Laberintos del Poder
Emilio Trinidad Zaldívar
Alejada y aislada por su ubicación geográfica del gran territorio nacional, Baja California Sur parece también alejada y olvidada por las autoridades federales, estatal y municipales, que sólo ven zonas que representan explotación y desarrollo turístico para invertir, pero donde también hay asentamientos humanos que distan mucho del progreso y la modernidad, y que a unos cuantos metros del pavimento, se expresan en la miseria y el abandono en que se encuentran.
Colonias enteras de La Paz y Los Cabos, las ciudades más importantes de los cinco municipios que conforman la entidad, carecen lo indispensable, por no decir de todos los servicios públicos, con viviendas que parecen chozas, levantadas con láminas, madera y a veces cartón, y en las que moran diez o hasta veinte personas, soportando temperaturas infernales casi todo el año.
Ese es el fiel reflejo del fracaso de la igualdad, de la modernidad, de la justicia, de la solidaridad, y como si fueran parte de otro planeta, son ignorados por todas las autoridades, que sí los visitaron cuando estaban en campaña.
Es ofensivo ver que la alcaldesa de Los Cabos, Armida Castro, come en los más finos y caros restaurantes de ese bello y paradisiaco lugar, mientras cientos de miles de nativos -teniendo el océano enfrente- no pueden consumir sus productos porque no tienen dinero para adquirirlo; porque no tienen empleo, o el que tienen no les da para esos lujos.
En esas zonas marginadas se ven niños famélicos jugando sobre la tierra, con el sol a plomo, sin futuro ni esperanza de conocer el otro lado de Los Cabos; el rostro del progreso, de los recursos, del despilfarro, de la fiesta. El de los turistas europeos, norteamericanos y nacionales, que van a ese extraordinario lugar para disfrutar la vida. Para consumir alcohol, para perderse en los excesos y deglutir manjares del mar.
Duele ver los contrastes que arroja pasear por lugares de opulencia, con residencias fastuosas, dignas de jeques o Monarcas del viejo continente, y que a unos cuantos metros de ellas, le escupan en el rostro del desposeído su ofensiva belleza arquitectónica.
¿A la alcaldesa y aspirante a gobernadora Armida Castro no le dolerá la cara de vergüenza sabiendo que no ha cumplido con esos dolientes pobres que votaron por ella, pensando que los sacaría del abandono?
¿Pensará que puede con él gobierno estatal cuando ha dejado mucho qué desear al frente del ayuntamiento de Los Cabos?
¿La miseria de mexicanos como ella, dueños de la tierra que otros explotan no la conmueven?
Gobernar debería ser auténtico servicio a los demás. No para entrar con modesta vida y salir de los cargos con riqueza insultante.
Por eso votaron los más de 30 millones por un cambio que no llega. Ella, como Rubén Muñoz -presidente municipal de La Paz- fueron arropados por la gigantesca ola llamada Andrés Manuel López Obrador y por eso obtuvieron la victoria, pero era para cambiar el rostro de las ciudades que gobiernan; para resolver sus necesidades, para darles progreso, desarrollo, y garantías para la seguridad de sus habitantes.
Hoy ambos primeros ediles buscan afanosamente ser valorados por López Obrador y la dirigencia de su partido, para convertirse una u otro en abanderado o abanderada de Morena al gobierno estatal que ostenta el PAN.
Ellos dos, como el maestro Víctor Castro, que hizo de los programas sociales su bandera personal para hacer creer a los desesperados pobres del estado que gracias a él, se les entregaban ciertos apoyos y beneficios por su generosidad y bondad, o hasta canastas con despensas de productos básicos, han lucrado con sus cargos y con la buena fe del sudcaliforniano, al que han engañado y utilizado para no devolverles nada.
Lamentablemente parece que seguirán pasando gobernantes inescrupulosos por los cargos más importantes de esa bellísima entidad, donde la línea de la marginación y el portentoso desarrollo seguirán divorciados para que unos vivan de los otros.
Ni en Los Cabos, San José del Cabo ni en La Paz, veremos pronto la justicia, la solidaridad, las oportunidades para todos, la igualdad y el progreso para todos.
Ahí seguirán los ricos siendo ricos y los pobres trabajando para ellos, mientras que los norteamericanos continuarán haciéndose propietarios de las mejores zonas, residencias, hoteles y comercios de un Mexico y Baja California Sur que parece les pertenece a ellos y no a los que ahí nacieron o llegaron para darle nombre, historia, un lugar de privilegio en el contexto nacional, y que con sus manos y mano de obra, lograron edificar cientos de hermosos lugares para la fiesta y diversión de otros.
Es nuestro México de contrastes, de abusos y olvidos de malos, muy malos funcionarios públicos que terminan siendo, a expensas de otros o gracias a sus cargos, nuevos millonarios.
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