Cuentan los memoriosos que el entonces diputado federal Luis Cabrera, quien fuera secretario de Hacienda en el gobierno de Venustiano Carranza, con fama de honesto, de fina ironía y mordacidad, subió a tribuna en plena sesión de la Cámara Baja del Congreso de la Unión y acusó a otro legislador federal de ser ratero.
Que el supuesto ratero pidió la palabra por alusiones personales y, retadoramente, le contestó a Luis Cabrera: “¡Pruebas. Pruebas. Presente pruebas de la acusación que me hace!”
Y que Cabrera subió nuevamente a la que alguna vez se llamara tribuna más alta del país, para replicarle al aludido: “Diputado, lo estoy acusando de ladrón ¡no de pendejo!”
Ladrones, rateros, corruptos hay muchos en las actividades públicas. ¿Para qué le cuento? Usted lo sabe mejor que yo.
Los pendejos, en cambio, son escasos.
Me acuerdo de ello por el caso del ahora ex gobernador tabasqueño Andrés Granier de quien pienso y sostengo si no era pendejo, a final de cuentas sí que ¡se apendejó!
Porque como bien dice el clásico, “¿pero qué necesidad?” esa de venir de regreso al país cuando ya disfrutaba de un autoexilio dorado en Miami Beach.
Y no, por supuesto, no se trata de defender sus raterías de las que fueron víctimas, entre otros, pacientes de los hospitales públicos, familias que perdieron vida, salud y pertenencias en las inundaciones, muchos tabasqueños, pues, a quienes no se retribuyó todo aquello a lo que tienen derecho.
No. De lo que se trata es de hacer notar que Granier, amén de ladrón, es pendejo.
Y eso debe ofender a nuestra honesta clase política. Que uno de los suyos dé tamaña muestra de pendejez y, claro, que con tal ponga en evidencia todo aquello que se puede hacer –¡y que hacen!– con los recursos que apoquinamos los contribuyentes cautivos del SAT.
Contradiciendo a Luis Cabrera –hay quienes atribuyen la anécdota a Álvaro Obregón con uno de sus colaboradores–, sí hay ladrones y, por supuesto, ahora lo vemos, sí hay pendejos.
SOLEDAD E INOCENCIA
En el caso Granier también sorprende la soledad del imputado. Sin grupo político que lo cobije, sin siquiera su familia cerca. Separos, hospital, reclusorio. En ninguno de esos episodios se ha visto la proximidad de su esposa, su hijo o hijas. Aunque todos la hayan hecho, que sólo él la pague.
¡Pobre pendejo!, pues.
Pobre, pese a sus cientos de zapatos, trajes y camisas, porque además ya nos salió con la cantaleta que en estos casos acostumbran os presuntos implicados en casos de corrupción, quienes empiezan por decir que no tienen nada que ver con el asunto cuando este llega a los juzgados, y si el caso llega a mayores sugieren que su fe en la justicia es absoluta y que se ahorran cualquier comentario. Acto seguido se hacen pasar por víctimas de juicios mediáticos y amenazan con querellas diversas a los medios informativos para enredar todavía más la cuestión.
Granier es inocente. Pero no de los cargos que se le fincan, sino por ser la inocencia preámbulo de la ya tan citada pendejez.
Y esos cargos son graves. Los resume en buena prosa Víctor M. Sámano Labastida, en su columna Escala Crítica:
“Entre las 14 denuncias se cuenta que más de un mil 900 millones de recursos federales no fueron ejercidos en los rubros de salud, educación y protección civil. ¿Recuerda usted la crisis hospitalaria de diciembre en Tabasco?
“Basta ir a la hemeroteca. Ahí se encuentran testimonios con un recuento de daños: los cinco hospitales más importantes del estado tenían sus reservas a punto de agotarse; el 80 por ciento de las cirugías programadas fueron suspendidas por falta de insumo; faltaban medicinas y alimentos para los enfermos. En el Hospital del Niño tuvieron que recurrir a donaciones para mantener a los pequeños.
“En el Juan Graham ya no había alimentos, se los regalaron de la Central de Abastos. Los médicos no recibían pago y algunos tuvieron que trabajar de manera voluntaria. Se tuvo que suspender la atención a la mitad de los enfermos con cáncer. Indignante.”
Indignante, en efecto. Y esa indignación debe llevarnos a la exigencia de castigo a los culpables que se enriquecieron con la miseria de sus dizque gobernados.
A menos, claro, que otra vez quieran vernos la cara de pen… ¿O no?
Índice Flamígero: Nuestro amigo don Alfredo Álvarez Barrón, a quien muchos conocemos como El Poeta del Nopal, envía su epigrama desde Fresnillo, Zacatecas: “Cuando se vio involucrado / en el polémico atraco, / hasta el músculo cardíaco / resultó perjudicado; / injustamente arraigado / se declara sorprendido / y en el último latido / manda un telegrama urgente: / “Soy totalmente inocente / …pueblo malagradecido”.
Viéndolo de esa manera, si la única definición es esa pendejismo. Pero sí lo vemos desde el punto de vista de un exacerbado amor por sus hijos y por su familia, tal vez pasar unos cuantos años en la cárcel y con la edad que tiene que supongo que anda en los sesenta medios cuando menos. Vale tal vez para el sacrificarse y en un momento dado por su edad solicitar la cárcel domiciliaria. Porque, hasta este momento en la mayoría de casos que se han robado, el dinero, no pasa de considerarse peculado y nunca lo regresan. ¿o si?
Ahora visto de otra forma, con las evidencias que se supone existen. ¿sus hijos principalmente ¿no irían a la cárcel?
Tal vez por eso no es tanto pendejismo, sino ponerse de escudo y que sus familiares no sufran la cárcel ni la perdida de tantos millones. Bueno, esa es mi humilde opinión.
Saludos