Javier Peñalosa Castro
A partir del primer minuto del 30 de marzo arrancaron formalmente las campañas presidenciales que nos tendrán sometidos a una lluvia inclemente de spots (cerca de tres millones de mensajes) en los que los cuatro candidatos que finalmente aparecerán en la boleta: López Obrador, Anaya, Meade y Margarita Hillary Zavala (quien, por cierto, llegó de manera milagrosa [por decirlo de alguna manera], pese a que incurrió en graves irregularidades, muy similares a las que cometieron El Bronco y El Jaguar, sólo que ellos sí quedaron fuera) tratarán de convencernos de que votemos por ellos.
En su primer spot de la campaña presidencial 2018, López Obrador pidió a sus simpatizantes que no se dejen asustar y les ofreció que, si votan por él, no habrá chavismo ni trumpismo, sino juarismo, maderismo, cardenismo y mexicanismo. Meade, por su parte, anticipó la creación del programa de apoyo social Avanzar contigo en el que ofrece a sus eventuales votantes:
“Tú pones las ganas y nosotros el apoyo”. Anaya, por su parte, plantea en su spot que la elección se dará entre AMLO y él (que, dice, representa el cambio y la innovación). Zavala de Calderón, a su vez, reitera en su anuncio la posición de su marido que tantos miles de vidas costó al país y dice, respecto del crimen organizado: “Yo los voy a enfrentar decididamente con toda la fuerza e inteligencia del Estado”. [López Obrador] “dice no al Ejército y las fuerzas armadas. Yo digo sí a nuestros soldados y nuestros marinos”.
Zavala inició campaña en el Ángel de la Independencia, sitio de una reunión de triste memoria; ahí los panistas su primer triunfo presidencial, hace 18 años, el cual estuvo marcado por el desperdicio de la oportunidad histórica de cambio que los electores concedieron a Vicente el Alto Vacío Fox, con su “voto útil”, sólo para que el palurdo de las botas desperdiciara miserablemente la posibilidad de pasar a la historia y se concentra en complacer a su media naranja, Martita Sahagún, cuyos retoños se distinguieron por la rapacidad y el saqueo a la sombra de su encumbrado padrastro, y a quienes jamás se investigó.
La campaña de Margarita inició, por cierto, a unos pasos de la Estafa de Luz, ese infame engendro seudo arquitectónico y con pretensiones “artísticas” con el que el mínimo Felipe Calderón conmemoró el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, y que en realidad es un monumento al saqueo y las trapacerías del michoacano y sus allegados.
Anaya también madrugó y se reunió con un grupo de jóvenes a quienes volvió a arengar con un discurso, que hace recordar los del Maquío, pero no por combativos, sino porque suenan a los mensajes que el dirigente empresarial sinaloense convertido en político recetaba a su público hace 30 años. ¡Y así se atreve a decir que López Obrador es “portador de una visión anticuada”!…
Andrés Manuel López Obrador, por su parte, luego de haber tomado unos días de descanso en Palenque, y con un tono cada vez más conciliador y ecuánime, se apresta a iniciar un nuevo recorrido por el país en Ciudad Juárez. Se le percibe tranquilo, poco inclinado a morder el anzuelo de las provocaciones y con un mensaje de inclusión y justicia que continúa llegando a un creciente número de mexicanos.
En este contexto de arranque de campañas, publicaciones serias como el semanario británico The Economist, dan como virtual triunfador de la contienda al político tabasqueño. Goldman Sachs, uno de los más influyentes grupos de inversión del mundo, también anticipa la victoria a López Obrador, a menos que ocurra algún error “verdaderamente significativo”. En tanto, en México textoservidores, cruzados del [neo]liberalismo, empresarios “maiceados” por el régimen y derechistas trasnochados siguen tratando de espantar a la ciudadanía con el petate del populismo chavista y otras zarandajas en aras de preservar las prebendas y canonjías que han atesorado a lo largo de los últimos 30 años.
Lo que se espera en las semanas por venir es que Andrés Manuel López Obrador continúe su campaña “por tierra” para consolidar su presencia en todas las regiones del país: Veremos también a un Ricardo Anaya a la defensiva de los señalamientos de corrupción que le enderezan propios y extraños en connivencia con la PGR, y a un José Antonio Meade que, si quiere realmente situarse en el segundo lugar, tendrá que hacer ajustes mayores a su equipo de campaña (empezando por deshacerse del lastre que representan El Niño Nuño y Javier Coopelas o cuello Lozano), acrecentar la oferta de subsidios (¿populistas?) a quienes menos tienen y desplegar las actividades neomapachiles que permitieron el triunfo de Alfredo del Mazo en el Estado de México, y a las que el candidato del PRI y sus esbirros se aferran como si se tratase de un clavo ardiente.
También habrá que espera a una Margarita Zavala calculadora, que buscará hacer el mayor daño posible a Anaya, negociar con Meade (en caso de que algún día llegue a situarse en segundo lugar de las preferencias electorales) y tratar de intercambiar los puntitos que logre acumular durante estos meses por algún favor político… o económico).