La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
El quid de la transformación consiste en que las tepocatas se conviertan en fifís
La decisión de utilizar a la Fiscalía General de la República y a las estatales, donde son gobierno, con el objetivo de judicializar la política, pone al presidente López Obrador, en la misma circunstancia que tuvo Vicente Fox cuando intentó desaforarlo a él.
Suponiendo sin conceder, que las persecuciones contra Francisco Javier Cabeza de Vaca, Miguel Ángel Yunes Márquez, Rogelio Franco Castán, Adrián de la Garza, por mencionar algunos, pudieran tener fundamentos legales, el tiempo para aplicar, presuntamente, la ley, está marcado por la coyuntura electoral, por lo tanto, apesta a justicia a la carta.
Si a esto sumamos que personajes como Enrique Peña Nieto, Pío López Obrador, Manuel Velasco y otros del mismo calibre, se placean felices sin que nadie los moleste, se confirma que la 4T, como los de antes, actúa en forma selectiva.
Estos moditos de ‘atacar’ la impunidad sólo los puede apoyar la feligresía, porque no se necesita tener más de dos dedos de frente, para comprender que se trata de una vendetta al más puro estilo de la mafia del poder.
Sin embargo, para desazón del que impulsa la estrategia, la cuestión radica en que, lo que se busca combatir, se multiplica, es decir, si quieren matar al perro para acabar con la rabia, lo único que logran en una epidemia de hidrofobia.
El tabasqueño sabe que la intentona de Chente lo hizo más popular, sin embargo, la silla presidencial tiene sirénida melodía que seduce al Tlatoani en turno y, al parecer, ni el ¡Detente! del Sagrado Corazón sirve de antídoto.