Ricardo Bravo Anguiano.
Después de la muerte del dictador Francisco Franco en 1975, España le dio al mundo un ejemplo de civilidad y democracia, con el Pacto de la Moncloa. Durante la transición española de 1975 a 1977, -de la dictadura de cuatro décadas al incipiente sistema democrático-, los principales partidos políticos representados en el congreso convocaron a las fuerzas políticas, económicas y sociales, incluidas las comunidades autónomas vascas y catalanas, cámaras empresariales y sindicatos de trabajadores, etc, a un “pacto nacional” para sentar las bases del futuro de España. Se llevaron a cabo las primeras elecciones democráticas en 1977, en las que resultó electo Adolfo Suárez, como presidente del gobierno español, quien condujo las acciones a realizar. Ese Pacto cambió el destino y la historia de aquel país.
En asuntos internos, el Pacto buscaba en primer lugar, la pacificación del país en momentos de efervescencia social y política; y, en segundo, hacer mejoras en aspectos económicos, sociales y políticos. En asuntos externos, el objetivo era, “iniciar el camino de la modernización que llevara a España a integrarse a la Comunidad Económica Europea (hoy Unión Europea)”. Lo admirable es que los firmantes del pacto cumplieron sus compromisos y los gobiernos siguientes al de Suárez -a partir de 1981-, persiguieron el mismo objetivo externo hasta que lo lograron en el año 1986. Fueron nueve años de intensas gestiones del gobierno y, limitaciones económicas y sociales de los ciudadanos para cumplir los requisitos que les impusieron. No fue fácil, ya que en Europa nadie quería a ese país como socio. Pese a todo, con esfuerzo y tenacidad permanente, hoy España es alrededor de la cuarta economía de la Unión Europea y la decimotercera a nivel mundial. ¡¿Qué tal?!
España sufrió cuatro décadas de dictadura franquista, que al final los motivó para establecer el Pacto mencionado. Lo más reciente que México ha padecido, es lo ocurrido durante la etapa del “neoliberalismo” 1982-2018, que consistió en el saqueo de los principales bienes y servicios públicos, para beneficio de unos empresarios abusivos, que bajo la protección de gobiernos corruptos lograron formar grandes fortunas, que hoy los coloca entre los más ricos del mundo, a expensas de la pobreza de más de la mitad de la población. ¡Qué vergüenza!
Hoy, se están dando las condiciones históricas, “para que México aproveche la oportunidad de planear su destino a largo plazo”, (sin tener que inventar al país cada seis años, desechando lo que hizo el gobernante anterior). Eso se podría emprender, una vez consolidada la Cuarta Transformación (4T), en cuanto los agentes económicos, sociales y políticos estén convencidos de que, “ya no hay vuelta atrás, a la corrupción y a la impunidad”, a la forma de hacer negocios irregulares al amparo del gobierno. Más les convendría participar en los proyectos gubernamentales, en vez de estar haciendo una oposición encubierta, ridícula y sin fundamento. Deberían aprender la clásica, que dice: “si no puedes vencer a tu enemigo, mejor, únete a él”, como lo están haciendo algunos gobernadores tricolores, inteligentemente (Estado de México, Oaxaca, Hidalgo).
¿Sería demasiado aventurado sugerir, que los partidos políticos, a propuesta de MORENA, emprendieran una epopeya como la hicieron en “la madre patria”? Se requeriría de cierta dosis de “entendimiento” de lo que se quiere hacer, y de capacidad de “convencimiento”, para que las demás fuerzas políticas, grupos empresariales y poderes fácticos encontraran beneficios al firmar, un “Pacto por México”, no un “Pacto contra México”, como lo hizo Peña Nieto. Ya es tiempo de que se convenzan los adversaros al presidente, de que, “¡México ya cambió y que, la mayoría de los ciudadanos queremos un destino diferente, próspero, “para todos”, con justicia y dignidad!
En caso de ser aceptado, se tendría que abrir un debate público, para definir de manera conjunta con los agentes participantes: las bases sobre las que se debe cimentar el nuevo desarrollo del país. De esto saldría un Pacto de Estado en el que se planearía el papel del gobierno en relación con la empresa privada, “separando el poder económico del poder público”. A nivel interno nos preguntaríamos: ¿qué país queremos para los próximos, 10, 20, o 30 años, en materia económica, social y política?; y, en lo externo, se tendría que precisar lo que se quiere de nuestra relación con los socios del norte -Estados Unidos y Canadá en el T-MEC-; así como, con los de centro y sud-américa, y el resto del mundo.
¿Sería viable este sueño?