La violencia, el asesinato cotidiano de la población civil, de periodistas y candidatos… la carnicería en la que se ha convertido el paisaje mexicano… la inseguridad ordinaria, el saqueo de las riquezas públicas, el vasallaje con potencias extranjeras, la sumisión y el abandono de responsabilidades… todo ello tiene esclavizados y reducidos a la indefensión a ciento treinta millones de habitantes.
Todo ello tiene un origen común, al que los actuales dirigentes se rehúsan a llamar por su nombre. Todo mundo sabe que se debe al imperio de la corrupción desenfrenada, a la lucha descarnada por el enriquecimiento ilícito, a la masacre cotidiana que responde al nombre de chantaje, soborno, robo, crimen proditorio y depredación.
Es, en esencia, el derrumbe de los valores, la malformación de los mandarines, el apetito del poder sin límites, la ambición malsana de prevalecer a costa de los demás, eliminando al contrario, desapareciendo al enemigo, utilizando las fuerzas públicas y los aparatos judiciales para garantizar la impunidad.
Este ha sido el país en el que la ética es igual a la digestión: cada quien tiene la suya. El derecho de la selva, donde el mejor armado es el más fuerte. Y siempre resulta que el más fuerte es el mejor posicionado, el poderoso vulgar, el que acata con mayor enjundia el protocolo, el que se arropa en los símbolos nacionales para todo tipo de esquilmos y atentados.
Por la corrupción y el asesinato, los mexicanos siempre hemos llegado tarde a la cita con la historia. Las legislaciones anticorrupción, los sistemas de honestidad, transparencia y rendición de cuentas han sido los remedios que aparecen a toro pasado, después del niño ahogado. Nadie responde a priori, todos se cobijan bajo la misma inmunidad, en el escenario de las fantochadas, simulaciones y engaños.
Responder a los fusiles, bayonetas y cañones con la fuerza de la indignación
Ningún país honesto cuenta con esos sistemas tan acabados y perfectos de lucha contra los crímenes patrimoniales y los asesinatos políticos. En blanco y negro todo está perfecto en este territorio. La salvedad es que todo se redacta para que no se aplique. Es eso somos los campeones. Nadie es más chungón que nosotros para la farsa.
En los países serios, eso ni se ocupa. Lastima la sensibilidad de sus habitantes. Allá se actúa de inmediato a la menor sospecha. Aquí se exonera de antemano a cualquier bandido con poder. Total, ya llegará el que redacte leyes que no puedan ser aplicadas retroactivamente. Ya llegará aquél que esté sentenciado a no actuar.
La falta de ética y la ausencia de valores, más la legislación de pacotilla, han edificado la pirámide de la desigualdad, ésa que blinda a los hombres más ricos del mundo, a los cómplices del narcotráfico, a los asesinos y rateros más feroces y despiadados. La misma que sostiene un sistema con el setenta por ciento de la población en el hambre y la miseria.
La misma que está a punto de provocar una rebelión inaudita, desconocida, de los olvidados. La misma que ha logrado que estemos en el umbral de agarrarnos a pedradas. De responder a los fusiles, bayonetas y cañones con la fuerza de la indignación y el desasosiego. La que sostiene a un país que se encuentra en medio de una crisis humanitaria.
El poder, asaltado por vividores y mamarrachos, meros títeres del extranjero
El pueblo ha perdido la esperanza y el recuerdo. Hace demasiado tiempo que no conoce a un gobernante honesto. Si ese es el perfil demográfico de las personas que rondan los setenta años de edad, imagínese usted si las nuevas generaciones, los baby boomers, los ochenteros y los millennials tienen alguna referencia acerca de algún poder honesto.
Sólo intuyen, pero no recuerdan de cierto, ese raro fenómeno de cuando México fue gobernado por hombres sencillos, sin posgrados en el extranjero, impulsados por la buena fe, por la limpieza personal, con la sola ambición de pasar a la historia por sus actos en beneficio de la mayoría. Tiene muchos años que el poder fue asaltado por vividores y mamarrachos escogidos por los grupos dominantes del exterior para ser manejados a su antojo.
Los hombres reales no necesitaban cuidar su imagen. Los hechos hablaban por ellos
Ningún libro registra a los auténticos mandatarios civiles y militares que lograron la transformación del país, perorando una teoría económica del crecimiento, cifras del producto nacional bruto, variables macroeconómicas, grandes proclamas de independencia teórica, ni remedios llegados del extranjero.
Ningún libro puede reseñar el hecho de que los mandatarios antes de tomar una decisión de gran calado hayan viajado al exterior imperial para pedir permiso. En ningún lado se encuentran los títulos académicos de los próceres de esta nación. Simplemente porque así no se formaban los líderes, ni así se aprendía a ser un buen presidente.
Siempre fuimos un país de pocas palabras, jamás de pontificadores hipócritas. Las palabras valían porque sólo se pronunciaban de vez en cuando, sin necesidad de apuntes, teleprompters o encuestas amañadas. Los hombres reales no necesitaban de asesores picudos que cuidaran sus imágenes. Los hechos hablaban por ellos.
Para gobernar: voluntad, sentido común, manejo imperturbable, riendas firmes, dar a cada quien lo suyo
La gente sabe que a falta de pan, tortillas. Nada es más innecesario defender que la lealtad al pueblo, la honradez acrisolada y las decisiones sensatas, en favor del sentido común. La política se convirtió en un arte de estadísticas, en la parafernalia de la simulación, cuando éstas se necesitaron para disfrazar las mentiras y las traiciones.
Hablar idiomas extranjeros sólo era indispensable para los maestros, los postulantes a empleos secretariales con requisitos bilingües, o los que buscaban puestos en las embajadas en el exterior. Los gobernantes serios jamás presumieron dominarlos, mucho menos balbucearlos con afán de imitamonos.
Los mexicanos sabemos que para gobernar con diligencia y seriedad no es preciso un diploma de universidades patito, ni doctorados, ni certificados que extiende el Imperio a quienes ha escogido para consumar las dominaciones económicas y territoriales. Aquí sí, mientras más lejos, mejor.
Para gobernar con sinceridad, para apegarse a la Constitución, para respetar las leyes y hacer respetar al país, para brindar la seguridad y el alimento que necesitamos, no hace falta otra cosa que voluntad política, sentido común, manejo imperturbable, riendas firmes, darle a cada quien lo que es suyo.
Son los medios de comunicación los que ponderan las formas sobre el fondo, los que nos han hecho creer que la política es una cuestión de técnicas desconocidas, que los hombres se califican por la estulticia, la molicie y el apego al entreguismo salvaje. Ellos son los responsables de haber polarizado a una población que sólo exige justicia y crecimiento.
Recuperemos la ruta de la ética, la dignidad, la autosuficiencia, la integridad y el decoro
Para salir de esta crisis monumental sólo necesitamos confiar en quienes son diametralmente diferentes a quienes han gobernado. Elegir a quienes hayan demostrado que se guían por valores inalterables, no por copiar recetas extrañas.
Por eso de nada sirve suplicar por declinaciones del tercero en favor del segundo lugar. Ese tren ya se pasó. Llegó la hora de la fidelidad a la pobreza, de que recuperemos la ruta de la ética, la dignidad, la autosuficiencia, la integridad y el decoro. Confiar el país al rumbo cierto.
Los mismos, con los mismos patroncitos, reglitas, discursitos, remedios y costumbres no podrán llevarnos a otro lugar que no sea el abismo. Lo hemos confirmado los últimos cincuenta años. ¿No es suficiente tiempo?
¡Pongamos fin a esta noche aciaga! ¡Todos a votar!
Índice Flamígero: Coincidió con la llegada de los tecnócratas al poder. De Estados Unidos los economistas con entorchados de universidades gabachas nos trajeron los debates televisados. Y casi los copiaron tal cual. Desde entonces se habla de quien ganó o quien perdió en ellos, cual si se tratara de encuentros boxísticos. La pregunta está mal planteada. En lugar de inquirir “¿quién ganó el debate?” se debería indagar ¿quién convenció en el debate? Se olvida que esos encuentros de candidatos frente a entrevistadores –harto protagónicos los de los dos últimos eventos— forman parte de una campaña proselitista, en la que los debatientes buscan convencer al electorado. Pero la interpretación huehuenche es distinta. Se dice que fulano ganó porque domina los temas… que fue el otro, a causa de su combatividad y gran oratoria… que no, que el triunfador fue el que toreó a los otros, les dio dos que tres pases y terminó ejecutando una verónica. Los mismos medios de comunicación han confundido al electorado. Engañándolos con programas posdebates, han hecho creer al respetable que los debates presidenciales son una especie de examen a título de suficiencia, donde el postulante debe saber de tooodo. Se equivocan. El diseño de esos encuentros es para concitar apoyos, de acuerdo a los expertos. Para reafirmar simpatías. Para rechazar, incluso, a los sobrados y soberbios. Quien aspire a gobernar México debe tener secretarios de Despacho que sepan de su encargo y que le presenten las opciones entre las cuales el dirigente deba decidir. Por eso es que el puntero conserva su amplio margen de ventaja. El pueblo, la sociedad, ya no se deja engañar. + + + Como parte de su lucha por la reinstalación en su empleo en la SHCP, la doctora Lilia Cortés García ha enviado un oficio a la magistrada presidenta del TEPJF, Janine M. Otálora Malassis en el que le notifica a ella y a los demás integrantes del Tribunal “…que diversas autoridades del Poder Ejecutivo Federal han sido omisas en atender conforme a derecho y advertir en tiempo y forma sobre la existencia de por lo menos de una carpeta de investigación aperturada al Dr. José Antonio Meade Kuribriña, en la Procuraduría General de la República el 24 de febrero de 2017, omisión de la cual se derivan diversas acciones contrarias a derecho probablemente constitutivas de delitos del orden federal y lo que resulte en perjuicio de los Cuatro Candidatos a la Presidencia, de la Suscrita, de la Nación, de la Impartición de la Justicia, de la Anticorrupción, del Combate a la Impunidad, de la Democracia, y del Estado de Derecho. Es importante señalar que estas acciones contrarias a derecho probablemente constitutivas de delito, fueron denunciadas ante el Instituto Nacional Electoral el pasado 27 de abril de 2018 y en la Fiscalía Especializada en Atención a Delitos Electorales el 10 de mayo de 2018, se anexa a la presente copia de las mismas, y hasta la fecha no he recibido respuesta alguna, por ello me veo obligada a acudir ante ese H Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, dadas las consecuencias que se pueden generar al no dar puntual atención y solución a la denuncia de referencia. En virtud de lo anterior, pido atentamente se les de vista inmediatamente a los Cuatro Ciudadanos Candidatos a la Presidencia de la República, y se haga del conocimiento público los diferentes delitos de omisión en que incurrieron los funcionarios públicos de la Procuraduría General de la República responsables de la carpeta de investigación y de los funcionarios públicos corruptos del más alto nivel de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público encabezados por Max Alberto Diener Sala actual Procurador Fiscal de la Federación y los servidores públicos de la Oficialia Mayor de la SHCP involucrados, dado que han dejado en estado de indefensión al Dr. José Antonio Meade Kuribreña, así como a la suscrita, ya que han violentando los derechos y garantías constitucionales de la denunciante y de los Cuatro Candidatos…”
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