El famoso Servicio Profesional de Carrera, igual que los sonsonetes de la transparencia, el acceso a la información, la rendición de cuentas, el combate a la corrupción, son “mitos geniales”, igual que aquel de la pobreza, del “habilón” Pedro Aspe.
El servicio burocrático de carrera empezó en Francia como una invención del investigador Michel Crozier, al que se le encargó un sistema de estímulos y arraigos que anclaran a perpetuidad a los administradores gaullistas.
Estuvieron en la V República hasta que se murieron. Y es que De Gaulle puso dos condiciones para regresar al poder desde su retiro en Colombey-les-Deux-Eglises en el norte de Francia: una burocracia propia y un partido único. Le concedieron las dos.
Justificaba el narigón general: porque “es muy difícil gobernar todo un país que tenía ¡400 variedades de queso!” Creían que el general de la heroica resistencia, de la Cruz de Normandía, del escuadrón Bretaña hablaba en broma.
En México, a los ganalones que acuerpaban a Vicente Fox, se les ocurrió proponer el servicio de carrera en la administración pública, creyendo que era lo mismo que la burocracia de la Coca Cola. El finado “Bigotón” González se equivocó de país… de “amigos”… ¡y de motocicleta en Valle de Bravo!
En México todo se pierde en la bruma de los intereses, de la inteligencia para sobrevivir y de las “buscas” de la burocracia, independientemente de sus sindicatos, que muy seguido les han fallado, por su falta de consistencia.
Tenemos una burocracia demasiado astuta, como para que se deje sustituir por una bola de niños perfumados, recién egresados de “la Ibero”, “la Anáhuac”, el pernicioso ITAM… o la que está de moda, siendo una Universidad de piojito, “la Panamericana”, donde el alumno distinguido fue, ¡hágame usted el favor!, el incombustible y hoy “indómito” –¡quiere domar la condición humana!– Peña Nieto.
Los cotos de Martha y de Margarita
La burocracia en México no está bien definida, ni estudiada, ni comprendida. Es un mayúsculo tejido de intereses variopintos, donde cada jefe de copete representa a veces al diablo en persona, y nunca lo reconocemos. Su aspecto es igual en la barandilla de un MP que en la Oficialía de Partes de cualquier dependencia.
Igual de inanes. Igual de cansados. Igual de imparables, cuando no se convencen de que alguien trae algo que merezca la pena. Cuando sí, los dinteles del paraíso le parecen poco a los suplicantes y gestores.
Tratar de establecer un servicio profesional de la burocracia en México sólo pudo ser tomado en serio por los panistas de “la innovación” foxista, que pusieron al frente de la tarea al grisáceo panza verde Ramón Muñoz, un mentecato de tomo y lomo. Nunca alcanzó a conocer ni el Paseo de la Reforma.
Cuando Marta Sahagún se dio cuenta de las ventaja$ que le reportaba tener una burocracia a modo para atender a sus hijitos en sus negocios del contratismo y la proveeduría, se dejó de cuentos y dio la orden de que parara la fiesta. Había que aprovechar lo que ya exi$tía.
Igual le pasó a la hija del Licenciado Traguitos, la inefable dama del rebozo, Margarita Zavala de Calderón, cuando descubrió fascinada el encanto de poder poner a todos los Oficiales Mayores de cualquier lado, para que se inclinaran ante todas sus peticiones.
Fue tal su influencia, que ahora que quiere “postularse” (una forma de llamarle al petate del muerto) a “La Grande”, casi todos los compañeros que opinan sobre ello, se encuentran ante un verdadero intríngulis. Darle cuerda a la “comadre” sale más barato y es menos engorroso que recibir reclamos de los hipersensibles calderonistas.
Entre otras cosas, en México por eso se atora cualquier reforma. Hay cotos, feudos exclusivos que ya sea la “Primera dama” o los favoritos, “separan” para su exclusivo beneficio. Ahí nadie, que no esté convenientemente habilitado, pasa.
Como el ejemplo cunde, todo mundo lo imita. Más cuando se trata de que la emulación les va a reportar grandes beneficios. Todos los que trabajan para el gobierno también son humanos. Reconozcamos que tienen su corazoncito, y muchas veces éste es de pollo.
Por ejemplo, Ramón Muñoz, el innovador, el que se hacía llamar como Og Mandino “el vendedor más grande del mundo”. Trató de formar toda una jerarquía de “facilitadores” y “motivadores”, gentuza que tenía como icono a Miguel Ángel Cornejo, todo un engaña bobos.
Cuando se dio cuenta que era un negocio fácil, sí, pero que no le reportaría los cientos de millones que esperaba con la idea, optó por jugar con el destino de los niños y se metió a promover la deturpada Enciclomedia, un invento sucio y rabón que lo retiró placenteramente del “servicio público”.
Frente a eso, nadie puede. Ni aquí, ni en China. Lo que pasa es que en otros países, con otra religión, con diversas creencias sobre el papel del ciudadano, la escala de valores del burócrata, el servicio de carrera, aunque usted no lo crea… ¡sí funciona!
Amante del Rey Sol o favorito del gerifalte toluquita
Es cuestión de recordar. La burocracia, en la etapa posterior al Imperio Romano y durante todo el período del régimen bizantino, sobre todo bajo Constantino, funcionó como cuerpo autónomo, dotado de reglas propias para le elección del personal, el ascenso y la detentación de los cargos.
La burocracia fue el contrapeso de la seguridad jurídica y de las garantías ortodoxas frente a los frecuentes y violentos cambios en la cúspide de la pirámide del poder.
Durante el feudalismo europeo, se organizaron alrededor de la aristocracia, sacerdotes, burgueses y campesinos, auténticos intereses de clase, superiores a los de los meros grupos de presión de diversa naturaleza.
Así pasó en el Egipto de los faraones, en los estados islámicos y antes de la restauración Meiji –todo un proceso estructural de combate a la corrupción de la burocracia– y también antes del mandarinato chino, en Japón y China respectivamente.
Aunque los detentadores oficiales del poder son harto conocidos, pues nos “chutamos” su pobre imagen varias veces al día en los reportajes pagados de Televisa, muchas veces con la desesperación manifestada por el gran Woody Allen (La rosa púrpura de El Cairo) de querer meterse a la pantalla para que acaben la “idea” que quieren exponer.
El análisis lleva a otro lado, invisible: Karl Loewenstein dice que “tratar de localizar a los detentadores informales del poder se asemeja a destapar una de esas cajitas barnizadas chinas dentro de la cual se encuentra otra más pequeña…
…la cual contiene a su vez una tercera todavía más pequeña, produciéndose así una cadena infinita de ilusión y realidad. El manipulador de los hilos que entre bastidores mueve las marionetas en el escenario según su voluntad, es un fenómeno omnipresente del proceso del poder”.
En efecto, la eminencia gris detrás del trono aparece revestida de muchas formas, como sacerdotes y confesores que dominan el oído y el alma del monarca absoluto, ya sea como protegido del Emperador, gran visir del Sultán, shogun del mandamás chino, rana en el Nepal, amante del Rey Sol, o favorito del gerifalte toluquita.
“Vámonos al golf”; hay quien administre
Desgraciadamente, desde que el Estado dejó de intervenir en la economía, se redujo a ser, cuando mucho, un “administrador” de los asuntos burocráticos. Cuando a alguien llegado de Toluca le encargan un asunto demasiado pesado para su comprensión, siempre habrá una alma caritativa con sueldo de jefe de departamento que se encargue de quitarle la preocupación inicial.
Lo que seguramente le dicen al oído, es que todo es de “a mentiritas”, es la apariencia. Se trata de administrar los problemas. Sólo eso. Así, se administra la seguridad. Se administra el problema del empleo. Se administra la inversión local y extranjera. Es decir, se tratan de monitorear –no lo consiguen del todo– lo que pasa acá afuera.
Si en vez de utilizar la palabra “administrar”, en la era digital, utilizáramos la más precisa de “monitorear”, estaríamos acertando, tocando la diana.
Los servidores públicos de altísimo nivel en México monitorean los asuntos que el Ejecutivo les encomienda. El titular del Ejecutivo hace como que observa los cuadritos y bolitas de los power points que los secretarios le enseñan, cuando tiene a bien recibirlos. No se les vaya a ocurrir buscarlo en el momento del golf.
Porque en esos días, lo usual es irse a jugar golf, vodka en mano, con sus achichicles más cercanos a Ixtapan, Punta Mita, Cancún, o el lugar más seguro, no sea que se topen con un paparazzi de la política y les levante un “falso” sobre sus desvaríos.
La frase que preside al campo de golf, a Los Pinos, a las salas de juntas de las secretarías y de las empresas productivas del Estado es: “todo se arregla solito”.
Pero atrás está la pesada burocracia, la que administra sus fondos, los embutes, las comisiones, tooodo. ¿Qué harían sin ellos?
Índice Flamígero: Se perdió tras los copiosos brindis de la Navidad 2014. Reapareció, “curado”, a finales de mayo. Otra vez anda perdido, dándole duro a su “enfermedad”. Posee el nada envidiable récord de más ausencias a sesiones en el Senado de la República, donde –¡la maleta, la maleta!—Emilio Gamboa Patrón lo cubre y justifica. Sí, es Joel Ayala Almeida, “líder” de los burócratas al servicio de la Federación. ¡Por eso! ¡Por eso!
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Es un deber moral de todos los mexicanos sacar al Partido Verde de la política en México, aunque no seamos panistas, aunque sólo sea por manifestar nuestro repudio, una firma ayuda: https://secure.avaaz.org/es/petition/Instituto_Nacional_Electoral_Tribunal_Federal_Electoral_Anulen_todos_los_votos_por_el_Partido_Verde_emitidos_el_7_de_jun/edit/