En su libro El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, Carlos Marx señala: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa.”
Hace 103 años, y con motivo de las fiestas patrias del Centenario de la Independencia, Porfirio Díaz ordenó que “la policía, a garrote limpio, desalojara de las principales avenidas a los limosneros. A los indios, ‘por prietos’, se les prohibió entrar a la capital de un país con gran población indígena. Como parte de esa operación de ‘blanqueo’, las dos estatuas de los Indios Verdes fueron trasladadas del Paseo de la Reforma a un barrio proletario.
“Luego, para concluir las fiestas del Centenario, la noche del 23 de septiembre de 1910, tuvo lugar en Palacio Nacional un fastuoso baile al que asistió lo más espeso de la crema y nata. Según los periodistas de sociales, el sarao se convirtió en “cuento de hadas”, a excepción de lo ocurrido la noche del 15 durante la celebración del Grito en el Zócalo. Justo en el momento en que Porfirio Díaz ondeaba la bandera tricolor y hacía repiquetear la campana de Dolores desde el balcón central del Palacio Nacional, la muchedumbre congregada en la plaza gritaba ‘¡Viva Madero!’”, relata S. Hernández Padilla en un artículo periodístico publicado en Nexos.
Por su parte, Federico Gamboa evoca en el segundo tomo de su Diario, la noche del 15 de septiembre de 1910. Él es subsecretario de Relaciones y conversa en el balcón de Palacio con el embajador especial de Alemania, Karl Bünz. En la esquina de Plateros se inicia un “arremolinamiento de gente rijosa” y se oyen dos fogonazos:
“-Tiros, ¿verdad?- exclamó Bünz.
“-Posiblemente -repuse- cohetes o tiros disparados por el júbilo que la fecha provoca.
“El remolino avanza y llega frente a Palacio. Los manifestantes levantan un cromo de Madero, al que vitorean.
“-¿Qué gritan?- me preguntó Bünz.
“-Vivas a los héroes muertos y al presidente Díaz –le dije.
“-Y el retrato, ¿de quién es? –tornó a preguntarme.
“-Del general Díaz –le repuse sin titubeos.
“-¡Con barbas! –insistió algo asombrado.
“-Sí –le mentí con aplomo–, las gastó de joven y el retrato es antiguo.”
COMO HOY, CALLAN LOS INTELECTUALES
Y sí. Quien no conoce la historia la repite. Como farsa. Porque hoy observamos la repetición, toda proporción guardada, de los sucesos de 1910.
En ese año, escribió Carlos Monsiváis en La Aparición del Subsuelo. Sobre la Cultura de la Revolución Mexicana, “la mayoría de los intelectuales no objetan demasiado la dictadura de Porfirio Díaz. Sí, es una gerontocracia; pero si un país bárbaro sólo dispone de una franja de civilización posible y quienes allí habitan se hurtan del destino fatal de los mexicanos. Y hay dos pruebas culturales de su excepcionalidad: el conocimiento de lo europeo y. el reconocimiento del gobierno de Díaz. Para ellos, civilización es abandono individual del anonimato del atraso, y eso les ofrece la dictadura a los hombres de letras y de pensamiento en compensación por la ausencia de un público amplio, de una fama local y nacional, y de mínimos apoyos. A los poetas y novelistas se les obsequian diputaciones, o se les concede el honor de escribir un poema, dedicarlo a Don Porfirio o a su augusta Doña Carmelita Romero Rubio de Díaz, y recitarlo en una ceremonia pública, con voz preferiblemente sonora.
“No se reconoce la disidencia (‘bandidaje’, ‘terrorismo’) y lo que es más elocuente, es muy difícil percibir la crítica social. Es tanta la fuerza de la dictadura que induce a un método de lectura. El escritor puede odiar a la sociedad, denunciar las injusticias, irritarse ante la opresión y las funciones ornamentales de la cultura pero a su heterodoxia la borra la óptica dominante…”
Hoy, como en el porfiriato, las crónicas hablan –texto de Genaro García en su enorme libro Crónica Oficial de las Fiestas del Primer Centenario de la Independencia de México—del “¡Gran Baile en el Palacio Nacional! … Los arreglos y adaptaciones indispensables para el festejo comenzaron por la fachada de Palacio, cuyas tres puertas fueron cubiertas por grandes marquesinas adornadas con escudos de banderas nacionales y extranjeras. En cada una de las entradas se formó un vestíbulo con muros revestidos de plantas y flores tropicales y multicolores foquillos incandescentes”, reza el capítulo de ‘Fiestas Sociales’.
Porfirio Díaz, empero, no disfrutó mucho tiempo más “su” realidad. Su legitimidad forzada (en las urnas) y a expensas del sacrificio de la vida política que se lograría “el progreso nacional y la inanición de los grupos políticos” (Sierra, J., 1986, p. 48), se iría unos meses después a bordo del Ipiranga.
Hoy ya no es necesario cruzar durante días el océano. Hay aviones del novedoso tipo Dreamliner, ¿a poco no?
Índice Flamígero: Los hijos del secretario particular de Miguel Ángel Mancera son nuevos ricos “de la robo-lución”. Así lo interpretaron, al menos, sus compañeros de colegio –“el Alexander”–, a quienes platicaron que este fin de semana “patrio” viajarían a Acapulco en avión privado, con varios de sus compañeros de estudios, “para estrenar el departamento que SARE le regaló a su padre”, Luis Ernesto Serna Chávez. El inmueble de marras, en efecto, está en la Torre Marena. ¿Su valor? Dos y medio millones de dólares, de los cuales el nuevo propietario no tuvo que desembolsar “ni un quinto”. Sólo “permitir” –¿o permicionar?—los desarrollos que la empresa fundada por Dionisio Sánchez González.