Hoy tengo la obligación de recordar a un gran jurista, un luchador incansable contra la corrupción, viniere de donde viniere, un togado que con su actuación honró a la procuración e impartición de justicia, un magistrado que le dio lustre a los nombres de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal y del Tribunal Superior de Justicia de ésta Entidad Federativa. DON ABRAHAM POLO USCANGA.
Era de tal verticalidad y rigidez, que jamás se sometió a ordenes inconducentes, improcedentes o arbitrarias, tampoco aceptó implicar a inocentes como responsables de conductas delictivas no cometidas, nunca pero nunca aceptó dádivas para prostituir a la justicia. Fue Agente del Ministerio Público del Fuero Común en la Procuraduría y también Magistrado del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, conocedor de las entrañas de la Garante de la Sociedad y de los Tribunales.
Su elevado e incorruptible espíritu de justicia lo condujo a la muerte. Denunció pública y virilmente diversos actos de corrupción cometidos en las más altas esferas de la procuración e impartición de justicia, honró con su especialidad en derecho penal a la justicia mexicana, en las investigaciones realizadas bajo su encomienda todavía se conserva la fuerza de su talento y de sus enormes conocimientos jurídicos como investigador de eventos delictivos, supo percibir la impronta en cualquier delito tipificado por el Código Penal, a diferencia de muchos funcionarios actuales, adscritos a la esfera de procuración de justicia.
De muy joven ingreso a la Procuraduría de Justicia del Distrito y Territorios Federales, donde destacó de inmediato por su incansable y enorme capacidad de trabajo. Ahí en esa nuestra casa profesional, fue donde tuve el privilegio de conocerlo.
Fue distinguido integrante de una generación irrepetible de excelentes abogados y grandes policías, insobornables todos ellos, entre los que cabe recordar a Dionisio Vera Casanova, Fernando Ortíz De La Peña, Francisco Hernández Vázquez, Fernando Ochoa Buenrostro, Rodolfo Sosa Larrañaga, Juan Verniz W., Jorge Arizpe Monroy, Miguel Martínez Y Torres, Francisco Guillén Bribiesca, Silvia Puente, Gladis María Cristina, Guillermina Contreras, Lilia Poiré Patiño, Irma García Andrade, Humberto Muñoz Cano, Jaime Villafuerte, Oscar Caso Villa, Alfredo Herrera, Juan Manuel Medina, Guillermo Pliego Montes, Ignacio Cárdenas, Jorge Molet Coutiño, Fernando Narvaez Angulo, Abraham Araujo, Ignacio Figueroa, Enrique Cantú, Enrique Cocina, María Antonieta Dueñas, Arturo Gil Ramírez, Héctor Pliego Tiana, Rafael Martínez Treviño, Humberto Pulido, Teófilo Neme, Gustavo Malo Camacho, Luis Octavio Porte Petit, Rutilo Solis, Estela Cadena, Rubén Gallegos Vizcarro, José Luis Alier, Eduardo Toledo, Jorge Dzib, Eduardo Ojeda, Antonio Botello, Heliodoro Alfaro, Rubén Ruiz, Arturo Pacheco, Eduardo Colo Patiño, Carlos Téllez, Genaro De La Mora, los Hermanos Islas Rueda, Agustín Ordorica, Enrique Cleren, Alfredo Eichmman, Raymundo López Guazo, Héctor Martínez Cabañas, Adrián Verniz, y tantos y cuantos más, todos ellos insobornables. Generación de togas y uniformes policiacos irrepetibles que formaron parte del acervo cultural e intelectual de lo que hasta ahora se conoce como la “época de oro” de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal.
Abraham Polo Uscanga, se enfrentó a la corrupción de quienes pretendían dañar la imagen de la justicia y eso lo condujo a su muerte.
Todavía recuerdo con unción la plática que sostuvimos en Sanborns Aguascalientes, el sábado anterior a de su muerte, en ella tocamos el trepidante tema de la corrupción que daba inicio a la época del neoliberalismo, con angustia me relató el saber que lo iban a matar, así como quién lo había amenazado de muerte para que se silenciara y no involucrara a su “jefe” en las denuncias que estaban formulando ante la opinión pública.
Abraham tuvo méritos relevantes como investigador en materia penal, evoco aquí y ahora esa última plática, en ella sostuvo “la vida me introdujo al derecho penal por veredas y caminos nada tranquilos, sostengo y seguiré sosteniendo una lucha incesante contra la corrupción, mientras permanezca en vida”.
Mucho podría decir de éste enorme personaje jurídico. Lamentablemente su muerte sigue impune. Sin embargo a algunos años de haber acontecido, quiero recordarlo para honrar la memoria de un hombre incorruptible, docto, eficaz y cuyo crimen aún a la fecha sigue sin aclarar.
Vayan en su memoria, las palabras de Antonio machado a fin de recordarlo:
Dormirás
dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A.C..