Los connacionales rehúsan regresar a México. Durante el último año de la fatídica gestión del ex presidente Calderón, fui invitado por la Fundación E, brazo operador del programa Jóvenes Emprendedores, auspiciado por la Secretaria de Economía, a realizar una serie de talleres piloto en la zona triestal.
El objetivo primario de los talleres consistía en dar los conocimientos suficientes a los participantes para que por cuenta propia realizaran el proyecto de viabilidad de su propio negocio, de esa manera repatriarse voluntariamente a su lugar de origen.
El Programa Piloto suponía que con los conocimientos adquiridos como emprendedores llevarían puestos de trabajo a sus comunidades, cuando menos, los de ellos. También que con su ejemplo se frenaría la migración, con la convicción que en México también existían las condiciones socioeconómicas y de financiamiento para desarrollar mini empresas, pequeños y medianos negocios. PYMES.
El programa de Jóvenes Emprendedores incluía 18 talleres presenciales de 3 horas cada uno, una vez por semana, el mismo número en línea, más ejercicios prácticos de motivación, liderazgo, trabajo en equipo y autocritica. El programa piloto de Nueva York abarcaba ese estado, el vecino New Jersey y Connecticut. Lo podía tomar cualquier paisano-paisana mayor de 18 años y sin importar su condición migratoria. Los cursos eran gratuitos.
El primer desafío consistió en convocar y reunir grupos mínimos de 12 emprendedores-participantes. Luego la sede, que por ubicación facilitara el acceso a ellos. Después el horario idóneo considerando que el 99% mantenía un trabajo formal con algún empleador.
El resumen en números fue sorpréndete. Del 100 por ciento de asistentes, el 3% tenían como proyecto de vida regresar al terruño una vez ahorrado lo suficiente. Mientras eso sucedía, en todos los casos ya enviaban remesas a la familia que se quedó atrás de la línea fronteriza entre los dos piases vecinos. México-EEUU.
De ese 100% inicial, el 67% ya había renovado su casa habitación, ampliado o construido una nueva. El 3% construyeron locales comerciales para renta dentro de esos inmuebles. Uno por ciento ya había establecido un negocio que era regenteado por algún familiar, siempre el más cercano. La madre o la “ñora”. A los varones los mantenían, casi todos, a raya, fuera de las “arcas familiares”. A menos que se tratara de actividades agrícolas.
La deserción fue mayor. El promedio resultó en el 40% del total de participantes. Siempre adujeron dos motivos: El primero, falta de tiempo por el trabajo. El segundo, de tipo familiar. Requerían de esas horas para convivir con la familia.
Del 100% original menos la deserción, el 99% se “graduaron”, presentaron exitosamente su proyecto de viabilidad de negocio como “examen final”.
La gran paradoja. Una vez con las herramientas en mano; concepto del negocio, imagen, origen de los dineros para el establecimiento y operación, simplemente decidieron establecerse en diversos lugares de la zona triestal. En particular Passaic, N.J. (donde la comunidad mexicana es mayoría) y en Astoria, N.Y (por ser una zona habitacional anglosajona en pleno despegue comercial y de servicios de alimentos y bebidas.
Me ha tocado presenciar, compartir sus aciertos y desaciertos. Pero lo más admirable es que en su diccionario de “jefes del negocio” la palabra derrota en su sentido más extenso es inexistente.
Dos casos de éxito llaman la atención, el de Nicolás Aguilar que aunque al iniciar los talleres ya era un empresario “pudiente”. Su negocio vendía en 8,000 puntos de venta en la trillada zona triestatal toda suerte de productos de origen mexicano. Desde epazote, pasando por Vitacilina, Sabritas, frijol, maíz, todo tipo de golosinas y refrescos, siendo los mas exitosos los Jarritos, Chaparritas, O’Key, cervezas “ilegales”, que es la manera para reconocer a las de origen mexicano, a pesar, que muchas de ellas ya se envasan por estos lares. Como bien dice el buen Nico: “Lo que vendo son productos de nostalgia”.
Para Nicolás su pasaje por Jóvenes Emprendedores, motivó la apertura de la “Fonda Santa Clara”, un auténtico rincón poblano que no envidia al mejor restaurante de la ciudad de Puebla. La distribuidora la reorganizó, inicio ventas en línea y va viento en popa. Discreto en compartir las cifras, el dinero no se puede ocultar. Los vehículos nuevos, la actualización de la instalaciones, más esos detalles donde se respira el aroma a prosperidad no impiden asumir que el negocio mantiene un crecimiento sostenido.
El otro caso, es el de los 4 primos. De origen poblano los Méndez, capitaneados por Lupe, un chavalo que recién se convirtió en treintón se encarga de la operación, mientras Adrián en la cocina “fabrica” los mejores ceviches y pollos al horno de la zona de Astoria, considerado por “Yulp” (Un motor cibernético que analiza las preferencias y resultados de experiencias de los comensales de establecimientos de alimentos y bebidas), como el mejor restaurante de esa circunscripción.
Lo que más llama la atención de los Méndez-Lupe y Adrián- es su tozudez, su sentido de urgencia, la perfección como norma, dejando atrás el ahí se va, más el gran deseo de alcanzar el éxito por sí mismos. Pasaron las de Caín para abrir su negocio. A pesar de sus conocimientos en la industria de alimentos y bebidas, la novatez los sorprendió en las tortuosas aguas de la burocracia y la permisología. Hoy, “Mezquite”, es un restaurante obligado. Para mayor orgullo, de sus propietarios, la mayoría de comensales son anglosajones y leales a la cocina de Adrián y el servicio impecable de las “huestes de Lupe”.
“Pos’tonces”… ¿Se puede o no? ¿Cuál ingrediente le hace falta a México para retener a sus pobladores? Porque por acá, andan muy derechitos y conocen el sabor a triunfo sea cual sea su estatus migratorio.