Norma L. Vázquez Alanís
(Primera de dos partes)
Todos los países occidentales buscan en la actualidad limitar la entrada a emigrantes y tales políticas restrictivas vuelven más difícil ingresar a ellos como emigrado o como refugiado. “Son tendencias generales que ocurren en este momento en el planeta, pero asimismo ha aparecido la internacionalización de la delincuencia”.
Con este contundente enunciado abrió su charla ‘Migración en la globalización’ la doctora en antropología Susann V. Hjorth, quien trabaja en proyectos de investigación sobre este fenómeno social y cultural. La especialista participó en el ciclo de conferencias ‘Los que llegaron inmigrantes a México’, organizado para analizar este tema por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM), de la Fundación Carlos Slim.
Una consecuencia directa de la emigración forzada de centroamericanos, específicamente salvadoreños que huían de la guerra, fue la transnacionalización de la delincuencia ejercida por las pandillas de los ‘mara salvatrucha’, que comenzaron operando en Los Ángeles, California, a donde llegaron miles de refugiados en la década de los 80, explicó Hjorth, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Y es que la delincuencia organizada genera el desplazamiento de población internamente, pero también hacia el exterior, por lo que se vuelve un factor global que a su vez está interrelacionado con la política migratoria y con los ciclos económicos, de suerte que todas estas circunstancias operan y determinan en última instancia, o al menos ejercen una influencia muy grande, sobre el comportamiento de la emigración que estamos viendo en la actualidad, dijo la conferenciante.
La guerra civil en El Salvador generó una masiva expulsión de personas, primero desplazadas internamente y luego refugiadas en países vecinos como Honduras, Guatemala y Costa Rica, pero luego llegaron hasta México, que se convirtió en un refugio de tránsito hacia Estados Unidos; ellos fueron los pioneros de la emigración centroamericana hacia el norte y los que forjaron las rutas y las redes que después los emigrantes económicos utilizaron para llegar a la Unión Americana. Es el antecedente histórico más importante y demuestra, igual que en el caso mexicano, que ha historia es indispensable para entender cómo son los fenómenos migratorios en el siglo XXI.
Ese desplazamiento masivo de población, desde un país con cinco millones de habitantes y que tenía fuera de su territorio a dos millones, provocó que en un momento hubiera más de millón y medio de refugiados salvadoreños en EU, mucho más de los que hubo en México y en otras naciones vecinas, precisó la doctora Hjorth, quien en 2007 recibió la Medalla al Mérito Universitario Alfonso Caso por parte de la UNAM.
Salvadoreños deportados e internacionalización de la delincuencia
Cuando se firmaron los acuerdos de paz en Centroamérica (1992-96), Estados Unidos comenzó a deportar a esa gente porque ya había terminado la inestabilidad. Primero expulsó a los que estaban en la cárcel, es decir, los pandilleros que operaban en Los Ángeles y que eran los hijos de los salvadoreños, que no tenían estatus de refugiados porque solo un tres por ciento de quienes lo solicitaron pudieron obtenerlo, y habían crecido en un ambiente de precariedad pues estaban como indocumentados.
“Los maras salvadoreños fueron deportados a un país que acababa de salir de la guerra, con desmovilización, con las cicatrices sociales muy a flor de piel, con altas tasas de desempleo y donde no se había resuelto el problema económico de fondo, de suerte que como llegaron al desempleo trasladaron sus actividades de pandilleros de Los Ángeles a Centroamérica, primero en las zonas urbanas de El Salvador y luego en las rurales; después incursionaron también en naciones vecinas, de manera específica en Honduras, inicialmente en Tegucigalpa y luego en las zonas rurales, ahora están ya en Guatemala”, sostuvo la doctora Hjorth.
Así se generó un problema trasnacional. Los maras, a diferencia de otros grupos criminales, tienen un gran control territorial, se dedican a extorsionar a la población local, pero además ejercen un reclutamiento forzoso de niños de entre 12 y 13 años, que si no se unen a la pandilla los matan a ellos y a su familia; esta situación provocó el surgimiento, a partir de 2012, de la crisis de los niños no acompañados que llegan a la frontera de Estados Unidos llevados por los propios padres para salvarlos de los mara; han entrado decenas de miles y el gobierno estadunidense no sabe qué hacer con ellos.
Este es un elemento muy importante para entender la inmigración centroamericana hoy, porque después de los Acuerdos de Paz hubo un intervalo en que se registraron huracanes y terremotos, entonces la población salía por razones económicas, de1996 en adelante la emigración era básicamente de refugiados, luego fue por razones económicas -iban a trabajar en los sectores económicos en crecimiento en EU- y a partir de 2008 empezaron a dejar sus naciones para huir de la violencia; de esta manera tenemos que la emigración centroamericana por territorio mexicano se compone de diferentes elementos, primero fueron refugiados, después fue migración laboral económica y ahora están mezclados.
Los flujos de emigración centroamericana han cambiado las políticas de asilo de Estados Unidos, que nunca fueron amplias -en 1951 se creó la Comisión de Refugiados que jamás han sido generosa en ese sentido-, pero ahora existen una serie de trabas legales para solicitarlo, se impuso un proceso de detención obligatoria que puede tardar varios años mientras se decide concederles el asilo, además de que la tasa de aprobación es muy baja, no pasa del 15 por ciento, y si no obtienen el estatus son deportados, lo cual es un punto disuasivo importante, expuso la ponente.
En este momento hay un enorme flujo de centroamericanos que entra a territorio mexicano como consecuencia del endurecimiento de la política migratoria de Estados Unidos, de manera que las solicitudes de refugio van en aumento. En 2017 hubo unas 15 mil, lo cual significa que anualmente casi se ha duplicado el número de centroamericanos que huyen de la violencia en esa zona.
En México existen dos formas de protección: estatus de refugiado y protección complementaria, que para efectos prácticos funciona igual, pues protegen y no deportan al solicitante, si bien con connotaciones legales diferentes.
Aunque desde 2010 se ha vuelto mucho más peligroso pasar por territorio mexicano -recordemos el asesinato masivo en San Fernando-, la ruta más usada por estas oleadas de centroamericanos es la del Golfo de México, pero es muy arriesgada; su entrada es por Tenosique, Tabasco, apuntó la doctora Hjorth.
En virtud de que para llegar a EU tienen que pasar desapercibidos, optan por lugares sin control, pero ahí está la delincuencia y es más expuesto el recorrido; actualmente piden asilo apenas entran a territorio mexicano y luego se trasladan a otras partes del país.
(Concluirá)
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