HORIZONTE DE LOS EVENTOS.
La construcción moral tiene condiciones que nos son desconocidas. Cómo la construimos los humanos en sociedad, hasta aceptarla “de común acuerdo”, en virtud de un “Pacto Social”, dijo Rousseau. Otras condiciones para esta construcción, son prometedoramente evidentes y las debemos reconocer.
El momento presente nos ofrece la oportunidad a esa virtud, a esa salud, no a lo largo de los siglos, no: la posibilidad de identificar la oportunidad y “construir moral” por nuestra voluntad: ¡Debemos sujetarnos a ello!
Ortega y Gasset nos recuerda la advertencia y enseñanza de Mirabeau: “sujetarse de la subitaneidad del tránsito”: entender la oportunidad de la “modalidad ideológica -social- en tránsito” (¿cómo traducir ese concepto?), entenderlo y montarnos en él ¡Ese es el reto! Y esa es la oportunidad.
En fin, en nuestro s. XXI, los mexicanos afrontamos una triple realidad cotidiana de violencia extrema, míseras a cuál más de las tres: Esa realidad cotidiana de violencia de todos contra todos, como primera realidad, que escala a niveles de purga mitológica, llámesele guerra contra el narco o como se le defina: Exorbitante. Extralógica. De todos, solos contra solos, todos.
Fenómeno de descomposición que ha potencializado ese otro grave atavismo que arrastramos la humanidad entera pero que, en el escenario bélico social de México, extremó el abuso contra la mujer. Feminicidios más, en tres años, que todos los muertos de la guerra de Siria en diez años, con Estado Islámico y demás.
Pero antes de los homicidios, cada paso, cada momento, cada interacción de la mujer en sociedad, aun sólo entre mujeres, es cuestionado, tiene que argumentarlo, es bloqueado, obstruido. Se le pide que espere. O se le dice hacia donde lo de. Profesionalmente, vergonzoso lo asevero, se les exige pagar piso por cada paso, por ejercer un derecho ¡A tiro por viaje!
¿No es vergonzoso? ¿No debemos hacer algo? ¡Son nuestras mujeres! Y me adelanto: No somos mexicanos todos los mexicanos, porque esto no es México y es hora de superar y dejar lo que no somos.
Y para mayor vergüenza, el tercer plano de nuestra realidad cotidiana de violencia, es pasiva: nosotros, los que no somos asesinos ni feminicidas, ni pedimos favores sexuales por contratar para un empleo, pero ¿acaso cómodos en el sillón de la sala? ¿Frente al ordenador? ¿Con una mejor velada? ¡Me cago en diez…! ¡Soy uno de ellos!
Si bien, a nivel masivo nuestra violencia rompe récord. En cuanto a crueldad (nivel “cuantitativo”, digamos), está visto a qué grado llegamos, los profesionales, como Atila, ni más ni menos, degüellan. El vecino cualquiera (“todos somos un asesino en potencia”, Dostoievski), por nuestras pasiones y demás psicosis, feminicidas y otros asesinos y secuestradores “no profesionales”, cualquiera y cualesquiera, somos cual más crueles -llegado el caso. Y luego, que hay muchas formas de crueldad.
Y allí es nuestro plano de violencia pasiva, que también agrede y también humilla, donde la poltrona y el ordenador. escribió Epigmenio Ibarra: “¿Lavarnos las manos?”, o: “Lavarnos las manos”, que para el caso es lo mismo ¿Qué hacemos? ¡Qué hacemos!
Estamos ante una doble exigencia moral. Primero, el tema atávico del abuso a la mujer, que se manifiesta en la calle con todo el vigor del que dispone, porque ya lo ha hecho recientemente una vez, y otra, y no hay cambios. Y se seguirá manifestando hasta que esto cambie.
Ignoro con qué intención busca etiquetarse el movimiento. Que si es de derecha: más absurdo no puede ser. Que si es de izquierda: ¡por favor! El movimiento feminista que vivimos, el relacionado con el “nueve no se mueve”, está muy lejos de Simone de Beauvoir. Si el feminismo fue de izquierda, pues a lo mejor lo fue y ahora que lo pienso, también lo dudo.
La expresión de las mujeres, hace de este movimiento, un típico ejemplo de lo que Clauss Offe definió como un “nuevo movimiento social” y su rasgo sociológico fundamental es que no está vinculado a la parte mercantilizada de la sociedad. A diferencia de los “movimientos sociales tradicionales”, que persiguen siempre un fin mercantilizado.
Trasciende las etiquetas ideológicas. Y sí, los partidos políticos pueden incluirlo en sus plataformas electorales. También se puede elevar a rango constitucional. Ese no es el punto. Podemos hacerlo delito ¡Ah! Pero si ya está en la Constitución y ya es delito y no baja la incidencia ¿por qué? Es un asunto educativo, de valores, de amor y mientras no seamos capaces de educar a nuestro pueblo y a nuestros hijos, en tanto no sepamos los mexicanos lo que es el amor ¡a uno mismo! No lograremos la realidad deseada.
Pero para ello, el ejemplo es una condición sine qua non. Ejemplo en casa y ejemplo del gobernante.
Pero la realidad mercantilizada de la sociedad, no está mejor. Y allí también hay un cúmulo de ser, de estar y de saber de las mujeres, respecto de luchas que compartimos. Laborales, agrarias. Luchas iniciadas por hombres, por temas de hombres, en los que la mujer no figuraba, pero afectada a final de cuentas, ante el flaquear de los hombres, ellas salieron a continuar la lucha.
Es el caso de Río Blanco, hacia el 8 de enero de 1907, cuando las fuerzas de la insurgencia laboral magonista, cedía -la varonil, como exclusivamente era-, las mujeres de los obreros salieron a la calle con sus aperos, convertidos en armas para proclamar libertad y justicia, en contra del reglamento sobre explotador, recién aprobado y publicado por el propio General Porfirio Diaz, Presidente de la República: 16 horas laborables, siete días a la semana… Las mujeres.
El proceso de descomposición de la moral en el servicio público y de los ciudadanos en su relación con los gobernantes y con sus propios conciudadanos, tiene causas y etapas más puntuales. Reflexionemos. Acerquémonos a ellas.