Luis Alberto García / Moscú
*Crónica de 1860 narra cómo se jugaba en San Petersburgo.
*La Unión de Futbol de Rusia se fundó en 1912, centenario de Borodinó.
*El zar Nicolás II relegó al último lugar la ceremonia inaugural.
*El deporte fue un suceso en la región occidental de la nación.
*Rossiiski Sbornaya, la selección nacional, orgullo patriótico.
En el decenio de 1860 del siglo XIX, en su obra “Relato de una escuela militar”, el escritor Nikolái Pomialovski, describió el primer partido de futbol al estilo de los rusos: “En la parte izquierda del barrio, cerca de 70 alumnos de la escuela militar juegan con un balón de cuero relleno de pelo del tamaño de una cabeza humana”.
Según testimonios orales y escritos, el futbol -con ligeras variantes, más o menos como se conoce ahora-, llegó a la Rusia zarista a finales del siglo XIX, introducido por unos hermanos de origen británico, cuando estaba a punto de tomar el gobierno Nicolás II.
Los registros históricos lo confirman al señalar que, en septiembre de 1893, en San Petersburgo se jugó el primer partido reconocido oficialmente.
Un periodista del diario “La Hoja de San Petersburgo” narró así lo que vio: “La idea del juego es que un grupo de jugadores trate de introducir una esfera en el arco contrario utilizando los pies, la cabeza y todo lo que se pueda, exceptuando las manos.
“El campo de juego estaba sucio. Lleno de lodo y los señores deportistas, de uniforme blanco, corrían por el barro dándose golpes contra el suelo. Todo esto acompañado de una descontrolada mofa de los espectadores”.
Seguramente fue un día inolvidable y entretenido para los presentes en el partido, en aquellos tiempos en que, en la Rusia y su imperio decadente, llamaban al futbol “juego inglés al aire libre” o “balón de pie”.
El cronista de “La Hoja de San Petersburgo” narró que dos grupos se colocaron frente a frente: “Uno de los deportistas llevaba la esfera, moviéndola lentamente con los pies, en lo que consiste el arte del juego, porque con un tiro fuerte el balón podría irse al lado contrario, donde se apoderaría de él el otro equipo. Se prohibía golpear el balón con la punta, pero se podía golpear la pierna del rival”.
Estaba prohibido ir al campo contrario y esperar a que llegara el balón para tomarlo y llevarlo a la zona indicada. “Al que rompía las reglas le enjabonaban la cabeza. ‘¡Pelota!’, gritaban los estudiantes, dando a entender que habían conquistado el campo contrario. Los ganadores están encantados y con orgullo volvían a su campo. Son felices…”.
Como ocurrió en otras latitudes –incluida la América Latina a través de los alemanes en Brasil y los ingleses en México- la práctica de ese deporte de exportación se fue extendiendo con el tiempo, especialmente en las ciudades de la Rusia occidental.
Los primeros equipos aparecieron en San Petersburgo, Odesa, Mikolayiv, Riga, y después en Moscú, y a pesar de las convulsión política generalizada -la guerra perdida contra Japón en 1904 y la llamada “primera revolución rusa” encabezada por Alexander Kerenski un año después-, a principios del siglo XX ya se habían organizado los primeros torneos de futbol.
En 1911, las ligas de San Petersburgo, Moscú, Kiev, Mikolayiv, Tver, Járkov, Odessa y Sebastopol empezaron a fusionarse para formar la Unión de Futbol de Todas las Rusias (hoy Unión de Futbol de Rusia), fundada y reconocida a fines de 1912 por la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA).
El zar Nicolás II pidió que, dentro de las conmemoraciones del centenario de la batalla de Borodinó, que marcó la retirada del Ejército francés de Rusia, aunque el deporte no importara nada al soberano hubo una solemne ceremonia de inauguración de ese organismo.
El año de 1912 no había sido apacible para la familia imperial, debido a que a las hijas mayores del zar –Olga y Tatiana- había que buscarles pretendiente en otras cortes europeas emparentadas con la dinastía Románov desde un siglo atrás, lo mismo que el empeoramiento de la hemofilia congénita que parecía Alexis, el zarevich o príncipe heredero.
La ceremonias de Borodinó honraron al mariscal Mijail Kutúzov, quien enfrentó y persiguió a las tropas Napoleón Bonaparte cuando abandonó Moscú, que a manos de sus pobladores sufrió un gran incendio que duró seis días; pero fue el “General Invierno” el que acabó finalmente con la gloria de la “Grande Armée” a fines de ese año, enaltecida por Ludwig van Beethoven en la sinfonía “1812”.
El zar, la zarina Alexandra Fiodorovna, la familia, la corte, los boyardos representantes de la alta burguesía, militares e integrantes de órdenes religiosas asistieron a las ceremonias conmemorativas, consistentes en misas en la catedral de la Virgen de Kazán –patrona de Rusia- y escenificaciones de la batalla, con Nicolás II desfilando montado en un caballo blanco frente a sus ejércitos.
Procesiones, desfiles y recepciones, bailes, visitas a museos, salutaciones y besamanos culminaron con el acto fundacional de la Unión de Futbol de Todas las Rusias, que pasó al último lugar en las escenificaciones –el 1 de noviembre de ese año- por considerarse que no era algo digno de mayor relevancia.
Otro episodio histórico que debe consignarse es el nacimiento de la selección soviética -la amada e idolatrada Rossiiski Sbornaya, y las dificultades que enfrentó durante los conflictos bélicos- cuya fecha oficial de creación fue el 16 de noviembre de 1924.
En su primer partido venció por 3–0 a Turquía; pero durante los diez años siguientes siguió jugando sin mayores éxitos ni participar en competencias internacionales en dos décadas debido a la Segunda Guerra Mundial y sus secuelas de horror, violencia y 20 millones de muertos, la “guerra fría” y la oposición al comunismo en buena parte del mundo.
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