Jorge Herrera Valenzuela
Ráfaga
(Los reporteros no somos historiadores, escribimos la historia).
“A la una… ¡una!”…. breve, pero imperativa frase.
La noche del pasado sábado 9 murió el autor de esas cuatro palabras.
De sus 92 años y medio de vida terrenal, dedicó 75 a la profesión u oficio de reportero-redactor y columnista en el diarismo mexicano, donde Carlos Ravelo y Galindo gozó de la estimación de sus colegas, el reconocimiento de las organizaciones de periodistas, el respeto de los funcionarios gubernamentales que lo invitaron a colaborar y de todos los que le conocimos.
La mañana del lunes 3 de marzo de 1947, Carlos cruzó la puerta de Paseo de Reforma 18. Lujoso edificio del diario Excélsior. El jovencito de 17 años llegó a solicitar trabajo. Menor edad, cuando la mayoría era a los 21. Comenzaba Carlos una vida llena de emociones, de sorpresas, de aprendizaje, de altas y bajas.
Contaba que gozó dar sus primeros pasos entre los escritorios de madera, sobre ellos las máquinas mecánicas de escribir, cuartillas (hojas tamaño carta de papel revolución), libros, diccionarios y objetos personales del reportero.
¿Cuál era su trabajo? Carlos estaba en el primer peldaño de un prolongado recorrido de su vida. Feliz de ser “Office Boy”en la redacción del diario más importante de México. Aprendió rápido su importante trabajo: atender a los reporteros-redactores, salir a comprar los refrescos, los cigarros, una torta, lo que pidieran los “señores reporteros”.
Pronto Carlos sintió que despertaba el gusanito de escribir –redactar, es el término correcto- e inició sus pininos con el pie izquierdo. No le cayó bien al corrector de nombre Luis Ramírez Antuna, “Chato”.
En lugar sugerirle como aprender a redactar, “Chato”, le garabateaba la cuartilla y la entregaba al jefe de Redacción, en esos días don Manuel Becerra Acosta. Al estar Carlos frente al adusto señor, recibió una reprimenda y la recomendación de que aprendiera a hablar correctamente y al escribir, no tener faltas de ortografía. Ravelo sufrió corto tiempo, porque un día copió una nota publicada, la transcribió integra y junto con el original de la cuartilla que había corregido “Chato”, las dejó en el escritorio de don Manuel. ¿Saben quién escribió la nota publicada?, nada menos que Manuel Becerra Acosta hijo.
Carlos fue llamado y regañado nuevamente. La cuartilla fue objeto de múltiples correcciones. Le pidió permiso a su jefe para darle una explicación. Le mostró la página del diario donde estaba publicada la nota y la cuartilla corregida por “Chato”. Recordaba mi colega que don Manuel soltó una estruendosa carcajada. “Hasta que alguien le ganó a Ramírez Antuna”. Se hicieron amigos y don Manuel autorizó al incipiente aprendiz que redactara notas. Así fue el inicio de quien al paso de los años se convirtió en El Decano del Periodismo Mexicano.
DE LA CUARTILLA AL CELULAR
Carlos Ravelo y Galindo perteneció a la Época de Oro del Diarismo Mexicano, la de los años 1950 a 1980.
De las cuartillas de papel revolución o las libretas de bolsillo, la pluma atómica o fuente, de las copias al carbón, llegamos al inicio de la computación, pasando por las grabadoras, las copiadoras. Esa sí fue una transformación, un cambio radical hasta llegar al uso de los celulares.
De los telegramas de prensa al telex, sin olvidar que el teléfono era otro aliado, un instrumento de trabajo indispensable. Manuel Buendía, director de La Prensa, nos gestionó instalar teléfono en casa y nos pusieron “una cajota” de radioteléfono en el coche, aparato que trajo a México el ingeniero Alejo Peralta.
Si la memoria no me traiciona, fue mi gran amigo y colega Miguel Ángel Rivera Paz el primer diarista que utilizó la computadora portátil para cubrir los eventos periodísticos, tanto en la Ciudad de México como salía de ella. Hoy ese reportero dirige una página digital, conclaseweb.com.
La inmediatez con los celulares convirtió a miles de personas en “informadoras”, no en reporteros. Graban voces e imágenes para enviarlas a las televisoras. Lo único que sigue vigente es la tarea de los fotógrafos de prensa que desde 1971 son merecidamente reconocidos como Reporteros Gráficos.
GUIONISTA, ESCRITOR Y CONFERENCISTA
En el libro “Verdaderos Maestros del Periodismo” redactado y publicado por mi amigo y colega Mario Andrés Campa Landeros, que también se nos adelantó, en 31 páginas hace una exposición de la trayectoria de Carlos Ravelo que, además de diarista, escribió guiones para películas de cine (hacia pareja con Alberto Ramírez de Aguilar (otro destacado reportero de Excélsior). Como escritor nos dejó 6 libros todos relacionados con la hermosa profesión que él ejerció. Tanto en México como en el extranjero, a invitación de Universidades, instituciones culturales y empresas periodísticas, dictó un buen número de conferencias.
Por su parte mi estimado colega y amigo Gonzalo Álvarez del Villar expresó en un discurso: “Carlos Fernando Ravelo y Galindo es un icono del periodismo nacional. Y a pesar de su edad, es un joven eterno. Dicharachero, ingenioso, lúcido, mordaz, y ha sido antes que nada: REPORTERO”. Carlos, originario del Distrito Federal, nació el 13 de diciembre de 1929.
Las palabras las pronunció Gonzalo en el homenaje que el Club Primera Plana, presidido por otro buen amigo José Luis Uribe Ortega, rindió al reportero-redactor y columnista diarista al cumplir 75 años de “teclear” en el periodismo.
Carlos era el Jefe de Información en Excélsior (el que da las órdenes de trabajo a los reporteros y a los reporteros gráficos) cuando llegó Gonzalo. También Miguel Ángel Rivera lo tuvo a Ravelo como jefe, en “La Extra”. “Llegué a Excélsior, cuando tú (yo) me corriste de La Prensa, jajajaja”.
La noticia del final de Carlos Ravelo trascendió en minutos por todo el País. Recordamos al autor de las columnas “Tras las Rejas”, en Excélsior, con noticias del medio judicial y penal; “En Las Nubes”, de extraodinarios comentarios, en el periodismo digital. Fue jefe de Información en el diario El Universal. Comentarista de radio y en televisión. Responsable de Comunicación Social en la Suprema Corte de Justicia y en el IMMS donde hizo mancuerna con el gran Amado Treviño Olivares. En fin, una exitosa y productiva labor.
En 1953 Carlos se casó con Bertha Eugenia Reyes Estrada (hermana de mi compadre Jaime, ya fallecido, y de mi tocayo Jorge que aún anda en este mundo, ambos extraodinarios reporteros). El matrimonio procreó a Carlos Fernando, Luis Emilio, Jorge Alberto y Arturo Ravelo Reyes. Hace cinco años murió doña Betty, Carlos jamás dejó de manifestar su amor y adoración por su compañera de la vida. Frecuentemente nos compartía, en la columna En Las Nubes, frases de cariño para Betty.
Sus padres fueron el tapatío General Divisionario y Contador Público Guillermo Ravelo Anaya y doña María Teresa Galindo Lazcano, de la Ciudad de México.
LOS RECORDAREMOS POR SIEMPRE
Carlos, como está comentado, es y seguirá siendo miembro de una generación de reporteros redactores y columnistas, del diarismo mexicano, como lo fueron sus compañeros de Redacción en Excélsior: Aurelio Silva Laurencio, Ángel Trinidad Ferreira, Carlos Cantón Zetina, Arnulfo Uzeta, Oliverio Duque Juárez, Fernando Aranzábal Herrera, Silvestre González Arenas, Rogelio Cárdenas, José Manuel Jurado y el inolvidable Julio Scherer García, entre otros. Además de los ya mencionados Jaime y Jorge Reyes Estrada.
Por este conducto envían su pésame: Emilio Trinidad Zaldívar, Javier López González, los abogados Aurelio Silva Mercado y Jesús González Schmal, Jaime Andrés Arroyo Olín, Roberto Femat Ramírez, Francisco Cárdenas Cruz, Abraham Mohamed Z., Carlos Olmos, Judith Alamo, Mónica Ramírez López, Claudia Pérez Atamoros, Sara Lovera López, doctora Rosa Chávez Cárdenas, Carlos R. Duarte, Miguel Ángel Sánchez de Armas, Miguel Ángel Rivera Paz, Ramón Zurita Sahagún, Edmundo Cázarez, Jorge Vera, Guillermo López Figueroa, Ricardo Herrera Solís, Teodoro Rentería Arroyave, Neftalí Celis García, Francisco “Pacorro ” Mendoza y don Alfredo Valenzuela López, director de la Revista Fundamentos que se edita en Xalapa, Veracruz,
jherrerav@live.com.mx
—