Que lamentable resulta corroborar que lo que debería ser una Juez de Distrito, de excelentes formas protocolares, bañadas siempre por la pulcritud y la decencia, respetuosa de la aplicación fiel de la norma, de arraigados cimientos morales, se haya trasmutado por azares del dinero, en una impartidora de justicia de excremento, en una servidora pública de desechos, en una jueza corrupta y prostituida al cometer la indignante aberración de prostituir a la justicia de ésta Cuarta Transformación, al haber vendido lo que hubiera podido ser una pulcra resolución que favoreciera a la justicia y seguridad de esta República .
Su endeble y prostituida argumentación permitió poner en libertad a un delincuente más para que siga brindando inseguridad a ésta ya de por si ensangrentada República: “no existen elementos para procesar y por mucho menos encarcelar a la pieza clave en la desaparición de los 43 normalistas”’, finalizando su inconcebible estupidez, con esta frase insultante e indignante: “por el dinero entregado es obvio que carece de responsabilidad, por ende póngase en inmediata libertad a fin de que continúe con su noble misión de desaparecer mexicanos’’.
La infeliz jurista que así ofendió no sólo a México, si no a la justicia de nuestra Nación, no es otra, como así lo habrán adivinado mis cuatro lectores, que la insigne cortesana que convirtió, una vez más para no variar, nuestros recinto de justicia en casas de asignación, en palacio de mala nota.
Desde los inicios de la transición a ésta Cuarta Transformación de la República, el Poder Judicial Federal aparece como el más afectado por el fenómeno de la corrupción que permea en el medio de procuración e impartición de justicia. Es más, pese a los muy débiles y poco viriles esfuerzos de algunas selectas togas que aun pretenden combatirlo.
Lic. Alberto Woolrich Ortiz
Presidente de la Academia de Derecho Penal
del Colegio de Abogados de México, A.C.