* La corrupción a lo grande, la que sustituye el “ahí se lo dejo a su criterio”, primero, y al “diez por ciento” después, llega con el boom petrolero, el mercado spot, la rivalidad entre José Andrés de Oteyza y Jorge Díaz Serrano, pero sobre todo con esa idea y actitud que presidió el sexenio de José López Portillo, y debió alertarnos en cuanto manifestó públicamente su sumisión al gineceo: el de su casa, y el del despacho presidencial
Gregorio Ortega Molina
El acto de corrupción -política o no- siempre tiene diferentes versiones, depende de cuánto o cuan poco resultaron beneficiados los corruptos y los corruptores, y qué tanto perjudicaron a la sociedad o a uno de sus sectores. Cuesta más de lo que produce. Hablamos en términos del PIB.
La corrupción a lo grande, la que sustituye el “ahí se lo dejo a su criterio”, primero, y al “diez por ciento” después, llega con el boom petrolero, el mercado spot, la rivalidad entre José Andrés de Oteyza y Jorge Díaz Serrano, pero sobre todo con esa idea y actitud que presidió el sexenio de José López Portillo, y debió alertarnos en cuanto manifestó públicamente su sumisión al gineceo: el de su casa, y el del despacho presidencial; éste en disputa entre su hermana Alicia y su confidente Rosa Luz Alegría. La influencia de Margarita aspiró a incidir en las ideas.
Algunas de las víctimas de Margarita López Portillo viven, pueden contar que se ensañó con ellas para ocultar las trapacerías de sus allegados y de sus familiares. Algunos han sido reivindicados por la labor institucional que posteriormente les encomendaron. Otros fueron a la tumba amortajados en el rencor.
En cuanto al presidente constitucional, uno, sólo uno pagó con la cárcel y el silencio la lealtad a su amigo, que lo hizo Director de Pemex, porque sabía de la materia, y no porque deseó agradecerle el haberle evitado pasar hambre.
Es cierto, en política “las verdades siempre son provisionales”. Rescatamos, para detenernos a meditar en el previsible costo de la Fiscalía Anticorrupción, el episodio padecido por el entonces senador por Sonora.
Jorge Díaz Serrano desarrolló su habilidad empresarial y su inquietud como investigador, al convertirse en proveedor de Pemex desde muy joven. Antes de que José López Portillo lo responsabilizara de administrar el boom petrolero, había sumado 30 años de experiencia, durante los cuales acumuló una fortuna considerable para la época (50 millones de dólares, en acciones de sus empresas y en una colección de pintura mexicana envidiada por muchos). Por eso pensó en él el último presidente de la Revolución. Me dicen que quedó constancia de que fue un honrado administrador público.
Cuando, gracias a su experiencia y a la relación con los petroleros texanos (léase los Bush) anticipó los movimientos del mercado internacional que se desplomó y, sin consultar al gabinete económico del que dependía, disminuyó en 4 dólares el precio del petróleo, los políticos (José Andrés de Oteyza) lo cuestionaron por haber actuado sin su aprobación. El Presidente ordenó que se restableciera el precio anterior, y Díaz Serrano fue cesado.
Las ventas del petróleo mexicano se desplomaron y al final el país no tuvo más opción que bajar nuevamente el precio. Con esa intervención del “churumbel” preferido dejamos, por la eternidad, el deseo de administrar la abundancia.
Posterior a su destitución, Díaz Serrano fue designado embajador de México en la URSS y Mongolia, y unos meses después, elegido Senador de la República por Sonora.
Al llegar a la Presidencia Miguel de la Madrid, la Secretaría de la Contraloría plantea, el 29 de junio de 1983, un supuesto caso de corrupción en agravio de Pemex y en beneficio del ingeniero Díaz Serrano, ante la Procuraduría General de la República. Solicitó el desafuero del Senador, acusándolo de obtener personalmente una ganancia de 5 mil millones de pesos en la adquisición de dos buques-tanques gaseros: el Abkatum y el Cantarel.
El 30 de junio de 1983, al serle retirada la inmunidad parlamentaria, él mismo se presenta ante la autoridad. Es sentenciado y encarcelado durante 5 años en el Reclusorio Sur de la Ciudad de México, hasta el 30 de julio de 1988.
En su autobiografía, escrita en la cárcel, Díaz Serrano expone su defensa y en ella refuta a sus críticos y niega haberse corrompido: “He sido víctima de una persecución innoble”. El propio Díaz Serrano manifestó, durante años, que había sido encarcelado por maniobras políticas de quienes no querían verlo convertido en Presidente (a partir del 9 de enero próximo veremos el por qué).
Díaz Serrano nos lleva, a través de sus recuerdos, a un recorrido histórico desde los inicios de la Industria Petrolera en nuestro país hasta el año de 1989. La verdad y las mentiras sobre nuestro petróleo. Su ingreso a Pemex y su Dirección General. El escándalo del Ixtoc. Su trayectoria como embajador de México, y su acoso y persecución hasta su proceso y posterior encarcelamiento.
El tiempo demostró que Díaz Serrano no era, para empezar, un multimillonario. El patrimonio reunido como empresario petrolero, y después como director general de Pemex, se esfumo durante el tiempo en que permaneció en la cárcel.
Estamos ante una de los múltiples provisionalidades de la verdad política.