Redacción MX Político.- El “Barrio Bravo” está en crisis: los locales exhiben las últimas camisetas clones de equipos de la Champions League –ya suspendida por la pandemia de coronavirus–, playeras polo multicolores de 120 pesos, perfumes de estilo francés, juguetes y tecnología chinas. Nada de eso encuentra clientes.
En épocas del covid-19 Tepito resiste. En las calles no se ve el acostumbrado bullicio ni se oye el efectivo de la compraventa de mercancía pirata. Pero entre la salsa, la cumbia sonidera y el acordeón se abre paso la voz de Marco Polo, que desde su negocio de micheladas dice a Proceso:
“Hay crisis porque no hay mercancía para vender. El coronavirus no lo tomábamos tan en serio, pero llegando a México se está haciendo una psicosis social. No pensamos que iba a ser una cosa global. Hemos visto las ventas muy bajas aquí en Tepito, porque la gente no viene y no hay mercancía. No habiendo mercancía, no compras lo novedoso, y no habiendo de eso, la gente compra poquito de lo que hay.”
Marco Polo no quiso revelar su nombre, pero tiene 13 años de viajar a China tres veces por año. Hasta ahora lleva unos 40 viajes a la ciudad de comercio abierto de Yiwu para encontrar la mercadería de moda para revenderla en uno de los principales tianguis del mundo: Tepito.
Si bien China fue un punto neurálgico en la llamada Ruta de la Seda desde el siglo I Antes de Cristo, en la actualidad compite ferozmente con Estados Unidos por ser la mayor potencia económica mundial. Sin embargo, el coronavirus, surgido en el país asiático, ha mermado las estimaciones de crecimiento de la economía mundial, incluyendo la de México, que se prevé que caerá hasta en 4.5% en 2020.
En un mundo que seguramente caerá en recesión este año, no sólo el comercio formal está deprimido; también el informal, que no está regulado por el gobierno, no paga impuestos ni derechos de propiedad intelectual, pero funciona como válvula de escape para quienes no encontraron una fuente de ingresos en la formalidad.
En México esa población es grande. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), al cierre de 2019 todas las modalidades de empleo informal sumaron 31.3 millones de personas –un aumento de 2% respecto al mismo lapso de 2018–, equivalente a 56.2% de la población ocupada.
El comercio informal y ambulante dan el sustento diario a cientos de familias, por lo que advierte Marco Polo:
“Una cuarentena es difícil para la gente informal. Hay gente que vive al día, en este tipo de negocio se vive muchas veces así. Sí hay gente que te compra bien, pero hay gente que de plano no se persigna y ahorita entrar en cuarentena, y que cierren los comercios, no nos conviene. Los gastos no paran: agua, colegiatura, gente que pide prestado a un banco, no porque haya coronavirus le van a perdonar los intereses, ese sigue porque te prestaron. La situación está bien dura.”
De legal a informal
La investigadora y catedrática de la Universidad Iberoamericana Sandra Alarcón comparte, en entrevista, otra visión del fenómeno:
“De la misma manera en que la recesión y la crisis golpea a la economía formal, va a golpear a la economía informal. Y ésta tiene menos protecciones y nulas posibilidades de hacerse de estímulos o programas especiales de exenciones de impuestos o de apoyos gubernamentales. Es lo que pasa siempre en las crisis del capitalismo: quien más sufre es la gente más pobre, la más desprotegida, la gente que está en los márgenes del sistema.”
La también economista por la UNAM y autora del libro ‘El tianguis global’, puntualiza:
“La gente que va a dejar de vender sus tortas y sus mercancías en la calle, esa economía de liquidez, que es la que sostiene familias, va a sufrir el doble de lo que sufre una economía establecida que sí puede recibir apoyos, de la economía formal y del gobierno. ¿Por qué la gente sigue vendiendo en la calle a pesar de la restricción del covid-19? Porque tiene que comer. Tú vendes porque necesitas tener la liquidez para sobrevivir. No pasas por los mecanismos formales del crédito del banco, te pega muy fuerte.”
–Para un comerciante informal ¿la opción no es incorporarse al trabajo formal, sino caer en la delincuencia?
–Esa sería la conclusión típica de quien lo piensa como ha sucedido en México. No necesariamente. En Europa no sucede así. Los informales empezarán a encontrar otros nichos de mercados y otros mecanismos para sobrevivir, redes de apoyo, vender productos al menudeo en casa.
“En México, como estamos infestados de criminalidad, es más probable que suceda. No hay cifras para eso, son especulaciones, pero sí es un peligro latente. ¿Cómo los incorporas a la formalidad si el país no genera empleo? Por eso la informalidad es tolerada, porque qué haces con 50% de la población ocupada en la informalidad.
Al Marco Polo del barrio eso le queda claro: “Aquí, en este tipo de negocio, el empleado gana más que el salario mínimo. Hay gente que trabaja en grandes empresas y le pagan el mínimo; no sé cómo subsisten, en verdad, o cuántos empleos deben tener. Estamos de acuerdo en que con el coronavirus encontrar trabajo es muy difícil”.
México es un gran consumidor del comercio informal, en especial de productos pirata, al grado que el país deja de recibir alrededor de 43 mil millones de pesos, según la American Chamber (AmCham) México.
Según estimaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, la piratería representa 3.3% del comercio mundial. Pero en un mundo globalizado y de fronteras abiertas dicho fenómeno va entrelazado con la economía legal.
Sandra Alarcón, también doctora en antropología social por la Universidad Iberoamericana, explica: “Es un nivel de complejidad y de entretejido, que justamente es lo que me explica por qué en fronteras abiertas han crecido tanto la informalidad y la ilegalidad. Las economías están altamente entretejidas. Lo que antes se consideraba legal e ilegal como dos economías que corrían paralelamente, hoy en la globalización son economías que subsisten ayudándose unas a otras.
“Antes iban de manera paralela y controlada porque estábamos en un modelo de economías cerradas. Ahora, el mercado mundial opera con esa lógica, que entra y sale lo que sea, hasta el coronavirus”.
Y pone el siguiente ejemplo: “Una fábrica en China produce bolsas, no copias, originales, sin que tengan marcas pero producidas de forma legal, es decir, una fábrica establecida, con supervisión del gobierno, trabajadores asalariados y paga impuestos.
“Si sus productos se importan desde México ilegalmente, se informalizan al momento de importarse, es decir, son productos legales y producidos de forma legal, pero comercializados y que pasaron la frontera con mecanismos ilegales o de fayuca. Aquí no pagan impuestos, no está registrada la importación o tiene una importación subfacturada o ilegal.”
Otro caso, éste local, ilustra la misma situación: “¿Quién abastece los refrescos o las botanas que venden los puestos ambulantes? Obviamente la Coca-Cola o Sabritas. Eso es producción legal, economía formal. Esas empresas pagan impuestos, declaran ante Hacienda, están controladas por el gobierno. ¿Dónde comercializan sus productos? En la calle. Ahí se informalizan cuando entran al ámbito del comercio ambulante. En el ámbito productivo son totalmente legales”, explica la catedrática.
JAM