Guillermo Portugal Vela
Por motivo de su primer año de gobierno el pasado primero de diciembre en el zócalo de la ciudad de Mèxico el hombre de Macuspana fue triunfalista al lado del jubilo popular, pues sigue “cabalgando en campaña” pero con el interrogante de la disyuntiva de alimentar “el ego caudillista” de seguir la política gatopardista “Si queremos que todo siga igual es necesario que todo cambie” o tomar el cauce de refuncionalizar las políticas públicas económicas y sociales actuales en términos de realizar los cambios estructurales necesarios para establecer el modelo económico posneoliberal.
Sobre lo primero, la administración de la Cuarta Transformación (4T) repitió la desafortunada e innecesaria historia del “clientelismo cautivo” neoliberal de los eventos multitudinarios y políticas asistenciales desde De la Madrid y hasta Peña Nieto (en la secuencia) de los programas sociales de Solidaridad, Progresa, Oportunidades y Prospera.
Donde para el caso de los programas sociales de Bienestar clientelares de la 4T y en reciprocidad a los apoyos recibidos por los beneficiarios, se estima que asistieron al evento mencionado alrededor del uno por ciento de los 23 millones de personas beneficiadas, es decir 230 mil personas, de los mismos correspondieron a los programas de Pensión para Adultos Mayores; Jóvenes Construyendo el Futuro; el de Becas Benito Juárez; Sembrando Vida y Tandas de Bienestar para pequeños negocios; y la Pensión para el Bienestar de las Personas con Discapacidad Permanente. La sumatoria de los beneficiarios objetivo de los 7 programas sociales señalados es de 23 millones de personas que recibirán apoyos directos sin intermediarios y que tienen un peso estimado que favorecerá a Morena de un 25.7 por ciento del padrón electoral para el 2021.
Y en lo segundo, por ejemplo en su forma sui generis de AMLO de ejercer el poder donde en sus “mañaneras” marca la pauta para el seguimiento de acotar y resolver los problemas de la agenda nacional, cuestión que obedece al meta-poder de tienen por el mandato popular y la habilidad politica de su vinculación con los poderes legislativo y judicial; no obstante la administración de AMLO deberá respetar la separación de poderes, evitando centralizar el control político en los órdenes de gobierno legislativo y judicial y aun con la no comparable ilegitimidad del esplendor político en los setentas y los ochentas del Partido Revolucionario Institucional pues aún con marca de diferencia de la 4T que si “tiene legitimidad”, no es admisible como en el caso de la aprobación reciente del Presupuesto Egresos de la Federación 2020 (PEF), donde solo basto un memorándum del presidente legislativo de Morena hacia sus diputados y partidos aliados para que se plegaran en lo general a la disposición de aprobar el dictamen que envió el ejecutivo sobre el PEF.
El saldo del balance corresponde también a reconocer distintos aciertos de politica publica como el establecer como tope salarial para los funcionarios públicos el de 108 mil pesos mensuales que es el que devenga el presidente, decreto por que desaparecen las pensiones millonarias de los expresidentes, venta de transportes aéreos y terrestres de lujo, reconversión de la casa presidencial a museo, ataque frontal del huachicol de gasolina y gas, etc.
Por otra parte como autocritica del balance, se tienen algunos rubros que miden la gobernabilidad ello en relación a los indicadores de la continua desorganizacion, improvisación e inoperancia de la gestión pública, una gobernabilidad publica desordenada, “el desdibuja-miento del servicio público” ejemplo ante la expulsión masiva de miles de funcionarios de distintos niveles de probada experiencia en distintos ámbitos de especialización técnica administrativa y aunado a un gabinete que es mayoritariamente sumiso, falto de criterio y algunos segmentos cercanos incluso al proyecto neoliberal; y un presidente desprovisto en varios casos de autocrítica y de habilidad para debatir en forma sustentada los distintos rubros de la agenda nacional.
El bono democrático alcanzado por la coalición “Juntos Haremos Historia” es resultado significativo por la tenacidad al hilo de AMLO de ser tres veces candidato presidencial y gracias al principio de pluralidad e inclusión de los integrantes de su primer círculo (con perfiles heterogéneos) desde izquierda radical y moderados, algunos demócratas y también como lo señale adherentes del neoliberalismo, cuestión que faculto al presidente con los poderes ejecutivo y legislativo construir una mayoría capaz de permitirle en centralizar el poder, sin embargo derivado a su composición heterogénea señalada ha decantado en una gradual y en aumento de la polarización y controversia sobre la toma de decisiones de las políticas públicas. El gobierno emanado de un reclamo histórico de apertura y pluralidad, “no fue en apariencia”, por lo que debe “ponerse las pilas” para establecer gobernabilidad democrática y solidez institucional.
La división de poderes, la autonomía de los órganos de gobierno, la meritocracia y las instancias defensoras de la Ley se muestran desarticulados y en abierta indefensión. Enfrentamos una suerte de mega parálisis institucional, politica, económica, social y productiva, que amenaza, a la manera de “un potro desbocado”, con caer en una fuerte recesión que destruya el desarrollo históricamente construido.
Se advierte el desentendimiento de una curva de aprendizaje, obligada tras 12 meses de gobierno, así como fuertes acusaciones de decisiones matizadas por exceso de confianza. A lo largo de este año un cumulo de desaciertos ha puesto en duda y en ciertos momentos álgidos como el desastre de Tlahuelilpan, la amenaza de subir aranceles por Estados Unidos, el culiacanazo, la tragedia de los LeBaron, la recesión económica (aunque no reconocida); factores que han puesto en peligro la solidez del Estado y su capacidad para enfrentar convenientemente la propiedad social y privada y la defensa por la vida.
¡Estamos a tiempo, corrijamos el rumbo construyendo con funcionalidad las políticas públicas!