Por Mouris Salloum George*
Desde Filomeno Mata 8
La vieja sabiduría popular recomienda: Vale más prevenir que lamentar.
En todos lados, pero particularmente en México, ciertos políticos encumbrados cultivan pretensiones de inmortalidad. Paradójicamente, sin embargo, en su actuar carecen de visión de futuro.
El cortoplacismo, la inmediatez lucidora, es la incurable enfermedad que atrofia la conducción del Estado mexicano.
Desde su exposición de motivos, el Plan Global de Desarrollo (1980), lanzado en la curva más pronunciada de la crisis económica nacional, se advirtió que si, en efecto, los factores externos inciden en el crecimiento de la economía, no es menor el impacto de los factores internos.
De aquel texto, rescatamos tres imperativos ineludibles, como piedra de toque, en la gestión de la Administración Pública: Eficiencia, eficacia y control.
Planeación democrática del desarrollo soberano
Desde el inicio de su mandato, el presidente Miguel de la Madrid tomó nota de aquellas reglas de oro y acometió de inmediato reformas a la Constitución, para incorporar a su texto el capítulo económico.
En su contenido destaca como responsabilidad del Estado la planeación democrática del desarrollo nacional, que imprima permanencia al crecimiento de la economía, de tal suerte que sea soporte para la independencia y la democratización política, social y cultural de la nación.
El primer Plan de Desarrollo Nacional (PDN) se basó en aquella idea-fuerza. El diseño respondía a los dictados del nacionalismo revolucionario.
La posmodernidad regresiva nos devolvió al siglo XIX
En el siguiente sexenio, la tecnocracia dio el giro hacia el Estado neoliberal. Los dos primeros planes de desarrollo se quedaron en papel mojado. Los cuatro siguientes nos anunciaron la posmodernidad: El resultado es una profunda regresión de casi un siglo.
Hoy, México se encuentra en el ojo huracán de una nueva crisis económica internacional de alcances insospechables, que amenaza la estabilidad de nuestro sistema político. Otra vez, la excusa son los factores externos.
¿Es aceptable que, después de una crisis recurrente que se ha prolongado casi medio siglo, se siga apelando a la anterior coartada? ¿Qué pasó entonces con el sentido de previsión? Éste no es un asunto de coyuntura. Es cuestión de soberanía y de supervivencia como nación. Más claro, ni el agua.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.