EL SONIDO Y LA FURIA
MARTÍN CASILLAS DE ALBA
Anton Chéjov (1860-1904).
Ciudad de México, sábado 10 de julio, 2021. – Eso de llevar un cuaderno de notas es un buen hábito, tal como lo practican algunos escritores que están con las antenas bien puestas, listos para anotar lo que oyen o lo que de repente se les ocurre o algunas situaciones significativas o que se las imaginan, para luego utilizarlas en sus obras.
Anton Chéjov lo hizo y ahora tenemos acceso a su Cuaderno de notas en español, gracias al trabajo de tres editoriales: La Compañía de los Libros, Páginas de Espuma y Colofón que lograron publicarlo en el 2010 para que podamos “rayar su cuaderno” y entender mejor cómo trabajaba y cómo era el mundo que vivía.
Llevar este tipo de notas es útil, sobre todo, para los que no tenemos una memorias total como esos memoriones que registran todo lo que ven, tocan, oyen, huelen o saborean desde niños, como los que había en el Siglo de Oro, contratados por los editores piratas –no había grabadoras, ni derechos de autor–, para que fueran a ver una obra de teatro y, a la salida, la dictaran de memoria a sus escribanos.
Con el Cuaderno de Chéjov descubro por ahí lo que pudo haber sido el disparador de alguno de sus cuentos o uno de esos diálogos en sus obras de teatro, cuando algunos de los personajes dicen, por ejemplo: “Sólo cuando es infeliz el hombre abre los ojos” frase que asocio con una de las tres hermanas de la obra con el mismo título o con su lectura de Rey Lear de Shakespeare, cuando finalmente el viejo rey pudo ver la realidad tal como era, como esta otra, cuando se pregunta: “¿Por qué Hamlet lo obsesionaban tanto las visiones del más allá, cuando nuestra vida real está presa de imágenes mucho más horribles?” (Y yo digo porque creo que escenográficamente tenía más impacto que hablara con el fantsama de su padre).
Tiene otras notas en donde muestra su sentido del humor, negro, por supuesto: “En tono alegre, gozoso dijo: tengo el honor de presentarle a Ivan Ivánovich, el amante de mi esposa”.
O este otro, relacionado con alguno de sus colegas: “Para estudiar a Ibsen, ha aprendido el sueco, le ha consagrado mucho tiempo de trabajo; y, de pronto, se da cuenta de que Ibsen es un escritor mediocre; y ahora se pregunta ¿qué podré hacer con el sueco?”, nota que recuerda un poco el humor que estilaba Monterroso.
Con Chejov nos damos cuenta que la mayoría de los protagonistas carecen de la fuerza de voluntad para cambiar el presente y convertirse en capitanes de su barco de vela, por eso, son perdedores que culpan al destino de aquello que no pudieron modificar, a pesar de que estaba en sus manos hacerlo, tal como sucede en Las tres hermanas y en El jardín de los cerezos.
Con esta nota me parece que está esbozando la trama de Las tres hermanas: “El padre es un general conocido. Hermosos cuadros, mobiliario costoso. Él muere. Sus hijas han recibido una buena educación. Pero se abandonan, leen poco, pasean a caballo y huelen a tedio.”
Y esta otra, donde un joven habla todo el tiempo de “yo… yo… yo…” para que Chéjov señale puntualmente el egocentrismo que tanto perjudica. También me llama la atención esta otra nota que tiene que ver con la superstición: “El día que pierdas este relicario –decía mi abuela– morirás. Un día lo perdí. Sufría y tenía miedo de morir. Por suerte, por milagro, encontré el relicario y pude seguir con vida.”
Y sin que le temblara la mano, anotó esto: “El pueblo detesta y menosprecia todo lo nuevo y útil: detestaban y asesinaban a los médicos durante el cólera, ¡ah!, pero cómo amaban el vodka…” y así nos podemos dar cuenta de la vida del doctor Chejov durante la epidemia.
Cientos de notas de este hombre que observaba los pequeños detalles y muchos gestos de la vida cotidiana con tal de hacer creíbles sus historias de ficción.