HORIZONTE DE LOS EVENTOS
Se han confabulado, de unas décadas a la fecha, políticos, politólogos, analistas, medios y academia, izquierdas y derechas, laicos y religiosos, todos, para señalar dos sofismas cuya aceptación impide la comprensión del fracaso democrático de México: Que el régimen priista fue un Estado monolítico desde su instauración con Calles, en 1929, hasta la salida del PRI el 2000, y que justamente ese año, fue su fin.
Asimismo, contradictoriamente, se reconoce en esta confabulación, cuya sentencia es aceptada ya por el vulgo, que el neoliberalismo inició en 1982, con Miguel de la Madrid, y sin embargo, la administración de ese presidente y sus sucesores, hasta Ernesto Zedillo, son parte de ese antiguo sistema político ¿el neoliberalismo es priista y parte del régimen de la Revolución Mexicana?
Porque dicho sea de paso, el neoliberalismo ciertamente llegó a México en el vientre preñado de Miguel de la Madrid y continuó más allá de Zedillo (que en 1994 de “Dr. Zete” pasó a Presidente de la República), con Fox, Calderón y Peña Nieto; Período en que sin formación ni conocimiento ideológico, prescindió de los principios fundadores: reglas sin rumbo, hasta hacer de él, el “neoliberalismo vulgar” o del “vulgo globalizado.”
Aun esta administración mantiene entre sus postulados, fuertes principios neoliberales, como la contracción del empleo, un excesivo y cuestionable rigor de adelgazamiento administrativo y no endeudamiento, con carácter tan férreo más extremo que el de los propios neoliberales -que además, no todos son iguales-, que en condiciones tan adversas como las presentes, ellos mismos recomiendan endeudamiento y mayor gasto social ¿ahorrar con un pueblo muerto de hambre y al borde del desacato?
Considero que el breve recuento anterior, evidencia que el régimen priista, evidentemente no involucra a Fox, ni a Calderón. Y digo bien: Régimen Priista, no de gobernantes con la bandera priista: no es lo mismo y si no distinguimos bien las causas, no podremos acertar en sus consecuencias.
Si no somos capaces de revisar en esencia y distinguir lo que nos han querido convencer que sólo es uno, cuando son dos: Régimen de la Revolución y neoliberalismo. Y las culpas de uno, no son del otro. Y por culpar al antiguo régimen por los vicios mayores de los burócratas y tecnócratas, desmantelamos estructuras vitales, que fueron eficientes y que administrados por estos “neocientíficos” usurpadores, viciaron y pervirtieron las Instituciones, hasta que por ineficiencia, corrupción y fines ajenos a los principios del nacionalismo revolucionario, quebraron al Estado Revolucionario, que empezó a dejar de existir mucho antes del neoliberalismo y que fue sustituido por completo, por el Estado neoliberal Mexicano, a partir de 1980.
Si no distinguimos y seguimos engañados por la simulación que durante más de 35 años nos han insistido burócratas y tecnócratas, repitiendo esa falacia (“fuiste tú, dijo el culpable”), seguiremos buscando sustituir a un cadáver, mientras otros vivitos, se llevan la mejor tajada nacional.
Seguiremos derogando y desmantelando estructuras políticas e institucionales, culpándolas, con base en la demagogia de dicha confabulación y distrayendo nuestro pensamiento, en beneficio de otros que no son ni priistas ni políticos, para acabar pronto, que son quienes verdaderamente han saqueado al país y condenado a la inmensa mayoría de los mexicanos, por más de cuarenta años, a la explotación y más allá de la miseria, a la resignación de jamás salir de la pobreza, como mexicanos y como nación.
Luego de esta advertencia nada abreviada pero necesaria de las consecuencias de los treinta y cinco anteriores años de fundamentalismo neoliberal, que los hemos vivido y tenemos cerca, y para distinguir, es necesario observar por los hechos y sus autores, no por el color de la camiseta, si son políticos revolucionarios o tecnócratas anti priistas o neoliberales.
En síntesis, tres clases de gobernantes:
a) Los políticos del nacionalismo revolucionario, estos sí, herederos del pensamiento de la Revolución, hijos del Sistema Político Mexicano, extraordinariamente definido en su solvencia moral y legitimidad por D. Jesús Reyes Heroles, el ideólogo: maquinaria sostenida por dos pilares puestos por Calles y Cárdenas, sus fundadores: el Partido que transformó, formó y condujo institucionalmente el poder de los militares triunfantes y a la Revolución misma, y por el Presidencialismo, que con la expulsión de Calles, evitó las tentaciones metaconstitucionales de carácter transexenal.
b) Burócratas que penetraron y accedieron a la alta burocracia del gobierno federal, que claramente eran distinguidos en su momento de los políticos. El prototipo de ellos y precursor mayor es Luis Echeverría Álvarez. Quien, según la sentencia difundida por dicha confabulación, “ejemplo vil del político del Régimen Priista” ¡Ni era priista ni era político!
Él fue el primer presidente del régimen revolucionario, cuya candidatura no cumplió con los principios que dictaba el Sistema, no escritos pero que hasta 1969 fueron respetados inobjetablemente como los principios “sagrados” de la Constitución -que después serían también derogados, como el derecho a huelga.
Así es, LEA no tuvo formación priista. No conoció el PRI, nunca fue candidato ni se supo que participara en campaña alguna, sino por la Presidencia. Antes de él, los candidatos a la Presidencia, ya habían ellos mismos sido Alcaldes, Diputados Locales y Federales, Senadores y Gobernadores, toda la carrera en puestos de elección popular. Y antes de ellos mismos ser candidatos, habían coordinado las campañas de otros, desde la dirigencia del Partido. Es decir que antes de ser Alcaldes, habían sido presidentes del PRI municipal y desde allí coordinaron la campaña. Antes de ser gobernadores, habían sido presidentes del PRI estatal, y etcétera, hasta la Presidencia.
Entonces, no sólo habían sido representantes populares en casi o todos los cargos hasta la Presidencia, sino que también conocían el PRI desde la dirigencia de la sección en que votaban, en la municipal, distrital, estatal, hasta la dirigencia nacional, también casi todos los niveles nacionales del PRI.
Finalmente, también, antes de ser alcaldes, habrían sido regidores o secretarios de Ayuntamientos, Oficiales Mayores del Municipio.
Secretarios del gabinete no de uno, sino de varios gobernadores. Y finalmente, antes de aspirar a la Presidencia, habían ya sido probados, además de dirigentes partidistas, políticos con experiencia en puestos de elección popular, primero en los Legislativos, lo que otorgaba la experiencia en órganos colegiados (debatir, negociar, integrar, coordinar, conducir ¡construir mayorías!) y después, a los Ejecutivos, donde mandaban y ya estaban probados en el liderazgo, el aprendizaje hacia la Presidencia radicaba ahora en administrar, conducir, construir y garantizar la obra de la Revolución Mexicana y del mandato Constitucional.
Y luego de las gubernaturas, a las Secretarías de Estado. Allí sí, ya en la antesala de la Primer Magistratura: Eso es lo que debe definir a un político del sistema revolucionario.