• La fetidez de las procuradurías
• Reestructuración o el infierno
Hace algún tiempo, precisamente cuando el presidente Peña Nieto anunció su equipo cercano y nombró a Jesús Murillo Karam como procurador general de la república, advertimos que al hidalguense le había tocado bailar con la más fea, porque la Procuraduría General de la República olía a flores marchitas de cementerio.
Se había convertido en el brazo vengador del presidente en turno; en fabricante de culpables y en un fracaso a la hora de presentar las pruebas para que un juez condenara a un presunto criminal, por ejemplo, que consuetudinariamente era liberado por los jueces ante la falta de evidencias de su delito. Y por extensión, todas las procuradurías de justicia estatales, que rellenan de inocentes las cárceles del país.
Este jueves, durante la inauguración de la 29 Conferencia Nacional de Procuración de Justicia, que concluye este viernes en el hotel de moda de las grandes ceremonias organizadas por el gobierno federal, enfrente de la Alameda Central en ciudad de México, tanto el Presidente de la república como el Procurador General fueron contundentes.
Peña Nieto:
Las instituciones encargadas de impartir justicia tienen que ser implacables e impecables.
Su objetivo principal es reducir la comisión del delito y la impunidad para que los empresarios inviertan menos en seguridad y más en productividad…
Pero, el mandatario aclaró, puso una condición sine qua non: es necesaria una profunda reestructuración de las procuradurías generales; que quienes cometan un delito sean sometidos realmente a la aplicación de la justicia.
Murillo Karam:
No podemos quedarnos en la disyuntiva de un Estado pasivo, pero menos aún en un Estado represivo.
No puede haber justicia cuando hay hambre; no puede haber seguridad cuando no hay confianza y no puede hablarse de paz, cuando no hay igualdad.
En el fondo, la clave está en la “reestructuración”. Que yo quisiera leer como “refundación”. Porque algo está podrido en Dinamarca. Pero… pero aplicar una sangrienta terapia reestructuradora será una labor de titanes. Esas instituciones, comenzando por la PGR, son enfermas terminales; sufren de muchos cánceres: la ignorancia de infinidad de agentes del Ministerio Público (MP), la ligereza e irresponsabilidad de multitud de peritos investigadores; la corrupción y la impunidad. Imposible presentar aquí un diagnóstico profundo. Pero ha habido síntomas que conducen a ese mar putrefacto de la “procuración de justicia”.
Hace más o menos un mes, los medios informativos dieron cuenta de dos casos paradigmáticos, de personajes de altas esferas del gobierno que estaban presos bajo acusaciones del MP por delincuencia organizada. Después de un buen tiempo fueron liberados porque no hubo pruebas de que fueran culpables, aunque ya habían sido condenados en los medios impresos y electrónicos: El general Tomás Ángeles Dauahare, ex subsecretario de la Defensa Nacional, y Noé Ramírez Mandujano, ex subprocurador de la rebautizada Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada.
El proceso contra el militar quedó sin materia y un Juzgado penal federal de Toluca sobreseyó la causa porque la PGR ratificó la decisión de no pedir ninguna pena para el General. Murillo Karam reconoció que no podía acreditarse lo que los testigos protegidos, o un testigo protegido, habían afirmado Imperdonables fallas en el proceso penal.
Ramírez Mandujano, acusado de haber recibido 450 mil dólares de un cártel, después de 4 años, recibió sentencia absolutoria de Juzgado Primero de Distrito de Procesos Penales Federales en Nayarit. Existía en el proceso falta de probidad, pues el testigo protegido mintió en sus declaraciones.
Murillo Karam, con ese estilo magistral que lo caracteriza, aseguró en la Conferencia, que en la situación actual del país no se pueden permitir errores y, ante los problemas, “no podemos quedarnos en la disyuntiva de un Estado pasivo, pero menos aún en un Estado represivo”. Este asunto es también grave. Pero habrá tiempo de abordarlo.
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