Por: Héctor Calderón Hallal
Súbitamente y de un pinchazo, Olga Sánchez Cordero, ha decidido reventar la gran burbuja de jabón en que se ha convertido el polémico tema de la prohibición de algunos psicotrópicos, en nuestro país y en el mundo contemporáneo en general.
La brillante jurista, actualmente senadora y perfilada para ocupar el despacho responsable de la política interior en la próxima administración federal, se alista ya para presentar a la opinión pública este jueves 8 de noviembre y enviar al pleno del Congreso de la Unión, una iniciativa de ley que regule el uso de la marihuana para fines lúdicos, como un primer paso para contribuir a la edificación de la Cuarta transformación de la República, reformulando y redirigiendo políticas públicas objetivas a la población, que le expliquen con la verdad cuál es el estado real en que se encuentra frente a cualquier amenaza pública, sin omisiones y sin mitos geniales.
Pero sobre todo para intentar frenar esa rampante ola de inseguridad y violencia que en nuestro país constituye el principal flagelo que desafía inmisericordemente a los gobiernos saliente y entrante.
Ella es parte de esa nueva generación de políticos y estadistas en el mundo, que están arribando al poder decididos a atacar esa gran mentira histórica que a fuerza de la repetición masiva, el mundo ha asumido como un axioma inatacable; un auténtico mito, como aquellos que por décadas construyó y sostuvo el monopolio cinematográfico de Hollywood sobre la peligrosidad de las arenas movedizas y las pirañas, en ambos casos falsos.
Tal cual está el mito que nos ocupa y que con esta iniciativa presentada por la senadora Olga Sánchez en alguna medida se propone desenmascarar.
El mito se compone de dos paradigmas: el primero, que la prohibición era la única forma de combatir las adicciones a los enervantes……y el segundo, que los enervantes de origen natural, sin valor industrial agregado, como la Cannabis Índica, provocaban por su simple consumo, secuela genética en los consumidores.
Ambas hipótesis han sido ya plenamente descartadas. Esta última se constituyó en la principal razón que nos esgrimieron los gobiernos desde finales del siglo XIX, para justificar la prevalencia estadual del prohibicionismo, deporte por cierto muy practicado por los estados de la europa central, que tenían vocación expansionista o colonizadora.
Como ejemplos están los romanos, los turco-otomanos, la Francia napoleónica; los españoles durante su esplendor navegante; y los ingleses que junto con los holandeses, inventaron e implementaron como negocio de estado a la piratería en ultramar.
Pues, ¿Cuántas veces no se culpó a la propia corona británica de solapar y alentar el atraco de naves mercantes españolas, francesas y holandesas? . Incluso del contrabando de mercancías, al margen de la legalidad vigente. Del robo de tesoros acumulados en metales preciosos y joyas, …..pero también de recursos naturales extraídos en las colonias y territorios. De todo eso se responsabilizó a los piratas,…..que actuaron bajo una especie de prohibición solapada por el estado británico o de los Países Bajos, según fuera.
Así, imbuídos los gobiernos de europa central en su doble moral, implementan entonces en sus legislaciones las alcabalas, las leyes aduaneras, y consecuentemente o gracias a estas, surgen el Contrabando y la Piratería como negocios soterrados del propio gobierno, o de miembros prominentes de los mismos gobiernos…..ambos ante el incumplimiento de la propia ley……pues con la CLANDESTINIDAD, los primeros beneficiarios históricamente siempre han sido los gobernantes y empleados públicos CORRUPTOS.
Y fueron los británicos también, quienes teniendo como colonias formales a China y a la India, descubrieron por usos y costumbres de los naturales de estos países-continente, vegetales con propiedades útiles, más allá de lo curativo y lo tradicional: con características de dependencia, de adicción, superlativos al simple gusto, el apego o la costumbre. Como el opio, la marihuana, entre otros.
Estando China por ejemplo bajo el dominio colonizador de los ingleses, son estos quienes siembran o auspician la adicción al opio y no es hasta muy entrada la primera mitad del siglo pasado, con una revolución social encabezada por un patriota como Mao Tse Tung, es que asombrosamente se logra erradicar el consumo del enervante, quitándoles de paso el “negocito” a los ingleses, que estaban enquistados ahí desde el siglo 19, remitiéndolos a Taipei y a Hong Kong.
Los ingleses habrían descubierto muchas décadas atrás, las propiedades adictivas del opiáceo y supieron fincarle la necesidad al pueblo chino de esta droga, orillándolos a depender económicamente de los ingleses que eran los productores y quienes imponían el precio, según sus propios criterios coloniales. Así surge la Guerra del Opio y el origen de la separación del Imperio Británico de los chinos.
Pero la reacción sociológica que desencadenan los sistemas prohibicionistas ante un producto que provoca adicción, está comprobado, es inversamente proporcional a la que se propone generar.
Otro ejemplo, el más explícito para México y quizá para el mundo, ocurrió en nuestro propio continente, al norte de nuestra propia frontera, en los Estados Unidos de América.
Para el año 1920, el 17 de enero para ser precisos, se escribió en la historia de ese país del norte la etapa de Ley Seca, que durante 13 años de vigencia (hasta diciembre de 1933), constituyó la política pública más errática en la historia de ese país.
El Senador Andrew Volstead por el estado de Maine, habría impulsado en aquella fecha la promulgación de una ley que por decreto prohibiera el consumo, producción, comercialización y tráfico de bebidas a base de alcohol en la nación norteamericana, lo que a la larga favorecería la corrupción de miembros del gobierno, el surgimiento de cárteles formales con organización y redes propias dedicados al tráfico, contrabando, comercialización y fomento al consumo de las bebidas prohibidas, desencadenando una ola de vicio y violencia sin parangón hasta entonces en las principales ciudades del noreste industrializado norteamericano, como Chicago, Nueva York, entre otras.
Incluso hace florecer el surgimiento de la industria de los destilados de maíz, como el bourbon, replicando a la bebida original de los escoceses hecha a base de cereales como centeno o enebro, el whiskey, que a la fecha, son muy cotizadas comercialmente en el gusto de los americanos; las marcas Jack Daniel´s, Jim Beam o Seagram´s- Seven Crown, como ejemplo.
Y es que las condiciones de la época, políticas, sociodemográficas y económicas de los Estados Unidos favorecieron el florecimiento del problema: A fines del Siglo 19, principios del 20, a los Estados Unidos y al continente americano en general, habrían llegado grandes éxodos masivos de europeos y asiáticos huyendo de la hambruna y los problemas políticos en sus naciones o regiones de origen; llegaban al nuevo mundo buscando nuevos horizontes de oportunidad.
Pero simultáneo al hambre por la ausencia de alimento, traían consigo bultosos cargamentos de nuevas costumbres y hábitos. Es decir: al desembarcar de los cruceros y trasatlánticos en Boston o Nueva York, los europeos y asiáticos, bajaron con un apetito feroz y una sed terrible, como dispuestos a beberse todos los barriles de bebidas que se encontraran a su paso, lo que generó un traumático choque con las familias tradicionales estadounidenses, fundadas en el acetismo laico y hasta luterano, donde el alcohol es un enemigo declarado del trabajo y las buenas costumbres.
A esas familias debió pertenecer y defender en su acción política el Senador por Maine, Andrew Volstead.
Y por parte de los inmigrantes de aquella época, habría apellidos como Giancanna o Capone, que habrían desembarcado en ese período de inmigración a los Estados Unidos y que para los años 20 del siglo pasado ya debieron haber tenido instalación formal en tierras americanas e intereses económicos más que claros.
Como se ve, una medida prohibicionista como aquella que hasta el año 1933 fue corregida por el Presidente Roosevelt, con su New Deal, sólo provoca clandestinidad y esta a su vez, desencadena corrupción ante la falta de control y regulación del estado y la sociedad,
Igual sucede con los enervantes, sean naturales o industrializados.
Tiene que existir una política antiprohibicionista en el consumo, que orille a un marco regulatorio de todos esos productos, para que el monopolio del negocio no quede en solo unas cuantas manos, para sobre todo, que se compita por el mercado sin violencia y bajo el marco de la normatividad vigente y de las obligaciones fiscales inherentes también.
Enhorabuena para la Doctora Olga Sánchez Cordero, por impulsar una iniciativa valiente y sobre todo, que mande un mensaje de honestidad a los mexicanos.