de este chaparro, al cual, un día, terminaría ¡odiando!
Los dos se lo pasaron chateando unos días más por “whatsApp”, hasta que el chaparro, un día temprano en la mañana le dijo al infeliz que lo notaba “distinto”. Para este entonces el infeliz no le había contado de su pasado lleno de dolor. Así que, para no mencionárselo al chaparro, le dijo que todo se debía a un algo. El chaparro le preguntó que de qué se trataba. El infeliz, tratando de vencer sus sentimientos de ridiculez, al fin le escribió. Y lo que le escribió fue: “¿Te gustaría ser mi papá?”
“¡Claro!”, fue la respuesta del chaparro. El infeliz, todavía lleno de dolor, no pudo celebrarlo, sino que solamente trató de tomarlo a la ligera. Y así quedaron los dos: como padre e hijo.
El chat entre los dos continuó, hasta que el infeliz le comentó al chaparro que quería conocerlo en persona. En el fondo de su ser él no quería conocer a nadie. Pero, para tratar de huir de su dolor, le inventó a su mente que ahora el chaparro era una razón para que él sintiese la vida un poco en su corazón. “Me gustaría conocerte”. Y entonces el chaparro se lo dijo, que “su compañero de cuarto en realidad era su pareja”. Dolido un poco por esta mentira que el chaparro le había dicho en un principio, el infeliz no le dio mucha importancia a este hecho. Con o sin pareja, él quería conocer al chaparro, porque entonces “ya era su padre”.
Pasaron otros días, y, cuando el día para que ambos se conocieran se comenzó a acercar, el chaparro le dijo al infeliz que si quería “conocerlo a él”, pues que también tendría que “conocer” a su pareja. En otras palabras, le dijo al infeliz que quería que los tres estuviesen juntos en la cama.
“Pero si ni siquiera lo conozco, y además jamás lo he tratado”, alegó en su defensa el infeliz. El chaparro, malvado y manipulador, le respondió: “Entonces no podré conocerte”. Según él, esta era la condición que su pareja le había puesto para permitirle conocer a otra persona.
Atrapado en su dolor, su pasado y su presente, al infeliz no le quedó más remedio que terminar aceptando aquello. Estaría en la cama con aquel otro, solamente porque sentía amar en demasía a su supuesto padre adoptivo. En su interior, se sentía muy usado por este chaparro. Pero él, lastimado como lo estaba, no era nadie para poner reglas, o para exigir nada.
Era un sábado cuando él y el chaparro se conocieron. El infeliz se sentía muy incómodo, pero no por estar frente a dos maricas muy religiosos, sino porque su pasado lo seguía llenando de mucha vergüenza. Él solamente deseaba ocultar su rostro, pero no sabía dónde. ¡No había donde!
Así que esa vez todo el tiempo se la paso fingiendo estar muy contento por este encuentro… Un rato después, estando ya dentro de aquel cuarto, el chaparro le dijo al infeliz “¡Quítate la ropa!” El infeliz obedeció. Pasados unos instantes, los tres se acostaron en aquella cama.
Viendo toda esta escena, el Cristo que colgaba sobre la cama, ¡abrió mucho los ojos! Al infeliz le habría gustado descolgarlo para guardarlo en algún cajón. Pero estos dos maricones no se lo habrían permitido. ¡Eran muy religiosos!, pero nada “respetuosos ante los ojos de su amado ídolo”.
Pasó el tiempo, los meses, y todo se terminó. El infeliz quedó herido y devastado. El chaparro, el mismo que se suponía era “su padre”, lo había abandonado a su suerte y muerte. El infeliz llevaba toda una vida arrastrando un dolor muy hondo y grande. Pero todo esto, al supuesto padre, para nada le importó.
Pasó otra vez el tiempo y… Una noche, mientras el chaparro dormía muy plácidamente en aquella misma cama, fue asesinado con un cuchillo enorme. Su pareja de muchos años y ex aspirante a sacerdote, al entrar al cuarto se llevó una horrible sorpresa, que casi hizo que su corazón se le saliese de su pecho.
El chaparro yacía ahora en un charco rojo de sangre. Sus ojos seguían estando abiertos. En sus pupilas se podía ver el miedo. Todo su rostro y pecho tenían varias cortaduras.
Lanzándose hacia él, su pareja lloriqueó: “¡¿Quién te hizo esto?!” Tan absorto estaba él ahora en toda esta escena horrible, que sus ojos jamás pudieron ver que aquel Cristo sobre aquella cruz ¡ya no estaba! ¡Había desaparecido!
Cristo hacía ya más de dos horas que se había largado ¡quién sabe a dónde! Unas horas antes, como a eso de las cuatro, se había bajado de su cruz. Luego había ido a la cocina, donde buscó un cuchillo, con el cual después regresó al cuarto.
Y entonces, acercándose al cuerpo del chaparro, ¡lo había hecho! Se había convertido en… UN CRISTO ASESINO.
FIN
Anthony Smart
Agosto/16/2021