HORIZONTE DE LOS EVENTOS.
El pobre nivel de nuestro debate nacional, la frivolidad del uso y abuso de los altos conceptos ideológicos, de los valores nacionales e históricos, la multiplicación de “doctores” y “científicos”, otorgados como cintas de artes marciales, y el beneplácito de sus promotores, beneficiarios y usureros de su respaldo, son factores determinantes en la pobreza moral e indefinida identidad nacional que padecemos los mexicanos.
Es también factor determinante en nuestra fractura como sociedad, como nación y como humanos. La falta de conciencia de nuestra naturaleza nacional y de los derechos y deberes que conlleva. Del por qué debemos resguardarla. Del por qué nuestra trascendencia descansa sobre todo en la trascendencia de México. Como de nuestra región, de nuestro estado. De nuestra ciudad y familia ¡De nuestra historia!
La fractura de hace 30 años es en la etapa en que transito en mis exposiciones de los recientes meses ¿Cómo llegamos moralmente al neoliberalismo? Es una pregunta que debemos resolver si queremos entender realmente que afectaciones ocasionó éste y cuál es el sentido histórico al que debemos reorientar nuestra naturaleza nacional.
Entre 1960 y 1979 encontraremos una transformación previa y necesaria para la llegada del neoliberalismo, como veremos -y hemos visto. Y para entenderlo en su verdadera significación, habremos de despojarnos de muchos prejuicios mediáticos promovidos por los triunfadores, que no corresponden exactamente a lo que atestiguamos los que lo vivimos.
Proceso nacional para nada ajeno a los procesos mundiales, como ya lo he señalado. Que, en este momento de fractura tan evidente y confrontada en México, de forma tan simultánea se confrontan la Casa Blanca y los demócratas progresistas de todo partido y origen étnico, después de todo, siempre se ha dicho que la CIA ha conducido los destinos nacionales ¿por qué no entraríamos en crisis cuando ellos mismos lo están?
Antes del neoliberalismo, emanada del Estado, rigió la “moral revolucionaria” en México. Que tuvo un epítome justo en la imposición de Miguel de la Madrid, en 1981, análoga a la “moral marxista” del régimen de Fidel, que privó y reinó en aquella Cuba -cuando todavía habría más Revolución.
La moral “ideológica” más allá de abrazar la conducta pública, implicó también en la vida privada de los ciudadanos y gobernantes, y consustancial -fatalmente- a todos los militantes, simpatizantes, vaya, y revolucionarios.
Y en todos los aspectos de la vida privada, incluso hábitos sexuales, la disciplina de estudio, el compromiso con la Patria, la lucha física y programática de transformación hacia la igualdad y la justicia social. El asco por la frivolidad.
Hasta los años 70’s, en México, en que sostener en la acción política, públicamente, dichos valores de compromiso social, honestidad, respeto público a la familia y a las familias de todos, particularmente cuando el gobernante incumplía grave y consuetudinariamente, denunciarlo, era apreciado de la misma forma en que se apreciaban las virtudes cívicas en Roma, por sus antiguos ciudadanos.
Destaca la condición pública de no callar cuando todos temen hablar, fundado en los derechos que otorga la Constitución y por la calidad de ciudadano miembro del Estado emanado de la Revolución Mexicana -y más aún, al ostentar la calidad de servidor público.
Sin opulencia, con sencillez y un mínimo de solemnidad. Viviendo dentro de los dignos márgenes de “la honrada medianía”, propios de la vocación y entrega al compromiso público.
Valores esenciales a México y a la mexicanidad, como todos los principios liberales, sellados para la posteridad el s. XIX con las Leyes de Reforma, la Constitución del 57, el fusilamiento de Maximiliano y el ejemplo de funcionario público de la República, Benito Juárez por excelencia, que el pensamiento revolucionario recogió, legatario de la Reforma: el linaje nacionalista y liberal que alimenta el sentido histórico de México. Pensamiento que desde los primeros independentistas, adoptó y desarrolló congruente con la evolución de la sociedad nacional y del mundo.
El reconocimiento social y del sistema político a esta actitud y postura íntegra de mexicanos de excepción, valió por sí mismo, el conducirse con impecabilidad por la “moral revolucionaria”.
El sexenio de Luis Echeverría inició la fractura definitiva del Sistema Político Mexicano y dio los primeros pasos hacia la abolición del Estado Revolucionario.
Cambió al Sistema Político Mexicano sus formas (“que son fondo”) revolucionarias, un cambio de timón y plan de vuelo del Estado Revolucionario al destino mortal de un proyecto enemigo histórico.
Que con su venia, dio la bienvenida a agentes decididamente anti priistas y contra revolucionarios, criollos tiránicos, realistas, monárquicos, depredadores extranjeros, imperialistas, racistas, porfiristas -“científicos”, propiamente- y “liberales no revolucionarios”, contenidos todos en el panismo de cepa: Déspotas Ilustrados del s. XX, más próximos al absolutismo francés del s. XVIII, ni más ni menos.
Conducido inefablemente a su negación. Despojado finalmente, hoy, de toda su realidad. La realidad que fue de todos. De la mano por ese camino, en el que cada vez más, el sistema surgido el s. XX, al transitarlo, famélico, a la vez perdiendo facultades, agilidad, y más grave: las facultades que no perdió, las reformaron hasta tutelar lo que antes prohibía: feliz a su extinción ¡La traición!
Abstracción el Estado, al fin y al cabo: se deja de creer colectivamente en él, y ya, deja de existir (y todos esos muertos e instituciones) ¿fácil, o no? Es la muerte de un régimen, no la sustitución: su extinción.
Construir toda esa argumentación ideológica que fundamentó la Revolución Mexicana: soberanía, democracia, nacionalismo republicano, justicia social, derechos sociales, liberación rabiosa, venganza social y asesinatos impíos ¡una séptima parte de la población muerta! Traiciones, actos heroicos, arquetipos de la mexicanidad libre, plena y vigorosa. 30 años de guerra civil. Reacomodos y purgas: Todo abdicado, todo extinto.
También, la Constitución del 17, el tránsito de las asonadas a las instituciones (un solo Partido, pues sí, nació del que nomás quedó uno ¿qué otros?), de los generales a los civiles. También caminos, escuelas, trabajo, IMSS, banco central ¿todo eso también fue una abstracción?
Los precedentes contrarrevolucionarios, cada vez más frecuentes y multiplicados geométricamente desde 1970, sexenio tras sexenio, terminaron por aflojar la estructura del sistema, que a la vez que lo debilitó, abrió huecos por donde se colaron los que lo asaltaron y finalmente, lo abolieron.