Francisco Gómez Maza
• Cómo sobrevivir a unas elecciones
• Si la ensartas pierdes y si no, también
Fue mi doctora la que me dio la idea de esta columna. Cómo sobrevivir a unas elecciones… Y es que ni ella ni yo habíamos visto un proceso electoral tan peculiar, tan cochino. Ni cuando el Mesías tropical, como sus detractores le dicen a López Obrador, era un peligro para México. Así lo motearon quienes tenían pavor de perder todo si el porfiado ex priista ganaba el derecho a sentarse en esa Silla Rota de Palacio Nacional.
Y qué bueno que no se sentó porque, como está rota, primero había que llamar al carpintero para que la restaure. Y es que cada presidente que se sienta en ella, sea priista o panista, la deja más maltrecha. Si el dictador Porfirio Díaz retornara del Más Allá, seguramente le tendría (a la Silla) más pavor que a las llamas del Averno dantesco en donde, dicen las malas lenguas, están quemándose los más desalmados pecadores. Y a donde irán los ladrones que han gobernado hasta hoy este país…
Entonces, con todo lo que hemos visto en este breve periodo electoral: acusaciones priistas de lavado de dinero en contra el candidato del PAN y sus satélites (PRD y MC), Ricardo Anaya Cortés, y revelaciones de Desvío de Recursos de la Auditoría Superior de la Federación en el que estaría involucrado el colero, el #YoMero. Y acusaciones de venezolanizador en contra del satanizado señor López, como le llama el Prieto de los prietos, Quique Gavilán, este proceso electoral es de difícil catadura. Parece uno de esos espectáculos muy anglos de lucha en el cual los gladiadores o gladiadoras se dan con todo en un lodazal.
Y ya no vayamos a hablar de otras lindezas. Simplemente con ver lo poco que hemos visto podemos concluir que aún no hay nada para nadie y que al final de la historia el ganador será el colero porque ni Washington, ni los del Bildelberg, ni los mafiosos permitirán que se siente en la Silla #YaSabesQuién. Van de por medio muchas millonarias pensiones vitalicias por lo menos, si no es que vayan pa’tras las adoradas reformas estructurales que sirvieron para que los políticos priístas se hicieran más ricos. Y los diputados gozaran de lo lindo millonarias maiceadas.
Y no sólo eso. Ese nuevo regalo de la democracia mexicana, que son las candidaturas independientes terminó en un fiasco. Y la mala reputación del INE se hundió aún más en el fango de la duda, pues nadie creerá que fue imparcial a la hora de aceptar la legalidad de las firmas recabadas para obtener la candidatura. Muy pocos estarán de acuerdo en que la señora Calderón merecía estar en la boleta y muchos dirán que quedó para favorecer al candidato del tricolor.
Y todavía falta el periodo más importante y definitorio, en el que habrá debates que de debates sólo tienen el nombre. Por lo pronto, López Obrador sigue cabalgando hacia la meta sin ningún perseguidor de peligro. Así lo reconocen las encuestas mandadas levantar por la propia presidencia de la República. Vamos a ver qué se le ocurre a los ingenieros del fraude electoral para parar en seco al tabasqueño. Por todo esto y por lo que falta tiene toda la razón mi doctora cuando se pregunta cómo sobrevivir a unas elecciones. Aunque habría que aclararle que las elecciones mexicanas nunca han sido elección porque aunque los ciudadanos voten nunca se les ha respetado el voto o han sido domeñados por el fraude y la compra de dignidades. El ejemplo más cercano es el de las elecciones de 2012, que ganó el PRI con una muy millonaria ayudadota de los brasileños de Odebretch. No fueron los rusos, ciertamente. En fin, habrá que tomar unas buenas dosis de anxiolíticos para no morir en el intento.
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